Son diez años de investigación arqueológica en torno a una crucial batalla que dirimió la lucha dinástica entre los hijos de Alfonso XI en el siglo XIV y que culminó con Enrique de Trastamara asesinando con sus propias manos en Montiel a su hermanastro, Pedro I el Cruel, rey legítimo también llamado el Justiciero, lo que bien podría haber sido el argumento de una tragedia shakesperiana con todos sus ingredientes como el afán de poder, el cegador odio y la venganza, sin miramientos en cuanto al derramamiento de sangre, aunque sea la propia.
Con una amena y didáctica descripción del desenlace de este Juego de Tronos, basada en sus trabajos de localizar los emplazamientos donde se desarrolló la Batalla de Montiel y cómo era la fortaleza en la que Pedro I se atrincheró, Jesús Manuel Molero García entró este miércoles a formar parte del Instituto de Estudios Manchegos como consejero de número.
A los reyes no se les suele matar. “Siempre se negocia con ellos, se les protege, se pide un rescate…, pero acabar de esta manera tan trágica, siendo además hermanos de padre, es bastante excepcional”, consideró Molero, que estimó que en el acto de Enrique II estuvo el temor de que si dejaba vivo a Pedro I “seguramente hubiese podido recomponer ejércitos y volver otra vez a poner en discusión su aspiración al trono, con lo que se dijo ‘bueno, matando al rey se acaba la oposición’”.
En el salón de plenos de la Diputación Provincial, Molero contó en su incorporación al Instituto de Estudios Manchegos con Francisco Ruiz Gómez como padrino y Raquel Torres Jiménez como madrina, quien también se encargó de pronunciar la laudatio en la que destacó su brillante trayectoria como docente, investigador y gestor, labores refrendadas por el propio rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, Julián Garde, quien le calificó como un excelente profesional y “una mucho mejor persona”.
El delegado provincial de Hacienda y Administraciones Públicas, Francisco Pérez, y el diputado provincial, Dionisio Vicente, también asistieron al acto, en el que el presidente del Instituto de Estudios Manchegos, Alfonso Caballero Klink, recordó cómo hace cuarenta años la arqueología medieval “ni existía” como disciplina e investigadores como Molero han logrado ir llenando esa laguna o vacío en el conocimiento de todas las etapas culturales.
En su discurso de incorporación a esta institución, Molero habló de la propaganda enriqueña, del bando ganador, dirigida a enfatizar, en algunos casos de forma falsa y exagerada, el apelativo de cruel de Pedro I, quien mandó encarcelar y matar a personajes destacados de la época que se rebelaron contra él y querían arrebatarle el trono, teniendo en cuenta que “en la Edad Media la forma de hacer justicia era matar al enemigo sobre todo si era acusado de alta traición”.
Sobre los orígenes del conflicto, Molero recordó que Alfonso XI tuvo doce hijos, dos legítimos entre los que se encontraba Pedro I y diez ilegítimos pero por los que sentía debilidad y a los que “agasajó con señoríos” como a Enrique Trastámara a quien hizo “conde y bastante poderoso, de manera que enseguida quiso disputar el trono a su hermanastro y convertirse en Enrique II”.
Pedro I apostó por seguir la política de su padre, quien creó instituciones nuevas y reformó la hacienda para sanear las arcas del estado, lo que le generó recelos al ir en contra de derechos ancestrales de ciudades, nobleza e iglesia, de manera que, aunque contó con el apoyo de parte de la nobleza de la época, la mayor parte se fue al bando de Enrique II que, para aspirar al trono “prometió, prometió y prometió”, concediendo las ‘mercedes enriqueñas’ de privilegios, títulos nobiliarios y señoríos a los que le apoyaron militarmente. De ahí, que se granjeara para su causa a “tanta nobleza, casi todos los obispos y las órdenes militares en contra del rey legal”.
Este conflicto sucesorio, e incluso la batalla de Montiel aunque menos, se había estudiado desde el punto de vista de las fuentes escritas, de la documentación y las crónicas, pero no desde el punto de vista arqueológico, algo que lleva realizando desde hace una década el equipo de Molero, quien describió con imágenes de restos encontrados y recreaciones digitales los lugares de la contienda y edificios del castillo de Montiel relacionados con la batalla.
De forma circunstancial, casual, Pedro I se encontraba en territorio montieleño, reuniendo efectivos en la zona para enfrentarse a su “medio hermano” Trastamara, y la contienda se produjo en dos emplazamientos, constatados por los restos que se han encontrado: un primer choque en un vado en el río Jabalón próximo a la aldea de Torres, cercana a Montiel, y luego, la batalla propiamente dicha entre el cerro donde está el castillo de la Estrella y el cerro de San Polo.
¡Pedro I podría haber utilizado otra estrategia como huir o encastillarse en Montiel a la espera de refuerzos, pero decidió presentar batalla, quizás porque no era conocedor de que enfrente tenía un ejército mucho más potente!, mientras que el suyo estaba diseminado por el Campo de Montiel acuciado por la necesidad de avituallarse, apreció Molero, que resaltó que la batalla fue rápida con victoria para el bando de Enrique II, refugiándose Pedro I en el castillo de Montiel, donde estuvo diez días hasta que finalmente salió de la fortaleza ante promesas de “escapatoria, pero le engañaron y murió en manos de su propio hermano”.