La incorporación de jóvenes agricultores a la actividad agrícola y ganadera es una pieza clave para conseguir un modelo de futuro. Agricultura así lo entiende como resorte para propiciar el relevo generacional ante la despoblación de zonas rurales y los desafíos del campo por el cambio climático.
Ciudad Real celebra la incorporación en los últimos ocho años (desde 2015), de cerca de un millar de jóvenes, una cuarta parte, mujeres. En conjunto, las ayudas han supuesto una financiación 27,5 millones de euros, 7,2 millones para las nuevas agricultoras o ganaderas.
Es una cifra a la que se podrán sumar decenas de jóvenes en los próximos cuatro años, dentro del Plan Estratégico nacional para la gestión de la nueva Política Agraria Común (PAC) en España, que prevé atraer a unos 16.000 nuevos profesionales a la actividad agroganadera.
No en vano, las ayudas complementarias para jóvenes se han incrementado hasta más de 220 millones (además de las subvenciones a la incorporación), entre las que destaca el incremento de un 15 % suplementario en el caso de que las titulares de explotaciones sean jóvenes agricultoras y ganaderas.
Alba Marchante, una todoterreno del campo
Es el caso de Alba Marchante, una joven herenciana de 32 años, que en 2016 se dio de alta como joven agricultora para trabajar en la explotación familiar ‘Pasarela agropecuaria’, ubicada en el término de Alcázar de San Juan.
Amante del campo (no imagina su vida fuera de la actividad que ejerce junto a sus padres y tíos), Marchante cumple el perfil de los agricultores de hoy: se incorporó antes de los 30 años, ha tenido acceso a la actividad a través de su familia, y tiene estudios medios (el 65 % de este colectivo cuenta con bachiller o una formación profesional superior), tras acabar un grado superior de Gestión Comercial.
“El comercio no era lo mío”, apunta irónica la joven agricultora (hasta los 40 años), aunque ya no cobre las ayudas por la incorporación, tras haber rebasado los cinco años mínimos que exigen de ejercicio en la actividad para poder percibir las subvenciones. En su caso recibió “el máximo”, con 37.000 euros -que acreditó con la compra de un tractor y una tierra-, además de otras líneas a las que pudo acceder con prioridad.
Desde la granja donde gestiona, junto a otros familiares, el millar de ovejas de leche de la raza Assaf, además de participar en el laboreo de otras fincas de viña y cereal para pasto, Marchante ve estas actividades como una salida profesional para otras mujeres, afortunadamente, en su caso, sin haber sufrido “ningún tipo de diferenciación”.
No obstante, reconoce que es un trabajo “muy sacrificado”, en la actualidad más llevadero por las nuevas tecnologías -en el ordeño, la poda o la recogida de restos agrícolas-, pero con poco margen para la conciliación.
Respecto a la rentabilidad, quien recibió un reconocimiento del Gobierno regional en el Día Internacional de las Mujeres de 2022, se queja del aumento de los precios de los insumos por su impacto en los beneficios.
El valor de la leche “está más alto que nunca”, pero “los costes de producción se han incrementado todavía más”. A ello se suma “la preocupación por los efectos de la enfermedad de la viruela”, todavía con restricciones a la movilidad de los animales en las comarcas cercanas a Alcázar de San Juan, donde ha habido casos.
Por ello, pide a la Administración apoyos y medidas para aumentar los beneficios de los productores, así como reclama sensibilidad a la ciudadanía con el sector primario, dado que es un ámbito “imprescindible para poder vivir”.
Víctor Durán, joven agricultor de generación “inmemorial”
En la misma línea, Víctor Durán, un agricultor malagonero de 33 años, que estudió un grado superior de Administración y Finanzas, habla de su trabajo al frente de las más de 1.00 hectáreas de leñosos -viña, olivar, pistacho y almendro- y de herbáceos que cultiva.
De reciente paternidad, Durán disfruta con lo que hace, una pasión que ha bebido de su familia, pues es de la generación “inmemorial”. Sin embargo, ve el futuro del campo con incertidumbre, no sólo por los sobrecostes de los insumos -en algunos casos con subidas de hasta el 400%- como los fertilizantes, los productos fitosanitarios y el gasóleo -entre 1,15 y 1,20 euros el litro-, sino por las restricciones en el regadío y la reducción de las producciones por el cambio climático.
Cuando se cumplen nueve años desde que presentó el primer expediente como joven agricultor, en 2014, pide rapidez en los pagos para quienes se incorporan (se alargan hasta los tres años) en la actualidad, con el fin de evitar riesgos con los préstamos bancarios para afrontar “las grandes inversiones”. Afortunadamente, los cobros en su caso llegaron con más agilidad y percibió 34.000 euros, que justificó con la adquisición de varios equipos. También disfrutó de los derechos de pago básico de la reserva nacional, pudo plantar una viña en condiciones económicas más favorables, y tuvo acceso de manera principal a las ayudas de los planes de mejora del Plan de Desarrollo Rural (PDR).
Ser joven agricultor tienen sus inconvenientes, sostiene, si se trata de una persona ajena al campo, por las “grandes inversiones que hay que hacer” respecto a otros ámbitos laborables como la construcción, para la que es suficiente “una serie de herramientas de varios cientos de euros y su conocimiento”. Por el contrario, el laboreo autónomo precisa del acceso a la tierra, y de la compra de un tractor, que vale entre 100.000 o 150.000 euros.
A ello se suma la necesidad de regadío en un escenario de sequía permanente, con un coste de 10.000 euros por hectárea, señala este joven agricultor, representante del colectivo en Asaja Ciudad Real.
La tecnología, apunta Durán, como gran aliada para realizar las labores de cuidado y recogida de los cultivos, pero sin olvidar que “nuestras producciones dependen de la climatología”, y la lluvia cada vez es más escasa.
Precisamente, lamenta las prohibiciones de riego -tanto de sondeo, como el de pulmón con cubas- bajo multas de entre 3.000 600.000 euros, así como ve “un despropósito” que “nos obliguen a contratar al personal como fijos discontinuos”, cuando “no encontramos mano de obra”.
Por tanto, el futuro del sector en la provincia y la región es, a su juicio, “poco halagüeño”, y dependerá “del valor añadido” que cada titular dé a su explotación. “Las cuentas no salen” ante “las reducciones de hasta el 60% de las últimas campañas de uva y aceituna”
Resistirán, asegura Durán, “pocos” y quienes “tengan riñones de antes” porque las inversiones “son muy fuertes” y las exigencias para producir “muchas”.