El término “pago”, que el diccionario de la Real Academia de la Lengua define como “distrito determinado de tierras o heredades, especialmente de viñas u olivares”, es la traducción al español de la palabra francesa “terroir” que se aplica a una pequeña zona con características propias y especiales en cuanto a suelo, clima y cultura (“saber hacer”) enológica.
El empleo de este término está regulado por ley y no puede utilizarse de forma comercial salvo en aquellas bodegas que cumplan determinados criterios de procedencia y calidad. Han de ser vinos elaborados exclusivamente con uvas procedentes de la finca-pago, que debe estar ubicada dentro de un sólo término municipal. Además, se han de cumplir unos estrictos controles de calidad y separación completa en la producción y crianza de otros vinos que pueda producir la bodega sin estar acogidos a la denominación “pago”.
Podemos decir que, jurídicamente, un pago es una pequeña denominación de origen. La idea de crear tal denominación se la debemos al añorado marqués de Griñón, que tanto bueno hizo por la viticultura y la enología en Castilla-La Mancha, y prueba de ello es que, de los veinte vinos de pago de España, doce se encuentran en nuestra región, la mitad de ellos en la provincia de Ciudad Real.
La Asociación Cultural Club de Vinos de Ciudad Real organizó el pasado viernes, 23 de febrero, una cata maridada de cuatro vinos procedentes de dos pagos situados en El Bonillo (Albacete): Finca Élez, primera bodega que logró la denominación de pago, y Pago Guijoso. Se trata en ambos casos de terrenos situados a considerable altura (entre 1.000 y 1.100 metros sobre el nivel del mar) y en un precioso paisaje dominado por las sabinas -varias veces centenarias en muchos casos- y la vegetación autóctona. Ya que las respectivas fincas están espacialmente muy cercanas, su edafología es muy similar, con suelos calizos, pobres, bien drenados gracias a su pedregosidad, que conducen a bajos rendimientos de la vid, condición sin la cual no hay calidad en el vino.
El vino que se cató en primer lugar fue el Chardonnay 2022 de Finca Élez, digno sucesor y elaborado a partir de las mismas vides del ganador en su día de concursos internacionales en Francia, cuna de la variedad. Se trata de un vino con crianza sobre lías, sutil y elegante, de un pronunciado carácter frutal y excelente frescura, hija de una acidez bien compensada por el glicerol, muy fino tanto en nariz como en boca.
Los vinos
El segundo vino, Finca La Sabina de Pago Guijoso, es igualmente un chardonnay, de la añada 2015, acogido a la denominación Vinos de la Tierra de Castilla. Con una crianza oxidativa de cinco años en barricas de roble francés, es un vino radicalmente diferente al anterior, aunque proceda de la misma variedad. En este caso, los aromas presentes recuerdan a los de un fino de Jerez, aunque con una oxidación menos acusada y un frescor todavía presente, que ayuda en el paso por boca y lo convierte en una experiencia muy agradable, lejos de los blancos ligeros a los que estamos acostumbrados en España y, sobre todo, en nuestra región. En todo caso, un vino muy interesante.
Pasando a los vinos tintos, se cató en primer lugar un Ousía de Pago Guijoso, elaborado exclusivamente con garnacha tinta o fina. Se trata de un nuevo proyecto del pago y su nombre es la palabra griega que significa “esencia” y que da lugar, a través del latín “essentia”, al término en español. Y ello es, realmente, lo interesante de este vino: la esencia de la garnacha fina es el escaso, aunque precioso, color y la sutileza de los aromas en la nariz. Ambos aspectos están claramente presentes en el producto, que aún no se comercializa y que prácticamente se presentó ante el público en esta cata maridada.
La cata se cerró con un vino en total contraste con el anterior: Las Teselas de Élez, un coupage de cabernet sauvignon (65%) y merlot (35%), cuyo nombre hace referencia a los mosaicos romanos de Lezuza, localidad albaceteña cercana a El Bonillo. Con un color muy profundo y brillante y una alta expresividad en nariz, es un vino al que se puede augurar una larga vida en la botella ya que posee la estructura tánica y la acidez apropiadas para ello. Un claro ejemplo de lo que puede hacer la altura del pago y la escasa producción de la viña sobre la calidad de un vino.
En la carretera que va desde Albacete hacia Barrax, y a pocos kilómetros de la capital manchega, en una vieja casa de peones camineros, casi en ruinas, había escrita la siguiente pintada: “El Bonillo es una nación”. Estos dos pagos demuestran que, desde luego y al menos desde el punto de vista enológico, si no una nación, sí se trata indudablemente de un paraje muy particular, más que apropiado para la vid y los vinos de gran calidad.