Cuando viajábamos por cualquiera de las regiones de España era frecuente encontrarnos con algún artículo de Miguel García de Mora, escrito desde La Solana y redactado con lenguaje ameno y comprensible. Se incorporó a las normas que el nuevo periodismo imponía; Él sabía que los ojos son ministros de la razón, como había leído en alguna parte y desde ese concepto exponía la esencia de sus artículos, porque la palabra cierta, la única que nos dice algo es la que arrancamos a la realidad, a los problemas que tanto convulsionan a la sociedad, a las noches oscuras de la vida. El poeta Rafael Montesinos, tan celebrado y amigo mío, me dijo una tarde que nunca había puesto letra a copla que no había vivido Y por lo que se refiere a Miguel García de Mora, más próximo a mi vida, reflejaba en sus trabajos periodísticos que no bastaba con preguntar, había que procurar saber.
Ahora –y nunca es tarde si la dicha es buena- sus hijos Gloria y Luís Miguel han hecho posible la edición de este libro al que me estoy refiriendo, donde recobran nueva vida ciento veinte artículos de Miguel García de Mora, publicados durante más de un siglo por el diario ABC. Es la grandeza del periodismo, de la literatura. Así lo reconoce el Cronista Oficial de La Solana Paulino Sánchez Delgado: “Recorrer las páginas de los periódicos encuadernados en una hemeroteca es volver a vivir un pasado más o menos lejano.” El repaso de cualquier publicación es adentrarse en el día a día de los que nos precedieron” –los orígenes de nuestra historia, lo que aquí se nos recuerda en este libro: ciento veinte años de un gran periódico y un buen trabajo literario del inolvidable Miguel García de Mora. ¿Periodismo o literatura? Siempre han sido buenos amigos ambos géneros. No es buen periodista quien no es un buen escritor.
Recuerdo que en alguna ocasión coincídi con García de Mora en Villanueva de los Infantes. Se celebraba en la gran ciudad donde falleció don Francisco de Quevedo, uno de sus centenarios. Noche inolvidable para Miguel y para mí. Cenamos en la misma mesa y hablamos de tantas cosas de la profesión: de los molinos de Criptana o de Mota del Cuervo, de la pintura de Antonio López Torres, de la poesía de Ángel Crespo y de Eladio Cabañero. Noche inolvidable, que continuaríamos al día siguiente con la visita a la plaza de toros de Santa Cruz de Mudela, tan antigua y original. Formidable el artículo La amada de Don Quijote donde Miguel García de Mora escribe que “El Toboso casi se desprende de Toledo y va a parar a Ciudad Real o Cuenca que parecen cederle un pedazo de mapa. Pero no hay miedo de que Toledo permita que la patria de Dulcinea cambie de provincia. Al fin ella es toda la región manchega…”
Sus hermanos Gloria y Luis Miguel me pidieron un prólogo para este libro, que yo acepté de inmediato. También ellos han colaborado en esta labor prologal con el cariño que siempre sintieron por su padre. Por otra parte, Paulino Sánchez Delgado, Cronista Oficial de La Solana, que tanto sabe de La Mancha y de esta villa inmortalizada en La rosa del azafrán, una de las zarzuelas más hermosas que se han escrito en España. Yo dije al comienzo de esta colaboración que una de las normas que se piden a la hora de escribir un prólogo, como es mi caso, es que conozca bien la obra del autor del libro, su obra y su circunstancia, y por aquí venimos a encontrarnos con Miguel García de Mora, uno de los escritores y periodistas más interesantes de La Mancha. Lanza fue uno de los diarios donde se publicaron la mayor parte de sus artículos.