Si preveía alguna dificultad, “canturreaba” al llegar a casa para despejar del hogar toda clase de problemas; de manera autodidacta alcanzó el conocimiento como para codearse con los grandes científicos e inventores de la primera mitad del siglo XX y controlar el comportamiento de la electricidad para salvar vidas; su éxito generó envidia que trató de minimizar o postrar la valía de sus proyectos; se enfrentó a la escasez de recursos, el ostracismo y las barreras clasistas, idiomáticas y geográficas; e hizo de La Mancha “un centro exportador de material médico de tecnología punta”.
La vida de Mónico Sánchez es “de película” y el escritor puertollanense Manuel Valero se ha sumado a la alianza de los ‘valerosos’ y le ha escrito, junto al nieto del inventor piedrabuenero, Eduardo Estébanez, la novela ‘El rayo indomable’, uno de los títulos más adquiridos en las librerías de Ciudad Real.
PREGUNTA- El título de la novela parece de un cómic de Marvel o de DC…
RESPUESTA.- Bueno, Mónico Sánchez lo puso fácil. Aunque debo reconocer que cuando di con el título supe al momento que era ése y no otro. Lo suyo fue la electricidad. ¿Qué cosa sugiere la electricidad en su estado indómito, natural, sino un rayo? Y de rayos, chispazos, supongo que con más de un calambrazo, Mónico construyó su destino sin desmayar un solo día, y si lo hizo fue para seguir con más ahínco. Estuve toda una mañana dándole vueltas cuando el libro andaba ya por la mitad. Barajé unos cuantos títulos que no me acababan de convencer. Y no es baladí. El título es lo primero que lee el lector. Así que cuando me llegó también sentí como un calambrazo. Mónico no fue un héroe de la Marvel, pero no porque no tuviera aptitudes. Le faltaba la capa, vale, y toda esa parafernalia pero hizo un vuelo sorprendente desde su origen humilde hasta la élite científica internacional. Saltó de Madrid a Nueva York con calderilla en los bolsillos y regresó con un talonario de cheques. Él no tenía los rayos x de Superman en los ojos pero sí los suficientes conocimientos de electricidad como para reducir un armatoste del tamaño de una pared a una caja. Él metió los rayos x en una maleta contra viento y marea y con conocimientos científicos. Fue eso, un rayo indomable, un personaje de carne y hueso. Eduardo Estébanez, el nieto, quedó encantado con el título.
P.– Amable, locuaz, tozudo… son algunos de sus superpoderes
R.- Desde luego, y habría que añadir unos cuantos más, emprendedor enfermizo, seguro de sí mismo y un magnetismo personal que no dejaba a nadie indiferente. Si no hubiera estado dotado además de una inteligencia natural y de un cerebro privilegiado no hubiera conseguido lo que consiguió. En Nueva York varias empresas importantes relacionadas con la energía del momento y ¡la telefonía móvil! se lo rifaron… ¡Y no hizo ni el bachiller! Don Ruperto su maestro en Piedrabuena y luego don Julián, para quien trabajó como dependiente en su tienda de San Clemente, se percataron de la mente superdotada de Mónico. Y ellos fueron los primeros en animarlo. Frederick Collins hizo el resto… y a Mónico no hacía falta insistirle mucho. El primero es ser consciente de su talento fue él mismo.
P.- No había kryptonita que le parase, tenía goodstone…
R.- Ja, ja, ja… Sí, pero las piedras de su pueblo natal no lo debilitaron, se le hicieron demasiado pequeñas, apenas unos guijarros… Pero eso no fue óbice para que regresara a Piedrabuena en plena cresta de su éxito. Aún constituye un misterio no del todo resuelto que en lugar de quedarse en Estados Unidos o instalarse en Barcelona o Madrid, optase por hacer de un pueblo remoto bañado por un río, un centro neurálgico y tecnológico de primera magnitud. La familia y yo, sobre todo Eduardo, el coautor de la obra, barajamos varias teorías, que a su esposa Isabel no le hacía mucha ilusión emigrar a América, que Mónico no quería ser cola de león… Pero creo, una vez analizados los documentos y escudriñado su personalidad, lo que verdad indujo a Mónico a regresar a Piedrabuena era el tremendo desafío de convertirse en el fundador de una empresa alucinante, romper con el patrón caciquil que lo despreció aportando ciencia y valor añadido y lanzar a su pueblo natal a la vanguardia nacional e internacional de la tecnología médica. Y quería hacerlo él, a la cabeza de todo y de todos. No se imaginaba como segundón, de ninguna manera. Su carácter de emprendedor indómito hizo el resto… y lo consiguió al menos durante casi tres décadas… hasta que llegó la guerra. Las piedras de Piedrabuena no fueron kryptonita; al contrario fueron vitaminas de todas las letras del abecedario.
P.- Logró que con poco aparataje se pudieran mirar los huesos
R.- Imagínate la hazaña. Los rayos X los descubrió Wilhelm Conrad Rontgen en 1895. En 1909, los rayos portátiles eran ya una realidad. Los aparatos primigenios eran pesados, necesitaban un generador de alta tensión y un tubo de Croookes, pero Mónico aplicando los conocimientos de Tesla y los propios para generar altas frecuencias y utilizar menos material -hierro- los hizo portables y mucho más operativos. El médico podía llevarlos en su coche a casa del enfermo y con sólo enchufarlo a la corriente hacía radiografías nada desdeñables para la época. Me imagino lo que diría la gente cuando vieran perplejos el retrato de sus huesos.
P.-Hacía rayos desde La Mancha
R. Sí, desde su gran laboratorio que construyó en Piedrabuena. Y exportaba a otras ciudades de España y Europa. Los construía primero en su casa donde habilitó un laboratorio provisional y luego en la gran fábrica. Y los transportaba en carros hasta la estación de ferrocarril de Ciudad Real. La Mancha durante el tiempo que duró el Laboratorio Sánchez no sólo producía vino y quesos sino material médico de tecnología punta. Algo inconcebible… hasta que llegó la guerra y acabó con todo.
P.- ¿Canturreaba siempre que barruntaba dificultades?
R.- Es el testimonio de su nieto Eduardo que le había escuchado a su madre muchas historias del abuelo. Cuenta que jamás se llevó un problema a casa, y supongo que tener un Laboratorio de fabricación de rayos x debería dar más de un problema. Sin embargo, los dejaba en el despacho pero en casa, en lugar de desfogar su mal humor, canturreaba. Su hija ya sabía que algo no iba bien cuando lo oía cantar. Otro aspecto de la personalidad de Mónico era su sonrisa, siempre sonreía y así aparece en las fotos a lo largo de su vida.
P.- ¿Hay palabras que iluminan como ultramarinos?
R.- A él le debió iluminar esa palabra… más allá del mar… tal vez barruntara o intuyera que como los productos que venían de América, de ultramar, algún día él construiría algo que sería un ultramarino prodigioso, aunque no se comiera, pero que servía para sanar a la gente. Pero, bueno, eso forma parte de la especulación ficticia y literaria.
P. ¿La novela es una crónica de su vida?
R.- No podía ser de otro modo porque su vida fue una novela
P.- Se merecía un libro, ¿crees que también un film? Parece la vida de un hombre de película y que además llevó el cine a su pueblo.
R.- Así es y francamente, su vida da para una película o una serie de televisión. En serio, está llena de peripecias, de amistades, de experiencias, de amores contrariados, de envidias, de dificultades, de desastres, de éxito, de fama, de reconocimiento internacional y de supervivencia, siempre la supervivencia. Al final de su vida, puso un cine en su pueblo, el Cine Parque, fue un maravilloso canto del cisne
P.- ¿La envidia fue el supervillano que le persiguió?
R.- Hubo envidiosos, no podía ser de otra manera, pero hubo más gente que lo admiró y lo quiso. Una vez revisando la correspondencia, Eduardo y yo comentamos el sincero afecto que se percibía en la mayoría de las cartas, incluso comerciales. Pero sí, su singularidad hizo que trataran de destruirlo por todos los bandos. Primero algunos miembros de la clase pudiente del pueblo con los que tuvo más de un contencioso por el suministro de la luz eléctrica y por hacerse a sí mismo tan rico como ellos o más, luego durante la guerra civil, en los primeros días, los anarquistas fueron a su casa a por él para matarlo, salvó el pellejo porque era útil para la República y blandió cierta correspondencia que fue el salvoconducto para la vida. Pero al final tuvo que huir. Y al concluir la guerra, algunos cabecillas falangistas que arrastraban rencores del pasado lo incluyeron en la Causa General para arruinarle la vida y quién sabe si para darle unos cuantos tiros en el paredón. Como los anarquistas. En esto, ambos bandos fueron iguales para con su ilustre paisano que había construido aparatos que salvaban vidas.
P.- ¿La tabla de la Yedra fue su oasis?
R.- De niño, como todos los niños de Piedrabuena, sería para él un lugar de esparcimiento. De adulto, cuando regresó de Nueva York, llamaba al río Bullaque “mi pequeño Hudson” en alusión al río neoyorquino.
P.- ¿Se lo conoce como debiera?
R.- A partir de los años 90 cuando se le descubrió un busto en una plaza de Piedrabuena, se empezó a rescatar su memoria. Un instituto lleva su nombre. La Universidad regional creó el Foro de Emprendedores Mónico Sánchez. El profesor de la Escuela Superior de Informática, Juan Pablo Rozas, ha contribuido a rescatar su memoria con sus investigaciones. El catedrático Lozano Leyva escribió una pequeña biografía titulada ‘El gran Mónico’ y aparece también entre los inventores en el desierto de Miguel Ángel Delgado. Recientemente está incluido en el Diccionario de ‘Ciencia y Técnica en Castilla-La Mancha’ editado por Almud y coordinado por Enrique Díez Barra y Alfonso González Calero. ‘El rayo indomable’ se suma a ellos en el rescate de su memoria. Hoy su obra se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de A Coruña y Alcobendas. Pero de 1961 año en que murió hasta 1995 fue incompresiblemente olvidado, a pesar que presidió la Cámara de Comercio hasta su muerte.
P.- Su vida es la historia de una superación constante
R.- De otro modo no hubiera vivido lo que vivió
P.- Centró su ingenio en las aplicaciones para curar personas, su yerno era médico y se le murieron cinco de sus seis hijos.
R.- Ésta es la gran tragedia de su vida, una insoportable paradoja. Aplicó sus conocimientos de electricidad a la medicina y, sin embargo, tres de sus hijas pequeñas murieron de sarampión. El único hijo varón destinado a ser el continuador de su obra, Mónico, murió de tuberculosis y su hija Angelita falleció después de ser operada de un quiste en un ovario por una infección general cuando ya estaba casada con el doctor José Estébanez. El doctor se casó luego con Isabel, la única hija que le quedaba, con la que tuvo tres hijos, Isabel, María José y Eduardo. Fue la única que le dio nietos al inventor. Soportar eso es muy duro, uno no se hace a la idea. Que se te muera un hijo es tremendo, que se mueran cinco, insuperable. Él lo superó e Isabel, su esposa, también, pero estragada por las heridas.
P.- ¿Qué ingredientes tiene la novela?
R.- ‘El rayo indomable’ está escrita en clave de novela pero basada en documentación, cartas, testimonios y recortes de prensa, tanto de Lanza, periódico en el que escribió aspectos de su último viaje a Nueva York en 1946, como de la prensa nacional e internacional. Y, por supuesto, de recuerdos de sus familiares. Hay una parte de ficción porque carecemos de documentación, pero creo que es coherente con el resto de la historia. El estilo novelado, creo, también es más atractivo de cara al lector.
P.- ¿Por qué crees que está gustando?
R. ¿Ah, pero está gustando? Ja, ja, ja… Sí, bueno, se está dando bien y el libro está teniendo una buena acogida. Supongo que el tirón es la peripecia vital de este hombre.
P.- ¿Qué te atrajo de Mónico Sánchez como para escribir su vida?
R.- Eso, su vida.
P.- ¿Su obra cayó en el olvido como la de Nikola Tesla?
R.- Salvando las distancias, sí. No lo conoció personalmente, pero expuso en el Madison Square de Nueva York al lado de Edison y Westinghouse y publicó artículos en la misma revista que publicó Tesla. Y mira, ahora el nombre de Tesla suena cada vez más. Como el de Mónico. Ironías del destino.
P.- ¿Qué enseñanzas crees que deja su biografía?
R.- La resolución indomable de pelear por lo que uno se propone y una gran resistencia para vencer las dificultades. Hablabas antes de la Marvel. Pues bien en plan emprendedor, Mónico fue toda la plantilla junta. Fue Supermónico, ja, ja, ja.
P.- ¿Qué es lo mejor que te han dicho los lectores?
R.- Bueno, el libro, como toda obra escrita y publicada, pertenece ya a los lectores y cada uno es un juez con su veredicto. Pero por los comentarios que nos llegan y las ventas, ‘El rayo indomable’ está teniendo buena acogida y buenas críticas.
