Abarrotado el Teatro Municipal de Almagro, el público disfrutó y ovacionó el viernes a Amancio Prada que deleitó con su recorrido por las ‘Voces y huellas de Federico García Lorca’ en la inauguración del XVIII Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo.
Cantar a Lorca no sólo permite al artista leonés cantar la obra del escritor granadino, sino “a todas las voces que laten en Lorca”, todas las huellas y afluentes que confluyen en su producción como Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Rosalía de Castro, además de las “voces que ha promovido o inspirado, entre otras la mía”, confiesa Prada.
Lorca es el poeta que “más canciones me ha inspirado. Es un fenómeno. Cada vez que te acercas a él te sorprende, casi te desconcierta” como cuando descubres que con 18 años escribió la salutation elegíaca a Rosalía de Castro “Desde las entrañas de mi Andalucía, mojados con sangre de mi corazón, te mando a Galicia, dulce Rosalía, claveles atados con rayos de sol”. Prada resalta la admiración, fruto del conocimiento, que profesaba desde joven, aunque se trataba de principios del siglo XX y procedían de regiones distantes y diversas, por la autora gallega Lorca, del que destaca “su capacidad de observación” para descubrir “el duende” en otros autores como San Juan de la Cruz, Santa Teresa, el Arcipreste de Hita o Góngora.
Lorca es “el gran poeta” español del siglo XX y junto a San Juan de la Cruz “las dos cumbres en nuestra literatura”, sostiene Prada, que subraya cómo la obra del autor granadino, al igual que la del abulense, “está muy motivada por la canción” desde, por ejemplo, su admiración profunda por el flamenco hasta el estudio sobre las nanas que realizó. “Y ahí es donde”, cada vez que se asoma a él, ve “una serie de coincidencias o confluencias”, como si su vida fuera por unos caminos que previamente “hubiera soñado o marcado este hombre”, algo de lo que se ha dado cuenta cuando ya está “en el que camino”, asevera el cantautor leonés, que recordó, entre otros, a María Zambrano, primera antóloga de Lorca, en un recital con un amplio ramo de canciones “variadas y muy ardiente”.
Para Prada, que aseguró que tenía “mucha ilusión” por volver a Almagro donde ha actuado en diversos espacios y ediciones del Festival Internacional de Teatro Clásico, fue una “satisfacción” inaugurar el XVIII edición de un Festival Iberoamericano impulsado por personas muy perseverantes y con gran afición. “Toda la atención que prestemos a Iberoamérica es poca” en relación con un gran potencial que, muchas veces, “no sabemos apreciar, desarrollar y aprovechar para enriquecernos del diálogo y conocimiento mutuo”. En todos los sectores ocurre, y en concreto en el del arte y el teatro. “Las propuestas artísticas en Iberoamérica son deslumbrantes” y con “frescura”, aprecia Prada, que percibe que, en muchas ocasiones, se crea “ese teatro pobre que aquí se hacía en los años sesenta” y en el que se agudizaba la ingenio y se aprovechaba al máximo y artesanalmente los escasos medios con “atrevimiento e imaginación”, frente a las producciones en las que atenaza la creatividad y sinceridad el peso de “tantos telones, tramoya y escenografía”.
De las rentas
En cuanto a Almagro, Prada estima que la gente cuando viene “se maravilla” porque es una ciudad “muy bien conservada” y en la que no se han hecho “las aberraciones urbanísticas” que han sufrido otras ciudades con un rico patrimonio. El paisaje natural y de patrimonio histórico-arquitectónico es “un tesoro, algo que hemos heredado de nuestros antepasados”, agregó Prada, que sostiene que, “en este país, simplemente con que, hubiéramos conservado, mantenido y cuidado lo que hemos heredado de los antepasados, viviríamos todos de rentas”.
Desgraciadamente, “no hemos sido conscientes de ese valor”, se ha destruido mucho patrimonio y, “cuando nos hemos dado cuenta”, ha sido un poco tarde, comentó Prada, que indicó que en muchas ocasiones, cuando voluntariosamente se restaura para recuperar lo que buenamente se pueda, se percibe que el gasto es superior a si “simplemente hubiéramos cuidado día a día de las cosas”. Es como una ventana y las ventanas “hay que pintarlas todos los años o cada dos o tres años en función de la dureza del clima, pero, si la dejas diez años sin pintar, ya no queda “más remedio que cambiar las ventanas por otras nuevas y ya no es lo mismo”.