Si la Primavera no estuviese tan remisa, no sólo se hubieran presentado 170.000 personas a formar esa cadena humana que se construyó hace unos días desde San Sebastián hasta Vitoria pasando por Bilbao para reclamar el derecho a decidir para el País Vasco.
Desde hace meses, en puntos estratégicos de las principales ciudades de Euskadi se han visto puestos, tenderetes, con mesas repletas de merchandising, (objetos de regalo, camisetas, pines, llaveros…) a la sombra de grandes banderolas con soporte metálico para que el mensaje no se lo llevara el viento. Los recaudadores de fondos para esa manifestación en fila de uno han ido recogiendo dinero ya invertido de antemano, como los reyes magos que van financiados por El Corte Inglés cada año.
La excursión
Bajo la denominación “Gure Esku Dago” (Está en tus manos) han marcado una línea de 202 kilómetros para la que, según anunciaron, ya tenían antes de comenzar el compromiso asegurado de 100.000 personas. Seguramente las mismas que compraban camisetas y dejaron su nombre con el visto bueno a ese equívoco concepto de “derecho a decidir”
La Prensa local (entendiendo por tal la de Euskadi) ha hecho tres fotografías: una de la cadena humana, otra de la concentración ante el la sede del Parlamento vasco en Vitoria y una tercera con la cara de los máximos líderes del PNV. Y, sin más, ha pasado a la siguiente viñeta, la de las enmiendas del PP en el Senado a los Presupuestos que el Partido Nacionalista había negociado arduamente con Mariano Rajoy antes de que les llamasen traidores. El lehendakari Urkullu sabe bien, tan bien como lo sabía Pujol, que el magro de su victoria futura está en Madrid y que todo lo demás es riesgo.
La hucha
Ya no sorprende la eficacia de las organizaciones nacionalistas, en diferentes versiones, para mover a sus simpatizantes bajo cualquier motivo que tenga que ver con la fe. La fe religiosa o la ideológica, que ellos manejan a dos manos y cruzan como conviene. Lo que nunca dejará de sorprender, y cualquier observador curioso lo puede comprobar, es la disponibilidad económica de la izquierda abertzale en los dos últimos decenios, antes de que ETA anunciase su retirada, después de que anunciase el primero o el segundo final de su actividad, y a fecha de hoy. Es sorprendente, si, la capacidad de la caja común destinada a las decenas de causas abiertas de esa izquierda abertzale y que requieren el despliegue de medios escénicos, impresos, propaganda, movilidad física de personas etc, además de un mejor o peor eco en los medios de comunicación.
Esta “ola” a la catalana sobre el derecho a decidir no es un entretenimiento, una verbena más de esa izquierda que disputa el poder de la nación al PNV. En el Parlamento, donde recalaron finalmente incluso la cabeza pensante de la derecha nacionalista, hay abierta una Comisión destinada a revisar el contenido del Estatuto de Autonomía, ese mismo Estatuto en el que tantos confiábamos que fuese el principio político del final de una organización que defendía la violencia armada como argumento de las víctimas que ha dejado en el suelo.
El poder
El Parlamento vasco refleja la mayoría nacionalista de las últimas elecciones, sumando PNV y EH Bildu. Pero el PNV hasta ahora hacía política en otros foros, como el gobierno vasco o en las Cortes españolas, y dejaba la calle a EH Bildu y las centrales sindicales LAB y ELA-STV, antes adversarios en las fábricas y ahora compañeros de manifestación. No es previsible que de la citada Comisión vaya a salir ningún texto con un mínimo consenso, no ya por la postura del PP o el PSE-EE, sino por esa medida distancia entre los propios nacionalistas que cruzan la mano o se insultan según la foto que convenga, como toda riña de familia.
Es significativo, por eso, que el Partido Nacionalista Vasco haya puesto sus caras en la cadena por el derecho a decidir. Desde la derrota de Rajoy y su amenaza de vendetta a través del Senado, el aire trae la sospecha de que el nacionalismo de derechas va a revolver las aburridas aguas del Parlamento Vasco para relanzar su discurso histórico: la independencia. No quiere que unas hipotéticas elecciones anticipadas y las municipales del año que viene le encuentren lamiéndose aún los zarpazos del Senado, las futuras dificultades presupuestarias con el PSOE y la calle empapelada con las caras de los presos sin acercar, los aniversarios reivindicativos y la otra decena de causas abiertas que la izquierda abertzale maneja de forma programada. Causas que el PNV hace suyas con la boca pequeña para sacar pecho y amortiguar el colorido de las múltiples banderolas y causas que lucen las ventanas de Euskadi, a cinco euros la pieza.
Como en Catalunya, Madrid es la referencia, tan maldita como mágica por sus efectos internos. Siempre más o menos maldita según la parte de evangelio que toque.