Hace justo dos décadas, en enero de 2002, el euro de manera práctica sustituyó a la peseta y todo pasó a valorarse a partir de la moneda comunitaria, aunque muchos continuaron, y bastantes años después, haciendo el cambio mental para apreciar mejor los costes.
Eso le pasó a Agustín Durán que durante bastante tiempo estuvo “acordándose de ellas” a la hora de asimilar el contenido de las cifras económicas, pero desde “hace cinco o seis años” se le ha olvidado “pensar en pesetas”, se le ha “borrao” esa traslación numérica, y sólo se acuerda cuando aparecen la cifra de 6.000 euros equivalente al “millón de las antiguas pesetas” para percatarse de lo que suponen las cantidades con muchos ceros detrás.
“Además, es mejor no calcular en pesetas para no endemoniarse. Si sigues calculando en pesetas te puedes”, como poco, enfadar, advierte. “Cundían más las pesetas, pero muchísimo más”. “Antes, un muchacho de veinte años con quinientas pesetas era el rey del mambo y ahora le das quinientas pesetas que son tres euros, le dices que se vaya a dar una vuelta y se la da como mucho a la manzana”, estima Durán, cuyo último vídeo con Gloria Santoro versionando la canción de Camilo ‘No es vida de rico’, grabado en el transcurso de una jornada recogiendo aceituna, ha cosechado multitud de likes y se ha “removido mucho” por las redes.
El euro, a su entender, no nos ha hecho más pudientes. Empezaron los redondeos al alza y por ejemplo, de repente, las tiendas de veinte duros pasaron a ser de un euro, mientras que los salarios no subieron en proporción a cómo lo hicieron los precios. “Lo que hemos hecho es organizarnos mejor pero más ricos no nos ha hecho el euro”.
Algún billete de pesetas tiene guardado y, “en alguna ropa de esta añeja, siguen apareciendo todavía monedas como las de cinco duros con el agujerillo”, señala, para confesar que “el factor romántico siempre está ahí”. En su casa, tenían guardada una unidad de cada moneda, aunque no sabe si su madre “iría a cambiarlas sin que nos diésemos cuenta porque hace tiempo” que no las ‘revisa’.
Su hijo, por el contrario, no ha conocido el mundo en pesetas, como les pasa a las hijas de Juan Fernando Romero, quien admite que se acuerda “y mucho” de la antigua moneda con la que se crió. “Cuando salíamos con mil pesetas tenías, ¡buah!, para dar una fiesta increíble y ahora te vas con cincuenta euros y nada, no haces nada”, lamenta. Ahora, “todo está por las nubes, todo ha subido un montón. Antes te tomabas un café por cien pesetas y ahora está en 1,20 euros, el doble”. La vida sube, pero antes los sueldos “te dejaban para más” y, aunque digan que veinte años no son nada, “nos han cambiado completamente”.
Quien lo sigue calculando todo en pesetas es Faustino Herance, panadero jubilado, para quien el euro “nos ha hecho polvo” porque “gastamos dinero y no nos damos cuenta”. Antes “cogías mil pesetas y tenías para una semana yendo todas las tardes al bar”, donde una cerveza en su pueblo, Arroba de los Montes, costaba ochenta pesetas frente a las doscientas actuales, y ahora con seis euros no vas a ningún lado, se gastan en un periquete y, al final, “no llegamos ni al quince de mes”. El otro día compró unos calzoncillos y media docena de calcetines por 28 euros, que en realidad son “casi mil duros de antes, cinco mil pesetas”, cantidad que le daba, un par de décadas atrás, para comprar mucho más. Ha subido más la vida que los sueldos y pensiones, por el cambio “no nos damos cuenta de lo que gastamos”, luego “no alcanza” y “la gente está sin un duro, no se puede ahorrar ni un perro”.
También Juan Alba siente cierta ‘morriña’ por la peseta. Siempre que hacen, tanto él como su mujer, una operación con euros ven “cuánto significa en pesetas”, las cuales “daban más de sí. Antes te ibas con cinco mil pesetas y… fenomenal, llegabas a todos los lados”, pero ahora vas con diez euros y dices ‘¿pero ya…?’, al instante ‘te los fundes’ y “son casi dos mil pesetas”.
Así mismo, la ‘viruta’, la calderilla, daba más juego y se usaba más. “Ahora el centimillo de cobre lo dejas aparte, el de dos también” y sólo se salva “el de cinco que es mayorcillo”.
Por su parte, Delfín Niño no sólo añora la peseta sino décadas en las que “se vivía bien” como las de los setenta y ochenta. Habremos ganado en comodidades pero antes “la gente era más sana, sencilla y humilde”, mientras que ahora todo es velocidad: “ahora no que llevo prisa; quítate; no, que no puedo; ya veremos; u otro día”.
“Antes con mil pesetas hacías mucho, ahora con diez euros, nada, nothing”, apunta Beatriz, que tenía justo veinte años cuando entró en vigor el euro y considera que “todo se ha vuelto más caro”. Cuando el café empezó a costarnos un euro “creo que ahí se nos fue la ilusión”, se disipó el encanto, por la entrada de la nueva moneda, señala Beatriz, que tan sólo piensa ya en pesetas cuando se trata de cantidades grandes como millones.´
“Al principio nos lo pintaron muy bonito”, pero que si con el “temido redondeo”, que si la inflación,…, resulta que los precios han subido hasta el punto de que “con cinco mil pesetas llenábamos un carro de comida y ahora 30 euros parece que no son nada”, expone Prado Sánchez, que se reconoce pensando aún en la antigua moneda y empleando dichos como ‘nadie te da duros a cuatro pesetas’. A su sobrina, por ejemplo, le explica que antes del euro estaba la peseta, “al igual que antiguamente los reales, y en otros países monedas como la lira o el escudo”, pero no deja de ser algo histórico que los más jóvenes no han vivido.
Para Justa, la entrada del euro supuso “una pérdida importante de poder adquisitivo para los ciudadanos” ya que “se redondeó al alza en todos los sectores, actividades y productos”. Aparte de los potenciales beneficios a nivel político, de cara a la convergencia en Europa, a nivel ciudadano “no fue positivo” porque se tomó como un euro las cien pesetas de antes, cuando se trataban de 166, con lo que se aplicó “una subida del sesenta o setenta por ciento, que luego ha ido a más”, sin que el poder adquisitivo, a partir por ejemplo de los salarios, en España fuera el de otros países comunitarios.
Su hija, Cristina, era “muy pequeñita” cuando se le dijo adiós a la peseta, con la que, por lo que ha escuchado, “se podía comprar más barato”, una moneda que se recuerda con “nostalgia” como se aprecia en las distintas valoraciones de ciudarrealeños que preguntados de forma aleatoria en la calle expresan su opinión sobre la entrada hace veinte años del euro.