El COVID-19 no es la única pandemia. La adicción a las redes sociales y los videojuegos, especialmente entre los niños y adolescentes, se expande cada vez más rápido. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el pasado 11 de febrero la adicción a los videojuegos como “un desorden mental” que se manifiesta en aspectos como el aislamiento social, la falta de control sobre el juego o el aumento de la prioridad del videojuego sobre el resto de las actividades vitales, entre otros. Pero no solo los videojuegos ponen en alerta a la OMS, el uso excesivo de las redes sociales también preocupa y lo considera un “problema real” de sanidad pública.
A nivel nacional y según un estudio de UNICEF, un 33% de los estudiantes de ESO (entre los 12 y los 16 años) podrían presentar un “uso problemático” de internet y de las redes sociales, caracterizado no solo por una elevada frecuencia e intensidad de conexión (muchos días y muchas horas), sino por un alto grado de interferencia en el día a día de los propios adolescentes y de sus familias. Por el lado de los videojuegos, este estudio afirma que el 3,1% de los estudiantes de ESO son ya adictos y que un 16,7% adicional podría estar empezando a desarrollar dicha adicción. Es decir, alrededor de 400.000 adolescentes podrían tener ya cierto nivel de “enganche” a los videojuegos, lo que supone un “caldo de cultivo” realmente preocupante.
Psiquiatras y psicólogos vienen notando, “desde hace tiempo”, que se ha detectado un claro incremento de las horas que pasan los niños y adolescentes frente a la pantalla. Sin embargo, a raíz del confinamiento y las restricciones asociadas a frenar el avance del COVID-19, han visto como han aumentado notablemente “el malestar de los adolescentes” y que parece guardar relación con el uso de las redes sociales y el contenido ahí expuesto.
El jefe del servicio de Psiquiatría y coordinador de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Mancha Centro de Alcázar de San Juan, el doctor Luis León Allué, asegura que tratan casos de chavales que “apenas salen de su habitación” y se relacionan, principalmente, a través de un ordenador, una videoconsola o un dispositivo móvil. “No son casos fáciles”, añade, pues en muchos de ellos “ya se ha instalado este estilo relacional como el principal, y cambiar las costumbres, generar en el adolescente el deseo de relación con otros o disminuir la ansiedad social tras un largo periodo de sin apenas salir de su cuarto es difícil”.
Casos que, según el doctor, por un lado han aumentado y por el otro se han normalizado. “Ahora es frecuente ver un grupo de chavales que están físicamente juntos, pero cada uno mirando la pantalla de su teléfono móvil. Quedan físicamente, pero atendiendo a sus apetencias más inmediatas; en otros casos, quedan online para jugar una partida multijugador y hablan a través del juego”, comenta. Son nuevos estilos de comunicación que no tienen por qué ser necesariamente patológicos, “pero no deben ser exclusivos ni excluyentes de la relación personal directa”.
Padres que recurren a “las pantallas” para entretener a sus hijos
En cuanto al perfil y la edad en la que más se suele dar este tipo de adicción, Luis León Allué afirma que no hay ningún perfil determinado en cuanto a edad: “Solo se necesita un dispositivo y una conexión”. Lo que determina este tipo de conductas adictivas hacia las redes o hacia los videojuegos no es dónde viven, sino “cómo y con quién”, o lo que es lo mismo, el estilo de comunicación familiar y el manejo de los límites, horarios y demás aspectos que sirven para que el chaval en cuestión aprenda a autorregularse. “Los casos empiezan a mostrar su gravedad a partir de los 8-10 años, pues previamente está normalizado el uso del móvil o de las consolas), con lo que no se hace visible la interferencia en el funcionamiento diario”. No obstante, el doctor señala que “encontramos padres que tienen dificultades a la hora de encontrar recursos para calmar a los hijos, entretenerlos, incluso que coman o duerman en edades precoces, y que recurren invariablemente al teléfono móvil o la tablet”, mientras que por el lado de los menores “cada vez hay más dificultad con los tiempos de espera, se tolera mal el aburrimiento y la creatividad quizás no se estimula lo suficiente” y lamenta que “parece que ahora es más difícil entretenerse solo sin un dispositivo electrónico”.
“Si nuestra satisfacción depende de una sola cosa, tenemos un grave problema”
El doctor opina que se debería cultivar la diversidad en cuanto a aficiones, entretenimientos o intereses, porque “si nuestra satisfacción depende de una sola cosa, tenemos un grave problema”. En el caso de los adolescentes y su relación con los videojuegos, éstos pueden conllevar un “empobrecimiento de su vida”, mientras que a las redes sociales las considera “vehículos apropiados para todo tipo de intercambios, algunos nada positivos como el ciberacoso”, algo que provoca absentismo escolar, ansiedad, depresión, trastorno de la alimentación, del sueño… “Y puede desembocar en rasgos disfuncionales de la personalidad futura”.
¿Cómo se trata este tipo de adicción?
Según Luis León Allué, este tipo de adicciones deben tratarse, por un lado, restringiendo el uso de videojuegos o redes sociales todo lo posible, es decir, “desintoxicar”. Por otro, y quizás la parte más difícil, “hacer que el sujeto tome consciencia de su dependencia y que pueda construir otra manera de relacionarse y de estar en el mundo: con otros objetivos, otros hábitos, y con menos dependencia de la satisfacción inmediata de sus apetencias”. En los casos más graves, según apunta el doctor, es preciso recurrir a una hospitalización breve porque, en el ambiente donde vive el paciente, no es posible suprimir el uso de esta tecnología y cambiar los hábitos. En otros casos, la hospitalización parcial en Hospital de Día Infanto-Juvenil puede ser necesaria para poder trabajar psicoterapéuticamente todos estos aspectos de la relación con uno mismo y con los otros. En el resto de casos, se realiza seguimiento psicoterapéutico en las consultas.
“Antes de los dos años de edad, 0 pantallas”
El jefe del servicio de Psiquiatría y coordinador de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Mancha Centro hace suya la recomendación de la OMS y aconseja a los padres que “antes de los dos años de edad, 0 pantallas”. Según el doctor, lo primero que deben de hacer los progenitores para evitar que sus hijos tengan conductas adictivas es “preguntarse por las veces en que se muestran permisivos ante el uso excesivo de estas tecnologías, se desentienden o incluso fomentan este entretenimiento en detrimento de otros”.
El doctor recomienda inculcar a los jóvenes la realización de diferentes actividades grupales relacionadas con el deporte, las artes, las ciencias o simplemente lúdicas. También señala que es importante “tener tiempo para educar a los hijos, acompañarlos en las diferentes etapas de su vida, fomentando la seguridad y la autonomía, y siempre desde un clima de confianza, mostrando una actitud accesible pero firme; si, además, logramos ‘educar en valores’ a nuestros jóvenes, podremos ofrecerles la oportunidad de una vida más plena en la que las adicciones no tengan cabida”.
“Hablamos de adicción cuando el hecho de no poder conectarse o interactuar en redes durante un corto espacio de tiempo genera una sintomatología ansiosa propia de lo que conocemos como el ‘síndrome de abstinencia'”
Por otro lado, la psicóloga clínica Ana Rodríguez Rey coincide en muchas cuestiones con el doctor Luis León Allué. Ella habla de adicciones “sin sustancia” (los móviles y videojuegos) y “con sustancia” (alcohol, tabaco, drogas, etc.), aunque las características clínicas son similares, como “la pérdida de control, excitación excesiva antes de realizar esa conducta y el alivio momentáneo al realizarla”. Lo equipara al alcohol o las drogas, ya que “cuando el hecho de no poder conectarse o interactuar en redes durante un corto espacio de tiempo genera una sintomatología ansiosa propia de lo que conocemos como el síndrome de abstinencia”.
Aunque la sociedad digital nos aporta grandes soluciones a nuestros problemas del día a día, la psicóloga lamenta el lastre que pueden llegar a desencadenar este tipo de tecnologías al generar “conductas peligrosas”. Para evitar esta situación, considera esencial “educar muy bien” a los chavales desde los centros educativos y que, en el futuro, puedan convivir con la tecnología de manera correcta. “Para eso siempre es bueno predicar con el ejemplo”, aconseja, ya que entre los adultos también suelen darse conductas adictivas con sus dispositivos móviles y fomentar la de los niños y adolescentes. “La necesidad de regalar un móvil con conexión a internet cuando hacen la comunión o cuando llegan las navidades, la hemos creado los adultos, en cierto modo”, lamenta.
Rodríguez Rey señala que, normalmente, se pone el principal foco en los padres, “pero toda la sociedad está implicada”, y es necesaria una supervisión del uso que realizan los menores de las pantallas y ser críticos con la manera que tenemos de usar tecnología toda la sociedad. “Está claro que siempre, de antemano, se han tenido que ir estableciendo límites claros y bien definidos y fomentando la práctica de otras fuentes de satisfacción muy diferentes al teléfono y pantallas”, y recomienda “crear espacios de interacción familiar para disfrutar de actividades en grupo y procurar la restricción de los dispositivos en las habitaciones de los menores”.
También recomienda que no fomenten el uso de estos dispositivos a través de premios o castigos. “No podemos darle al niño el móvil si se porta bien o si se porta mal quitárselo”, advierte. “Por muy descabellado que pueda parecer es como decir si te portas bien puedes beber o fumar y si te portas mal no tanto”. Una conducta con la que se puede estar fomentando ciertos comportamientos dependientes y adictivos con esas estrategias, concluye la psicóloga.
