Catalunya. Como si al país se le hubieran saltado todas las costuras, en pocos días nos sorprenderán con la creación de un gobierno de soberanistas catalanes con el “Juan sin miedo” Puigdemont encabezando la marcha hacia la presidencia de la Generalitat por segunda vez. Y, de nuevo, el método adoptado para que encajen las fichas y los votos volverá a ser denunciado por los letrados de la Generalitat, aunque a PDCAT, a Ezquerra y a la CUP se les dé una higa lo que decidan los organismos jurídicos del Parlament.
Es difícil predecir que de ese Pleno salga la calma, pero ya parece que cualquier cosa que ocurra será mejor que la nada actual, la descomposición presente, el desmérito de la política catalana y el inmenso cabreo de una sociedad que ha comprobado que, sin gobierno en la Generalitat, tampoco pasa nada. Luego ¿por qué tanto fango?. Habrá tiempo de reflexionarlo.
Madrid. En unos días también, la decisiva Comunidad autónoma de Madrid procesará el nuevo escándalo popular del último mes, protagonizado por la presidenta de la Comunidad y del PP, primero a cuenta de un máster que sólo ha sacado a la luz cieno de las cloacas universitarias, tanto tiempo sin baldear, y el final de la presidenta de la Comunidad a manos de los suyos y de un vídeo que descubría su cleptomanía, al parecer antigua, pero silenciada por conveniencia del guión político del PP.
No ha acabado con esta dimisión esa serie entre policiaca, costumbrista y cómica. Las peleas de los populares de Madrid tienen que dirimir ahora cuestiones tan impresionantes como si se mantiene la moción de censura que quiere encabezar Ángel Gabilondo en nombre del PSOE. Falta por saber el papel de Ciudadanos en las próximas semanas respecto a su vinculó con el PP, porque ya parece claro que no votará la moción. Y, finalmente, asistiremos al debate sobre el abandono ya cantado por Cifuentes de la Presidencia del PP de MADRID y de su escaño en la Asamblea, donde se ha refugiado para no ser imputada de manera inmediata. Barros.
Pensiones y País Vasco. Desde otra parte de España, el PNV han retado la supuesta falta de medios presupuestarios que alegaba el gobierno de Rajoy para atender las demandas de los pensionistas. La fortaleza de esta presión en la calle ha echado abajo la estrategia de cangrejo del presidente aunque ha hecho bajar el tono de otras reivindicaciones sociales pendientes. El acuerdo presupuestario del PP con el PNV habla de frenar la caída del valor de las pensiones pero no menciona de dónde surgirá esa necesaria financiación. Salvo que el agujero de la Seguridad fuese una mentira contable tan grande como esa otra de que no había recursos económicos.
A Mariano Rajoy le ha salvado el “gong” de la derecha nacionalista, que sostiene el escuálido apoyo del Partido Socialista de Euskadi (PSE, le quitaremos las siglas de Euskadiko Ezkerra por respeto). Pero al PNV le ha venido a ver la diosa Fortuna de nuevo, después de la renovación del Convenio Vasco con el PP. Enfrentado a la necesidad de volver a poner su cara en la historia su equívoca estrategia sobre la existencia de ETA, el acuerdo sobre pensiones le ha permitido momentáneamente salirse de la vereda que había empezado a marcar la izquierda abertzale con el nuevo anuncio del “fin de ETA” para el día 4 de mayo.
ETA. Seguramente ese no será el “tapiz sobre el que ETA anuncie su disolución”, como dicen los organizadores del acto. Será un nuevo escenario para hacerse presente en el “relato” que la sociedad vasca en general ya ha cerrado como lo ha hecho habitualmente, sin mirar hacia atrás ni hacia los lados. Al PNV sólo le interesa recordar en las soflamas de la campa su protagonismo político, para no despegarse demasiado de la radio y televisión oficiales que pusieron en manos de la misma izquierda abertzale y doctrinaria que convoca al 4 de mayo en Francia. Con todos los medios a su alcance, al PNV no le interesa aparecer en público junto al rastro de ETA. Volverán a ser los actores de un ambiguo discurso que se mantiene incansable en el tiempo, con esa conveniencia equívoca del Partido Popular. En los pies persiste el barro hediento que dejó la inundación de tanta violencia, tanto dañó ahora rebozado con los discursos del nacionalismo, inequívocamente monocolor.
El 2 de mayo, si es que realmente hay algo que conmemorar, estaremos atravesando el campo embarrado sobre el que sobrevuela la ficción patria de los nacionalistas y la podredumbre política del partido del Gobierno.
Como si tal cosa.