El escenario —atrevido y sorprendente como toda la obra— nos sitúa en una lavandería. Esperanza. Es el Purgatorio, el lugar donde las almas lavan sus culpas para poder ir al cielo. Además de por los ingenios de limpieza lo hacen mediante juicios que preside la Honorable Littlefield, una dominatrix a la que interpreta Nuria Moraga. Una implacable y ambiciosa abogada irlandesa, Fabiana Aziza Cunninghan, a quien da vida Nieves Jiménez quiere retomar la causa de Judas Iscariote y mandarlo al cielo. Se enfrenta a un juez árabe, Ysef El-Flayumy, de quien hace Carlos Torres, empeñado en condenar a las llamas eternas al zelote.
Durante dos horas pasan por la vista infinidad de testigos. Interpretados por dos actores. La Madre Teresa de Calcuta y Caifás, personajes a los que da vida Anabel Corral. Simón el Zelote, San Mateo, Freud, Pilatos y Satanás interpretados por Juan Luis Navarro. También declara la madre de Judas, Henrieta, de la que hizo Helena Moraleda. Hay una pizpireta y tímida secretaria del juzgado, Baillif, interpretada por Pilar Pradillos.
La representación introduce excursos y vueltas atrás en el tiempo. Escenas en las que aparece Santa Mónica, madre de San Agustín y heavy (Anabel Corral); una Gloria en monopatín, que es Pilar Pradillos; Matías de Galilea (Juan Luis Navarro); María Magdalena, que es Nuria Moraga. Por supuesto aparece el propio Judas, a quien da vida Raúl Benito. Y Jesús, omnipresente (en el sentido más literal del término) y piadoso, interpretado por Goyo Peño.