Populares, clásicos, tradicionales, hebreos y monumentales. Son estilos que caracterizan a algunos de los belenes que se montan en Ciudad Real para representar los pasajes bíblicos de la Natividad de Jesús de Nazaret. En pocos años, la ciudad se ha convertido en una de las capitales referentes de este arte imaginero, gracias a la labor de la Asociación de Belenistas -encabezada por su presidente Antonio Vich-, la iniciativa de particulares y el compromiso de hermandades que desarrollan, de manera cada vez más profesionalizada, esta tradición medieval, extendida en España desde el siglo XVIII.
Más allá de la costumbre de instalar belenes en la mayoría de domicilios particulares, la capital ciudarrealeña concentra algunos conjuntos de gran valor histórico y artístico, bien por tratarse de instituciones públicas -el monumental del Ayuntamiento, este año con el lema ‘Pescador de hombres’-, con más capacidad económica y recursos para el montaje, o religiosas, como los de las hermandades del Prendimiento y el Descendimiento. También es protagonista el denuedo de algunas familias en este arte, con casas que ya son parada fija en el mapa belenista local, como es el caso de los Villanueva Zamora.
Estos cuatro belenes son ejemplo de la apuesta por proyectos novedosos, en los que mezclan la artesanía con las nuevas tecnologías, en combinación con la labor catequizadora sobre el hecho religioso -desde la Anunciación, a la búsqueda de posada de José y María, el nacimiento de Jesús en un pesebre y la llegada de los Reyes Magos-. Todos los montajes están inspirados en los textos bíblicos, y en ellos confluyen artesanía, patrimonio, etnografía, folclore, música, historiografía y guiños particulares de los equipos de montadores.
Belén Monumental del Ayuntamiento
El belén del Ayuntamiento es el más completo, original y espectacular. Un año más, la Asociación de Belenistas, encargada de su construcción, no sólo no ha defraudado, sino que ha impactado con “el cambio de concepto”. Inaugurado el 4 de diciembre, se trata de un conjunto totalmente humanista y realista dispuesto en un gran diorama (maqueta en la que con un fondo pintado con figuras delante permite ver en un mismo sitio dos cosas distintas), que acoge el relato cristiano abierto al mar de Galilea.
De la exposición a “cuatro caras” del año pasado, explica Antonio Vich, un diseño “rara avis” en el mundo belenista, este 2022 han optado por un conjunto “al gusto de los de los belenes andaluces y también catalanes”, dotado de un celaje que fija la línea del horizonte y lo hace más grandioso.
La ubicación, otra novedad, del patio a una sala del antiguo Casino, ha dado a los belenistas “más libertad artística y creativa”, sin olvidar “la ilusión óptica” de quien lo mira, al ser una configuración “totalmente teatral”.
El marco del montaje es una cercha calculada por el arquitecto Javier Ramírez de Arellano, de 700 kilos, que se sitúa sobre el espacio en global del complejo que cuenta con más de 70 metros cuadrados -con 10,65 metros de ancho y 6,75 metros de fondo-, y 30 metros de celaje infinito.
Se trata de un proyecto “que ha llevado mucho cálculo” por los profesionales y “un gran desempeño por los carpinteros”, con el objetivo de reproducir las escenografías bíblicas, con el protagonista nuevo, como es el también llamado lago de Genesaret o lago de Tiberiades. De ahí el lema de ‘Pescador de hombres’, que ha dado paso al de ‘Ciudad de Reyes’ del año pasado, ambos con el “rigor histórico” que caracteriza a los miembros de la entidad belenista.
“Siempre nos gusta sorprender y mejorar” y, por ello, “pensamos que para que todo siguiera igual, había que cambiar todo por completo”.
La perspectiva fue la clave del giro y “como declaración de intenciones” es el ‘belén del mar’, compuesto por 250 figuras firmadas por “los mejores maestros imagineros”, e inspirado en la película americana ‘La Natividad’ (2006).
El nuevo concepto de visión marítima fue “inventado por el maestro belenista José Ángel García, que ha asesorado a los belenistas de Ciudad Real”, y la perspectiva la consiguen con el tamaño de las figuras, las del fondo de dos centímetros, frente a las más voluminosas del medio y principio del tablero, al que los niños pueden acceder subidos en un escalón que han dispuesto para “que disfruten más”.
El recorrido se inicia con el encuentro en Jerusalén entre el Rey Herodes y su hijo Antipas con los Reyes Magos, una escena “exótica”, en la que los magos son agasajados con frutas, dátiles o higos en fuentes de plata. Es una cena de tradición oriental (sentados en el suelo), en la que se “refleja el poder y la realeza” con las figuras de los pavos reales, entre otros efectos palaciegos.
Este conjunto cuenta con 10 figuras hechas a palillo, recién adquiridas, salidas de la mano del imaginero gaditano Javier Guilloto, que resaltan en primera fila, mientras que en fondo se eleva el faro, iluminado en la noche.
En el transcurso a otros escenarios, hipnotiza ‘el atrezzo’ de la ambientación de los oficios o la vida doméstica de la época, como una mesa de ebanistería, alfombras contrapeadas, cojines, faroles, telas de damasco o, incluso, una biblioteca en uno de los edificios..
También se ven a galgos, perro de reyes y faraones, paseados por un sirviente, hasta llegar a la gran cueva donde se representa La Anunciación, en esta ocasión avanzada por una legión de ángeles que apenas llegan si tocan el suelo por la ensoñación que viven.
El siguiente punto es el que da significado al montaje, compuesto por una preciosista barca de pescadores con vela latina, realizada por Manuel Casas y Antonio Vich padre. Simboliza a Jesús como “pescador de hombres”, y proyecta la creencia cristiana de sus fieles, subidos en un navío “donde navegamos en el mar de la vida, según la palabra de Dios”, apostilla Vich.
El mar, la auténtica atracción del belén, marca la línea del horizonte y está pintado en nueve metros lineales, coronado por el celaje que minuciosamente ha elaborado la artista sevillana Nuria Barrera. Se completa con una bahía y una zona de playa donde es digno de ver una vivienda de pescadores, en la que las mujeres se afanan en restaurar y reparar las redes de pesca, así como cerca se sitúa un mendigo que asa un pescado a la lumbre y un niño le ofrece una moneda.
La secuencia de la Virgen embarazada con San José buscando posada da la oportunidad de ver “la cotidianidad y la rutina diaria de las calles de Belén”, hasta la llega al Misterio con Jesús y sus padres, José y María. En este conjunto, es el padre quien acuna al Niño, y pone de manifiesto que “hay muchos San Josés en nuestra sociedad, que son buenos padres y buenos maridos”, sostiene el presidente de los belenistas de Ciudad Real. También es curiosa la imagen de unos niños mirando a los magos en su entrada en Belén, que podría simbolizar “la primera cabalgata”. Son muy atrayentes los camellos, obra de Pepe Domínguez, “muy expresivos” y ataviados con pieles, telas y alforjas.
Gran importancia tiene el montaje de luces y de sonido, que permiten recorrer con total realidad y en pocos minutos el amanecer y el atardecer en el mar de Galilea, con los sonidos de las olas y de las gaviotas. No en vano, toda la iluminación “es totalmente nueva”, con luminarias led y un sistema RGB, de última generación, controlado por ordenador, para reducir el consumo y el calentamiento.
Así, con visión cenital, los cambios de luz se hacen belleza en el paso del día a la noche, y la luna en varias fases, en un tratamiento prodigioso que envuelve al visitante, culminado por la música de villancicos sinfónicos, y bandas sonoras bíblicas e históricas, como las composiciones de Miklós Rózsa en la película de ‘Ben Hur’ o ‘La muerte de Ase’, de la Suite Peer Gynt de E. Grieg.
Familia Villanueva Zamora: ilusión y tradición
Los apellidos de la familia Villanueva Zamora son famosos en el mundo belenístico de Ciudad Real. Encabezada por la hermana menor, Amparo, conforman un equipo exitoso, que cada año sorprende con la instalación que realizan en el número 10 de la calle San Antonio de la capital.
El origen está en los padres, Mere y Andrés, ambos nonagenarios, que inculcaron a las hermanas Prado, Consuelo y Amparo la tradición de ‘montar el belén’ cada año, y que ellas han seguido con ayuda de otros familiares como “la tita Consuelo” o un cuñado.
El patio de la casa, a la que durante los días de Navidad visitan vecinos y conocidos, es el espacio que acoge el conjunto belenístico, cada vez más profesionalizado por Amparo, que está en continua formación, y que suma al acervo paterno de colocar “sobre colchas las casitas de corcho con tejados en rojo, el río con papel albal, un cristal pintado de azul y blanco, las montañas con harina para hacer la nieve y las figuras de barro muy chiquitinas que todavía conservamos”.
De “ir retocando” el trabajo de sus hermanas mayores, pasó a tener un gran interés por esta imaginería y a contactar con la artesana Lola Temprado, con la que ha aprendido técnicas, el manejo de materiales y nuevos enfoques en la composición de la escenografía.
El belén de la familia Villanueva puede tener dos dimensiones, y este año, han optado por el más pequeño, de 1,50 por unos 4 metros, con una novedad, como es la calle en perspectiva que trasciende el montaje de manera transversal y permite ver varias escenas a la vez.
Los personajes están representados por figuras de otros años, las nuevas de autor con las que renuevan -en esta edición los bueyes, de Ángel Sanguiño, la figura de Artabán -el cuarto rey mago-, y unas ovejas de José Ángel Oviedo-, y las de “cacharrería” que son las de su madre de niña, que han preservado. La ambientación es cosa propia y de la familia, pero siempre con carácter “popular o costumbrista”.
La escenografía “va cambiando” cada Navidad, y en la presente, en la que Amparo y su ‘equipo’ han invertido dos meses de trabajo, desde octubre, presenta un conjunto repleto de detalles de decoración: heno triturado y “montañas reutilizadas”, ajuares para escenas domésticas de la época, con cestas, jaulas, jarras, bombonas, sacos, alfombras, cestos, o canastos de varios tamaños, la mayoría “realizados por la tía Consuelo a ganchillo”. No falta el mundo animal “para atraer a los niños”, con el juego entre gatos y ratones, las palomas vigilantes, las serpientes de varias especies en posición de alerta, las tortugas a la espera o los caracoles tendidos.
El Misterio con la Sagrada Familia es de Daniel Alcántara, con la Virgen descansando y un ángel agachado que ofrece una estampa de gran sensibilidad maternal, que dota de una entrañable ternura al pesebre.
Amparo muestra la satisfacción personal y familiar por el montaje y también por las visitas, algunas con aguinaldo, que reciben con los brazos y las puertas abiertas. Es como cerrar el círculo de una tradición que los Villanueva Zamora afrontan cada año “con mucha ilusión y la magia de Navidad”.
Descendimiento: el alfa y el omega
La Hermandad del Santo Descendimiento de Ciudad Real es otra de las entidades que están haciéndose un hueco entre el belenismo capitalino, precisamente de la mano de Amparo Villanueva, hermana de la cofradía y miembro de la Asociación de Belenistas.
Es una de las autoras del montaje que la organización ha montado por segundo año consecutivo en la capilla de los Remedios, su sede canónica, al pie de su titular, el Cristo del Amor.
Se trata, explica el hermano mayor, Gonzalo López de Coca, de un conjunto “tradicional”, dirigido por Villanueva y con la colaboración de Jesús Torres, entre otros hermanos. Está ubicado en un espacio de seis metros cuadrados, con una disposición en perspectiva “totalmente renovada”, y dos puntos de luz “importantísimos”, como son La Anunciación y el Nacimiento.
En primer plano está el Misterio, obra de Guadalupe Guzmán, “con gran sensibilidad y dulzura”, aunque la hermandad ha encargado otro al sevillano José Ángel Oviedo, que estrenarán el año que viene.
Los detalles en el montaje “son muchos” y, por ejemplo, para buscar el efecto real de la tierra, ha utilizado heno cortado y canela, o comida real de pájaro para las gallinas, además de la fuente con el circuito cerrado de agua o la hoguera con chispas.
Otras particularidades que llaman la atención son las vigas y columnas a medida en las instalaciones donde se aloja el Nacimiento, además de las cestas y sacos en miniatura.
Pero el secreto mejor guardado es la medalla de la hermandad que lleva colgada un niño en el conjunto y cuya localización puede ser un juego para los visitantes.
La hermandad pretende con el belén “mantener la tradición” y hacer catequesis del relato bíblico aprovechando “la suerte de ubicarlo delante de nuestra imagen titular”, sostiene López de Coca, acompañado del prioste José María Álvaro López.
“Jesús nace, y lo celebramos con el Belén, y muere en la Cruz, que es lo que conforma nuestra iconografía”. “Tenemos el alfa y el omega, el principio y el fin de la vida de Jesús”, concreta.
El conjunto fue inaugurado el 10 de diciembre con la bendición de su consiliario, Adriano Delgado, y puede verse los jueves 15, 22 y 29 de 18 a 20 horas, y los viernes y sábados hasta final de año, de 18 a 21 horas, además del 5 de enero, cuando celebren la llegada de los Reyes Magos.
Prendimiento, piezas monumentales
Otro de los belenes de Ciudad Real más visitados es el de la Hermandad del Prendimiento de Jesús Cautivo que desde hace varios años monta en la Parroquia de Los Ángeles.
Impacta por su dimensión, de 15 metros de largo, 1,70 metros de fondo y 2,50 metros de alto. Las construcciones tienen aproximadamente 100 centímetros de alto, que varían en función de la profundidad, y el medio centenar de figuras que hay dispuestas son del artesano José Luis Mayo.
El párroco Felipe Muñoz destaca las novedades del belén de la unidad de acción pastoral El Pilar-Los Ángeles en una visita al monumental conjunto, con un sistema de luces que ambienta el día o la noche, coronado por el versículo de Lucas: “hallareis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”
El belén empieza con el pasaje de La Anunciación (también hay otra en un nivel más bajo para delicia de los niños) y sigue entre las casas y un mercado de la zona de Judea, todos de nueva creación, a la escena de la Visitación de Santa Isabel a la Virgen María.
En otro tramo, hay una representación de Jerusalén, ciudad amurallada y fortificada, desde donde parten los Reyes Magos camino de Belén. Precisamente, Baltasar va montado sobre un elefante que han creado laboriosamente los hermanos del Prendimiento.
El Misterio, con la Virgen, San José y el Niño, está en el pesebre y a sus puertas hay un pobre señalado a Jesús “que representa la caridad verdadera, es quien muestra a Jesús”.
La huida a Egipto de la Sagrada Familia cierra el montaje, junto al que muestran un templo de estilo egipcio con columnas caídas, que simbolizan que “sólo hay un Dios verdadero, que es el que lleva María en sus brazos, y no sus dioses”.
Como detalle simbólico está el ‘turilli’, un carpintero con las virutas que “tiene que ver los escultores que hicieron las imágenes de Jesucristo”.
El belén, levantado “con mucho esfuerzo” durante “horas y horas”, se inauguró 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada, y su exposición en un lateral del templo “es una manera de evangelizar”. Está abierto al público todos los días de 18 a 20 horas y por las mañanas bajo petición previa.