Niños de cortas edades han vivido esta mañana una experiencia única relacionada con el trato de las especies cinegéticas a través de sus huellas, excrementos y cráneos.
En conjunto han aprendido a reconocer especies del entorno, sobre todo mamíferos y aves.
Ha sido en el taller medioambiental infantil ‘Animales ibéricos y sus huellas’ celebrado dentro de la quinta edición de la Feria de la Caza, la Pesca y el Turismo (Fercatur 2019), con expertos del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos, IREC, encabezados por su director, Rafael Mateo.
En tres mesas los pequeños han conocido a identificar las pisadas que dejan en el barro o la arena animales como el tejón, el jabalí, el ciervo, el corzo, el zorro, la nutria, la gaviota reidora o el búho chico, que posteriormente han podido reproducir en bloques de arcilla que se han llevado a su casa.
En otra instalación los escolares han aprendido lo que son las egagrópilas o plumadas, que son las bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que regurgitan algunas aves carnívoras, y que son de gran importancia para los investigadores, a la hora de conocer los productos ingeridos y su presencia en el hábitat.
También han conocido lo que son las microestructuras de las plumas y cómo catalogan a las aves a partir de fragmentos de esta parte.
De la misma manera, han podido observar con ojos indagadores los cráneos de animales ibéricos, que a través del número de sus dientes puede saberse qué tipo de alimentación tenía el animal y si era carnívoro, omnívoro o herbívoro. Igualmente, a partir de tamaño y forma de sus cornamentas puede deducirse si el animal es vareto ( un año), joven (de 2 a 4 años) o adulto (de más de cinco años) e, incluso, si estába bien nutrido.
Todos estos conocimientos los han podido plasmar en dibujos, con con arcilla y con fotografías.
Uno de los responsables del taller, José Antonio Blanco, ha explicado que “es muy importante que los jóvenes y la sociedad en general se animen a ‘leer’ mejor el paisaje y reportar la información que consigan porque con ella se pueden hacer modelos de distribución, ver posibles riesgos de enfermedades y otros temas relacionados con la conservación de las especies”. Asimismo, ha apuntado que “hay personas que, sin ser científicos, pasan mucho tiempo en el campo y tienen un gran conocimiento del mismo, por lo que es importante ese intercambio de información”.