Marta Romero
Desde que el pasado 16 de mayo el grupo alcazareño ‘Last Son’ presentara ante el público su segundo disco, ‘Poxt Spring Rebirth’, los alcazareños Enrique García Rivas, Pablo Huertas, Andrés Toledo, Diego Sánchez y Jesús Ramos, los transmisores del credo del último hijo, no han parado de dar conciertos y trabajar para dar forma al primer videoclip que verá la luz muy pronto.
El último hijo, un ser espiritual, de naturaleza pura, que atravesó el cosmos y llegó a la Tierra, muerta después de una glaciación, descubriendo a través de sus sensaciones la esencia destructiva de la vida humana, sumiéndose en una incertidumbre que lo dejó en letargo; vuelve a despertar en ‘Poxt Spring Rebirth’ en una Tierra nueva, en la que la vida comienza de nuevo y el ser humano,
Condicionado indefectiblemente por su propia naturaleza, vuelve a repetir los viejos errores. ¿Podrá el último hijo cambiar la historia? ¿Será capaz de hacer reflexionar a hombres y mujeres sobre su propia idiotez, sobre la estúpida conducta a la que reducen su existencia?
Mitología, crítica social y música se dan la mano de nuevo en el segundo disco de ‘Last Son’, un trabajo mucho más maduro que el viaje inicial del último hijo, que confiesan “fue un experimento”, sin perder la esencia del Post-Metal que quieren construir, un género poco habitual entre los grupos españoles.
‘Last Son’ lo formaron a mediados de 2013 cinco jóvenes alcazareños procedentes de otras formaciones y con diferentes gustos y estilos musicales. La mescolanza del sludge y toques de progresivo de Pablo Huertas; el más puro rock&roll y el toque melódico del black-metal que aporta Andrés Toledo; la suavidad y la armonía que busca Diego Sánchez con un estilo post-melódico; los ritmos elaborados y las florituras del rock instrumental que consigue Jesús Ramos y la particular voz gutural y la imaginación de Enrique han hecho renacer al último hijo en medio de su Poxt Primavera aportándole mayor personalidad y consiguiendo un trabajo mucho más redondo, en el que dejan menor espacio a la improvisación apresurada del primer disco.
“Empezamos jugando, intentando hacer algo parecido al Poxt-Metal que a todos nos llamaba la atención y, al final, nos lo hemos tomado en serio y el espíritu del último hijo nos ha unido en un proyecto común”, explica Enrique García Rivas que cree que gran parte del resultado final de ‘Poxt Spring Rebirth’ se debe al aprendizaje y al rodaje por los escenarios. “Ahora todos nos conocemos mejor”.
Después de año y medio de trabajo el último hijo les ha inspirado 9 temas mucho más luminosos y coloridos que los invernales de su primer trabajo. Han conseguido un disco mucho más profesional, más maduro, que les está abriendo las puertas de un público más amplio.
Al máximo
En ‘Poxt Spring Rebirth’ han cuidado al máximo los detalles, no sólo en cuanto a composición musical y letras, también en la presentación del disco, con ilustraciones de nueve diseñadores amigos para cada uno de los temas, más la portada, elaborada por María Díaz Jiménez.
Los nueve temas cuentan una historia que evoluciona. Las letras son algo más que simples textos, son como el argumento de una película o de un libro. El símil literario ha sido mencionado por algunos críticos, comparando su primer disco con “un libro olvidado en una estantería de una biblioteca antigua” y este nuevo trabajo con “un libro que alguien se dejó a la sombra de un árbol”. Una comparación que dice mucho de la frescura de su segundo disco.
La mitología es la excusa que sirve a ‘Last Son’ para ligar música y crítica social, para salir del propio mundo y verlo desde la distancia de un ser espacial, ajeno a la humanidad; contrastando el brutal choque que supone la existencia de una inteligencia pura, sin prejuicios, intereses u obsesiones, con la pervertida esencia del ser humano. Cada uno de los integrantes del grupo alcazareño destaca en la historia del último hijo la crítica de algún aspecto de la sociedad actual. Para Jesús Ramos, es símbolo de “la degradación de la tierra por la acción humana”.
Diego Sánchez cree que lo que hiere al último hijo es “el egoísmo. No valorar lo que tenemos”. Andrés Toledo define la “idiotez” humana como “el desinterés por la evolución positiva”. Pablo Huertas opina que, en realidad, lo que el último hijo siente es “rabia” cuando conoce verdaderamente al ser humano; “rabia porque somos seres dotados de una inteligencia que no sabemos utilizar, que empleamos para llegar al desastre”.
Por último, Enrique García Rivas, aporta a la crítica social del último hijo el “individualismo que muestra la falta de unión de nuestra especie. Un egoísmo familiar que hace que se pierda nuestra línea de evolución, que nos destruyamos unos a otros en lugar de construir una gran hermandad”.