Quienes más dicen quererla la violan y asesinan. Su egoísmo les hace cometer humillantes emboscadas a la pureza, personificada en Irene, la protagonista de la obra ‘La margarita del Tajo que dio nombre a Santarén’, de Ángela de Azevedo, que la compañía madrileña Los Martes No estrenó precisamente este martes en el Certamen Internacional AlmagrOff.
Se trata de una propuesta escénica muy poética y al tiempo que entronca con lo visceral. El contrabajo capaz de sacar de lo más profundo las emociones, una percusión sísmico-corporal emanada de golpes al suelo, brazos, piernas y pecho, y un zumbido de miles de moscas o enjambre cabreado haciéndose presente como recreación de los temores, forman parte de la banda sonora de esta pieza en la que se reflexiona sobre lo muy diferente que es amar bien y amar mucho.
Anaïs Bleda es la directora del montaje y también la responsable de la adaptación libre de esta pieza, basada en la leyenda de Santa Irene, junto a María Gregorio, que transmite autenticidad en el papel de Irene como ejemplo de delicadeza, sencillez y virtud. Bleda lo borda como Rosimunda, a quien primero le comen los desvelos por el mal de Britaldo, luego los celos le ponen los pelos como escarpias y más tarde conoce a Irene a quien le gustaría aplastar como un molesto mosquito, pero se da cuenta de su gran humildad y discreción. Su calderoniano verso se llena de frescura en determinadas apreciaciones y conclusiones interpretadas con una cadencia distinta, más campechana y efusiva. Por su parte, Natalia Llorente da vida al avispado y con cresta criado Etcétera cuya simpática presencia y descaro colaboran en la distensión de la trama.
Airel Muñoz y Alfonso López completan el elenco en el que se muestra la duplicidad de caracteres de los dos personajes masculinos principales. El monje Remigio, un doctor Jekyll y Míster Hyde, venerado maestro y al tiempo depredador traidor, santón cuya monstruosa sombra a contraluz se apodera de su pensamiento, que termina transformando el amor en odio y destruyendo sin entender que un no es un no la pureza; mientras el tan necesitado de comprensión por su desmedido y enloquecedor amor, Britaldo, deja de confiar en la inocencia de la novicia, su sensible alma se vuelve de piedra y se transforma en un ser tan perverso como Remigio asesinando a la joven y tirando su cuerpo al Tajo, el cual se aparta en honor a la mártir.