Me cuesta imaginar en qué mundo estaríamos viviendo si la gran mayoría de la población viviéramos, la vida que nos ha tocado, cuidando de nuestro entorno, mirándolo con los ojos de esas personas que vendrán después que nosotros. Sería un gran ejercicio de solidaridad y una gran apuesta por el patrimonio ambiental. Intuyo, sin embargo, que esta percepción, esa sensación interior que resulta de un posicionamiento vital previo, en el que ha primado el convencimiento de que las generaciones futuras tienen derecho a disponer de un medio ambiente sano que propicie su existencia, nos haría inclinarnos ahora, en nuestro presente, hacia unos posicionamientos en sintonía con la protección del patrimonio ambiental, de la misma forma que lo hicieron con nosotros quienes nos antecedieron.
La figura del Defensor/a de las Generaciones Futuras emerge como la institución que velaría por esa necesaria protección medioambiental, por un futuro sostenible, y poco a poco suma adhesiones para lograr que sea una realidad. Su objetivo es hacernos ver la necesidad de conservar lo que tenemos, de provocar una reflexión que nos ayude a evitar que nos convirtamos en el enemigo de nuestro entorno.
Esta es una institución, inédita en España todavía, que tiene el objetivo de poner voz a las futuras generaciones e impedir que las decisiones que tomamos hoy dificulten la vida en el planeta de mañana. Hace unos meses, cuando nos ocupábamos por primera vez en Lanza de la necesidad de su creación y de sus objetivos, nos referíamos a ella como a una figura similar al Defensor del Pueblo o del Paciente que “corregiría” políticas destructivas.
Primeras mociones en Ciudad Real y Valdepeñas
La iniciativa llegó a la provincia mediante las mociones que fueron aprobadas inicialmente en los Ayuntamientos de Ciudad Real y Valdepeñas para extenderse posteriormente a los ayuntamientos de Argamasilla de Alba, Mestanza, Poblete y Retuerta del Bullaque y a asociaciones como Cabañeros-Montes Norte Entreparques. Más recientemente hemos conocido que quince entidades del Campo de Montiel han respaldado, esta semana, la creación de la figura del Defensor/a de las Generaciones Futuras
Con la Declaración del Campo de Montiel y bajo el lema “Mirar la vida con los ojos de los que vendrán”, los colectivos ciudadanos que respaldan la creación de esta figura hacen valer la lucha que han mantenido en esta amplia comarca contra la mina de extracción de tierras raras, “como algo innato cuando han tratado de imponernos proyectos mineros a cielo abierto de tierras raras que escondían (…) la intención de arrasar con la tierra y el agua”.
De la declaración sobresale que los habitantes de esta comarca han optado por mirar más allá para dar a este territorio “el valor que tiene, reconocernos en el legados de los que nos precedieron y defenderlo con orgullo y dignidad y trabajar para mejorarlo”. Su compromiso es conseguir que el Campo de Montiel sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad pero también la conservación de todo el territorio natural (….) acompañado de un desarrollo sostenible sin perjudicar los recursos.
Defensa de los pueblos
Especialmente relevante me parece la defensa que en esta Declaración se hace de los pueblos, para que sigan siendo una alternativa para las generaciones actuales y futuras y no renunciar a los valores que atesoran, muchas veces amenazados por la despoblación.
Leo que en el informe Brundtland se afirma que actuamos como “si pudiéramos salirnos con la nuestra: las generaciones futuras ni votan, ni tienen poder político, ni financiero, (…)”. Que nosotros lo tengamos hoy nos obliga a respetar y mejorar lo que nos han dejado. Al menos eso.