La imparable subida de precios de la energía y la alimentación y de todos sus derivados está registrando efectos directos no solo en el Índice de Precios al Consumo (IPC) sino en el bolsillo de los consumidores. Los desorbitados valores al alza en productos como el combustible y la electricidad ya han implicado una importante pérdida de poder adquisitivo entre la ciudadanía.
Según Eduardo Irastorza, profesor de OBS Business School, el origen de esta escalada está en el elevado coste de las materias primas y en la recesión económica que estaba “latente” y se ha acelerado con la pandemia.
Por un lado, el coste elevado de los materiales básicos, explica el profesor, repercute en el precio final de los productos, como es el desabastecimiento de los microprocesadores que está golpeando de manera notable a la industria del automóvil. “Ha hecho, sostiene, que la producción de vehículos se límite mucho”, y se suma al “parón en la distribución por falta de contenedores”, debido al desequilibrio entre exportaciones e importaciones y al “freno de las locomotoras de la economía internacional”: China, EEUU, Alemania y Japón.
La crisis sanitaria, por su lado, “ha puesto de relieve la notable dependencia del modelo económico español a sectores sujetos a factores de riesgo, como la hostelería o el turismo”.
Si en 2019 “España alcanzó los 80 millones de turistas”, coincidiendo con una época de bonanza, las restricciones de movimiento del año posterior hicieron que la cifra cayera hasta los cinco o seis millones de visitantes.
Irastorza también ve como elemento generador de la inflación la “falta de confianza” en los mercados inversores. Se trata, según el especialista, de “un antiguo intangible que no aparece en los libros de cuentas, pero que es importante en la relación con el cliente, y sustenta la viabilidad de las empresas”.
Las economías domésticas repercuten la crisis
La situación es “complicada” en su conjunto y hace que los españoles y las economías domésticas “lo estén repercutiendo” con una menor capacidad “para invertir en las casas y en las vidas”. “Es un hecho que los ingresos están por debajo de las necesidades de las familias”, acostumbradas en el estado de bienestar “a un determinado nivel de vida”, dentro de una generación “menos austera que la anterior”, a la que “gusta vivir experiencias”.
Es un acomodo que se puede truncar, advierte Irastorza, en el plazo medio, por los efectos derivados de la “guerra económica” internacional. “La mala noticia es que tendremos que trabajar más y ganar menos dinero” porque “competimos con países como India o China”, cuya fuerza de trabajo es “más barata” y su capacidad tecnológica “cada vez más sofisticada”.
“Tenemos que ser honestos con nosotros mismos, reflexiona el docente, y saber que toca apretarse un poco el cinturón y adecuar los gastos a los ingresos, tanto por parte de los particulares como de los gobiernos”.
Pero ojo, Irastorza advierte sobre una deflación (exceso de oferta y disminución generalizada de los precios) provocada por la contención del gasto doméstico. “No es deseable” porque “perjudicaría el consumo”. Es el caso de Japón, señala el experto, cuya ciudadanía en crisis, tras vivir una guerra y falta de alimentos, ahorró mucho dinero. La recesión aumentaba y la solución fue avivar la economía a través de un incentivo al dinero con fecha de caducidad para gastar obligatoriamente en un periodo de tiempo.
El profesor avisa de la generación de ahorro como método para proteger la economía familiar. “Si no hay consumo, la economía se resiente, provoca más paro y menos ingresos públicos”, sostiene, antes de explicar que “tan malo es tener una inflación como una deflación”.
“Hay que alcanzar un punto medio para sobrevivir, gastar con criterio y redescubrir lo que la pandemia nos ha enseñado”, como es “valorar con quién estoy y no dónde voy”. Irastorza va más allá y avanza el escenario gris que vivirán las generaciones futuras. “España vivirá por primera vez en su historia que una generación que sigue a otra no va a tener el nivel de vida que han tenido sus padres”, remacha.
El sector tecnológico, una salida para crecer
Con todo, Irastorza ve como “gran oportunidad” el sector tecnológico, cuyos desarrollos en pandemia han acelerado la reconversión digital. El teletrabajo y la compra por internet son herramientas “absolutamente claves”, opina, para salir de la crisis. “Buscar públicos a través de Internet hacen posible la viabilidad de algunos sectores”, a pesar de que el escenario político y económico sea “muy complejo”.