Hace poco más de diez días coincidíamos en el campo con Ginés Marín, torero al que en la sección de Toros de Lanza teníamos mucho interés por retratar. Fundamentalmente porque es el torero joven en el que mayores expectativas creemos que tiene. Y no lo decimos ahora, apostando a caballo ganador una vez que ha abierto la Puerta Grande de Madrid. De hecho nuestra intención era haber publicado el reportaje de campo antes, pero desde el Gabinete de Prensa del torero nos pidieron que esperáramos a que pasara la primera corrida de San Isidro. Y así lo hicimos.
Ahora, ya pasada, hemos visto nuestras expectativas cumplidas, como las vimos el día de tentadero que pasamos en El Ventorrillo junto a Ginés Marín. Aquella mañana el torero jerezano, aunque ya casi adoptado extremeño, deleitó a los allí presentes, entre ellos el propio ganadero Fidel San Román. Y lo hizo con capote y muleta, con ese aire entre ausente y ensimismado que denota introspección y recogimiento interno. Porque para poder darse al exterior, es imprescindible estar bien por dentro. Hay que tener algo que decir y, más importante aún, saber decirlo. Y Ginés Marín tiene discurso; y tiene dicción.
Frente a las vacas de Fidel San Román, criadas y cuidadas por el mayoral Enrique Sánchez, Marín exhibió un torero estoico y plástico, de riñones siempre hundidos, y mezcla de mando, caricia y temple en sus telas, como es el toreo. El bueno, al menos.
Y el pasado jueves, en Las Ventas, frente a una corrida toledana de Alcurrucén con posibilidades de triunfo -aunque no facilidades- Ginés Marín acertó a teclear la palabra mágica –T O R E O- en la cátedra del ídem. Y claro, venció –si es que hubiera algo o alguien a que/quien vencer- y convenció llevando encajado y largo a un toro de la familia Lozano que metió la cara abajo con longitud y emoción, sobre todo en un cambio de mano que desde ayer mismo ocupa un lugar de privilegio en el podio del recuerdo junto a otros colosales de Alejandro Talavante.
Hoy llega su segunda comparecencia en Las Ventas, frente a toros de El Torero, con Joselito Adame y Francisco J. Espada. Si acierta a dar otro zambombazo, esa incipiente revolución de los jóvenes, encabezada en realidad por Roca Rey, puede sumar otro mandamás. Ojalá. Hace falta remover el avispero.
Señores, abran paso. Ha llegado Ginés Marín. Y éste sabe torear. De verdad.