Antonio Fuertes Sánchez nació en Alhama de Murcia a principios del siglo pasado. De familia agricultora con pocos recursos, estaba destinado a una vida trabajando el campo. Y así fue durante un tiempo. Pero se cansó. No quiso seguir con el oficio familiar. Quería tener su propio negocio.
Antonio Fuertes Sánchez se casó con Piedad Fernández Vicente. Establecieron su hogar en el mismo Alhama, en la plaza Pozo Concejil. Allí tuvieron tres hijos: José, Tomás y Juana. Allí Antonio abrió en el año 36, al poco de comenzar la Guerra Civil, una pequeña tienda de ultramarinos, sobre todo de charcutería.
Antonio y Piedad pasaban todo su tiempo en el negocio familiar, al que se unían sus hijos después del colegio. No tardaron en ser conocidos en el pueblo. La tienda de Antonio “el del pozo” era como la llamaban. No fueron tiempos fáciles. La guerra, la posguerra. Pero el negocio les fue bien y abrieron dos tiendas más. Antonio fue de los primeros charcuteros que introdujo en España la sobrasada (traída desde Sicilia). Siempre fue ambicioso. Con los años supo diversificar y acertó con su política de reinversión. Una fábrica de embutidos en los 50. Un matadero, comercialización de productos frescos y elaborados en los 70. Exportaciones y campañas publicitarias en televisión en los años 80. Hoy día El Pozo es la segunda marca más consumida en España.
Antonio Fernández Sánchez, que nunca dejó de pasear por las calles de su Alhama, que nunca dejó de hablar con sus amigos de siempre, falleció a finales de agosto de 1989. No llegó a ver cómo el 28 de agosto del año 89 se unificaba el fútbol sala español. Nacía la LNFS. No vio como su empresa, interesada en participar en la nueva competición, compraba los derechos federativos del Cruz Joyita, club de la ciudad de Murcia que participaba en la Primera División de una de las dos ligas que hasta ese momento había en España. Antonio Fernández no pudo ver como El Pozo Murcia, la mañana del domingo 1 de octubre del año 89, en el pabellón Príncipe Felipe de Murcia, jugaba el primer partido de su historia. Lo perdieron 2-7 ante el Sumarsa canario. Ese fue el principio.
Más de 1.000 partidos. Más de 600 victorias. 5 ligas, 4 Copas. 29 temporadas en Primera. Todas las que ha habido. Siempre el mismo escudo. El mismo nombre. El mismo color. Siempre el mismo patrocinador. Y la cantera como base indiscutible. Y jugadores enormes como Chico Lins, Cupim, Pato, Vicentin, Lenísio, Vinicius, y sobre todo, Paulo Roberto y Kike Boned. Y Duda. Y su carácter. Y su locura. Imprescindible para entender lo que es El Pozo. 17 temporadas como entrenador. 4 ligas, 3 Copas. Por todo eso, ganar es una obligación para El Pozo. Siempre ganar. Ganar partidos para ganar títulos.
La temporada pasada fue la primera, después de 16 consecutivas, en la que El Pozo no llegó a una final. De Liga, de Copa o del Rey, pero siempre al menos una. La temporada pasada fue la última de Duda. Esta temporada El Pozo no ha fichado. Pero ha subido del filial a Darío y Álex García. Esta va a ser la primera temporada de Diego Giustozzi. Vivía feliz en Argentina. Entrenaba a la selección. La había hecho campeona del mundo. “Lo tenía todo. Mi familia, mi chalet recién comprado, mi piscina, mi barbacoa, mis amigos, mis partidos de pádel, el colegio de los chicos”. Pero Giustozzi es un tipo de retos. Un animal competitivo. Y como sabe lo que es El Pozo y sabe que allí solo vale ganar, el reto de entrenarle y “volver a ponerlo en el techo del mundo” le decidió a dejarlo todo. Vino con la familia y dice que no llegó a acostumbrarse a vivir con el aire acondicionado durante el verano. Considera sus ideas y sus principios innegociables. Obsesionado con lo táctico, excelente motivador, se queda con los valores humanos del jugador. Sabe que tiene una plantilla corta, conoce sus limitaciones, pero cree en ella y la va a llevar al límite. No va a mirar nombres, ni edad, ni jerarquía. Y va a exigir a los jugadores “compañerismo, compromiso, sufrimiento y obediencia”. Les quiere ver en los momentos difíciles para conocerles. Para saber quién está en su camino. Quiere jugadores apasionados, que sientan el club como propio. Les tolera el ego hasta cierto punto, pero si en alguno detecta envidia y celos lo tiene claro, “conmigo está muerto”. Giustozzi quiere volver a ilusionar al aficionado, que vuelva a llenar el pabellón. Que los jugadores visitantes sientan lo que él sentía cuando llegaba en autobús a jugar allí. De momento no les va mal. El grupo comienza a estar convencido de que las ideas de Giustozzi son el camino. El equipo lo ha ganado todo.
Valdepeñas cada vez está mejor. Cada partido lo compite mejor. Aunque todavía le falta llegar a hacerlo durante los 40 minutos. Y gol. También le falta más acierto con el gol. Pero está en el camino, dijo Leo Herrera hace poco. Valdepeñas juega este sábado en el Palacio de los Deportes de Murcia. Que viene a ser como tener cita con el dentista. Sabes que seguramente te va a doler. Sabes que seguramente no vas a salir contento. Aunque siempre vas con la esperanza de que no te haga daño. Y es que, en cada una de las 10 últimas temporadas, en casa, El Pozo no ha solido conceder más de 2 empates y 2 derrotas. Eso quiere decir, que en 146 partidos como local, solo cedió 16 empates y 13 derrotas. Y siempre ante equipos de playoff. Menos 3 veces que puntuaron equipos de la parte baja. ¿Podrá puntuar Valdepeñas? Bueno. Lo va a intentar. Un puñado de locos, los de Peñíscola, estarán en Murcia. Con sus canciones. Orgullosos de ser como son. Orgullosos de silenciar pabellones. Orgullosos de su camiseta. La azul. La del escudo de los balones y las uvas. La de la cepa dorada y fondo rojo. La que nunca se rinde. Ellos no van a dejar solos a los jugadores. No pueden hacerlo. Porque para que esta historia salga bien, tienen que estar todos juntos. Siempre juntos.