A lo largo de este mes, las mujeres tenemos que soportar cómo las grandes corporaciones que sobreviven a base de explotación laboral especialmente femenina o aquellas entidades políticas que niegan que exista todo un sistema regulador de nuetra opresión, hacen gala de la más vergonzosa hipocresía tiñiendo su “identidad de marca” en redes sociales de color morado o asistiendo a alguna actividad institucional para “cubrir expediente”, al mismo tiempo que perpetúan, día tras día, la violencia machista. Una violencia que impregna todo lo que conocemos.
Leía en twitter hace un tiempo que cuando te colocas “las gafas moradas” no puedes parar de percibir e identificar dicha violencia en absolutamente todo lo que te rodea. Triste, pero crucial si queremos concienciar al mundo de lo necesario de nuestras reivindicaciones. Y es que, el machismo es una especie de “veneno” que impregna cualquier aspecto de nuestra vida, intoxicando nuestra mente desde que nacemos, “aprendiéndola” en todos los estimulos que percibimos.
Quizás estoy yendo muy rápido, teniendo en cuenta que algunos todavía niegan la máxima evidente: 1.245 víctimas mortales por Violencia de Género desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy. Y eso sólo desde dicha fecha, que es cuando empezaron a recogerse datos oficiales a cargo del Gobierno de España. 1.245 vidas de mujeres truncadas, asesinadas y rotas a manos de parejas y exparejas. Crímenes con un único argumentario tras de sí: nos están matando, por el simple hecho de ser mujeres.
Pero resulta que los denominados feminicidios son sólo la punta del iceberg, y antes de que estos lleguen a darse encontramos infinitas formas de violencia simultáneas contra nosotras: violencia sexual, violencia vicaria, acoso, violencia económica (por ejemplo, el fenómeno de la brecha salarial), violencia simbólica, borrado histórico, violencia política, violencia discursiva, educacional, y así, “hasta el infinito y más allá”. Como decía, el veneno machista lo impregna todo. Realmente, no sé que les falta a algunos para empezar a llamar a esto por lo que es (teniendo en cuenta lo que disfrutan empleando dicho término para otros fines): TERRORISMO MACHISTA.
Reconozco, a pesar de mi juventud, que la mayoría del tiempo resulta agotador tener que enfrentarse día a día con discursos que niegan la evidencia, que te desgarran intentando rodearte de una sutil (y a veces no tanto) luz de gas, desacreditando tu propio dolor y sufrimiento. El de las tuyas.¿Cómo tú, hombre, que has nacido con todos los privilegios posibles por el simple hecho de serlo, puedes atreverte a cuestionar lo más mínimo las narraciones sobre nuestra propia realidad? Sencillo en el fondo. El recocimiento de la existencia de una violencia continua y estructural hacia nosotras, te coloca frente a un espejo teniendo que reconocer tus privilegios y te enfrenta contigo mismo, suponiendo un reto vital: si quieres ser parte del cambio, tienes que estar dispuesto a renunciar a ellos. Por eso, algunos prefieren ni planteárselo y simplemente seguir negando la mayor.
Por cierto,si eres hombre y a raíz de mis palabras te preguntas cómo poder contribuir en la lucha feminista, tranquilo. Te traigo unas palabras tranquilizadoras, espero: la mayor lucha y reto están en la cotidianidad. No te preocupes, no se trata de ser el Presidente del Gobierno mañana. Quizás con que te laves tus propios calzoncillos y no le digas a tu compañera que está loca cada vez que intenta comunicarse contigo y te limites a escucharla, baste por hoy.
Volviendo al hilo, parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que seguir explicando que feminismo no es antónimo de machismo. Que no es “justo lo contrario” ni que “entonces nosotras seamos las superiores”. Que el término feminismo según la RAE significa “movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres” y que por tanto si no eres feminista, o incluso sientes cierta aversión hacia el término, quien tiene algo que está mal dentro de tí eres tú.
En este sistema, el hecho de ser mujer ya es un acto político y que implica supervivencia y por ello es tan importante que alcemos nuestras voces, unidas. Todas luchamos contra lo mismo y en pro de lo mismo. Todas queremos VIVIR, no tener que existir “sobreviviendo”.
En estos últimos años, hemos asistido con pena a una gran desunión y falta de entendimiento dentro del propio movimiento. No me malinterpretéis: hay tantos feminismos como mujeres existen en el mundo, pues todas hacemos lo que podemos dentro de nuestras posibilidades. Que existan debates dentro de un fenómeno como es el movimiento feminista no es si no sinónimo de la salud del mismo, pues demuestra que las reivindicaciones están vivas, que nos cuestionamos nuestra situación para poder revertirla. La clave está en canalizar dicha energía disruptiva y llevar siempre por delante que cualquier planteamiento que tenga otra compañera, aunque no lo comparta del todo, nace del mismo lugar que el mío y busca lo mismo, dignificar nuestra situación. A partir de ahí, conseguiremos llegar al entendimiento, a la comprensión y al diálogo sano dentro de los diferentes enfoques que podamos presentar. Y eso conllevará acuerdos, refuerzo y unión.
Las mujeres no somos un “colectivo”. Somos la mitad de la población. Y sí, quien no quiere renunciar a sus privilegios masculinos tiene miedo de nuestra fuerza imparable. Por eso nos quieren silenciadas, desmotivadas, enfrentadas.
En estas fechas, hago un llamamiento a todas aquellas compañeras que me estén leyendo. Marchemos unidas. Creemos espacios seguros en los que discutamos lo que haya que discutir, pero agarrémonos fuerte las manos frente a la ultraderecha y sus políticas. No todo está perdido, pero aún queda mucho por ganar. Sigamos juntas en este camino.
Porque, como decía Simón de Beauvoir …
“No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
*Secretaria General de las JJSS de Puertollano.