La biblioteca privada del periodista y escritor Manuel Juliá es un espacio capaz de ilustrar su experiencia vital. En ella atesora alrededor de 4.500 volúmenes. “Es toda una vida pensando en qué lees cuando terminas de leer un libro”, explica.
“Como seres humanos tenemos, lo dice mucho Freud, una comunicación con los objetos. Él hablaba de objetos afectivos segurizantes, que dan seguridad, y eso son para mí los libros, tenerlo en la mano me da seguridad”, explica en la buhardilla de su casa donde tiene recluidas las historias que cuentan sus libros y las suyas propias.
La biblioteca están muy bien organizada: novela, poesía, novela americana, novela en inglés, todo por países, tiene ensayo, filosofía, historia y política actual. “Lo que para mí destaca es la novela y la poesía hispanoamericana que es de lo que más tengo y están unidas por la lengua, no distingo por países”, indica.
El de más valor sentimental, las “Rimas y Leyendas” de Bécquer
De cuantos posee, el libro que más valor sentimental tiene para él es el de las “Rimas y Leyendas” de Gustavo Adolfo Bécquer. “Recuerdo que en mi casa, mi padre era guarda, había solo dos libros: la biblia y un ejemplar de las “Rimas y Leyendas” de Bécquer, nada más que esos dos libros y me los leí muchas veces. Mi madre me decía que iba a acabar o cura o poeta y le dije que me llamaba más la obra del sevillano. A partir de ese momento sentí en mí, por mimetismo con esa lectura, una impronta de querer leer, y sentí que mi destino era escribir”.
Como buen manchego es un apasionado de la vida de Miguel de Cervantes. Así, atesora una pequeña biblioteca de nuestro autor más universal, con cerca de 50 volúmenes que, afirma, le gusta mucho leer de vez en cuando.
“Tengo dos libros, uno al lado del otro, Lecciones sobre el Quijote, de Vladímir Nabokov, y Vida de Don Quijote y Sancho, de Miguel de Unamuno, que son como dos extremos; el de Nabokov es una crítica feroz a Cervantes y el de Unamuno es un elogio de la genial obra”, añade.
El más valioso, de Luis Astrana Marín
Cuenta también con varios títulos de reflexiones de otros autores sobre el Quijote y asegura que el libro más valioso de cuantos posee son los siete tomos de la vida de Cervantes de Luis Astrana Marín, “Vida del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Decía Gregorio Marañón que “la librería de un hombre es también su retrato, y tan fino que no pueden igualarle ni los pinceles más exactos ni la pluma más penetrante y fiel del mejor biógrafo. Los libros que cada cual escoge para su recreo, para su instrucción, incluso para su vanidad, son verdaderas huellas dactilares del espíritu, que permiten su exacta identificación”.
Y así lo explica también Manuel Juliá. “Para mí es un verdadero problema acabar un libro que me ha gustado muchísimo, que lo he leído con mucho placer, enganchar otro luego es difícil, ese es un momento complicado”.
Como vivencia, cuenta que eso le pasó con la obra de Marcel Proust, “siete tomos que me los leí en un verano; estuve un mes y medio que no era capaz de leer nada, me había metido tanto en su mundo, me había enganchado tanto… El que me sacó de ese atasco fue Shakespeare, un autor que lo tengo muy trabajado, muy leído, y siempre me gusta, entre una lectura y otra, intercalar alguna de sus obras”.
Relata que igual que Cervantes muestra como nadie lo que es la historia de la vida, y de las personas, Shakespeare muestra como nadie el interior del ser humano. “Si tú, ahora mismo, me dices una pasión, un sentimiento, yo te digo un personaje de Shakespeare, es inigualable, nadie lo ha superado. Shakespeare y Cervantes me salvan esos momentos en los que leo un libro que me gusta mucho y me cuesta encontrar otro”, añade Juliá.
Sobre el libro electrónico
“En los libros hay algo de valor en el tacto, en la visión, en el olor…” que a Manuel Juliá no le ha permitido, de momento, adentrarse en el libro electrónico. “Yo pienso que los libros jamás desaparecerán, como los periódicos. Eso no quiere decir que en un momento dado, como en un viaje, no lo pueda usar pero el ir, el buscar, el tocar, sacar, el abrir, es insustituible”.
Sin embargo, sí le ha enganchado el audiolibro porque, explica, te permite hacer otras cosas al tiempo que disfrutar con la lectura. “Yo, por ejemplo, me he escuchado La Ilíada, La Odisea y La Eneida, además de Las siete tragedias de Sófocles, y eso me ha encantado; para mí hacer deporte es aburrido y con el audiolibro me he dado cuenta que caminar, o hacer deporte, escuchando un libro es mucho más ameno”.
Manuel Juliá es capaz de leer cuatro libros a la vez, algo que es habitual en él. En el centro de su biblioteca, un par de mesas acogen, apilados unos sobre otros, esos libros que esperan su turno de lectura. En esa carrera que comienza con varios libros a la vez, “alguno se cae, combino poesía, novela, narrativa y filosofía, según esté mi estado de ánimo me meto más en uno o en otro”, explica.
De los libros que no ha sido capaz de acabar prefiere no dar nombres. “Si no me engancha un libro lo dejo”, indica. Y el mejor libro que se ha leído, “La muerte en Venecia” de Thomas Mann.
De literatura actual le gusta mucho Javier Cercas, Patricio Pron, Isaac Rosa, Paul Auster, Javier Marías o Luis Landero, de quien afirma que su última novela, “Lluvia fina” es “una maravilla”. En sus manos, ahora, entre otros “Anécdotas del destino”, de Isa Dinesen.
La biblioteca, también un lugar donde refugiarse y escribir
La biblioteca de Manuel Juliá es su oficina y en ella se encuentra parte del material de su trabajo. Licenciado en Ciencias de la Información, también ha realizado cursos de Doctorado sobre política comunitaria en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Castilla la Mancha, su realidad profesional se enmarca, fundamentalmente, en la literatura.
Con 65 años de edad, Juliá destaca que toda la actividad que ha realizado a lo largo de su vida, en el fondo, ha tenido siempre una realidad literaria. “Siempre he intentado tener tiempo para leer y realizar una actividad relacionada con la literatura”, subraya.
El periodista y escritor añade que su esencia es escribir, algo que siente desde los 12 o 13 años. Así, nos cuenta que comenzó siendo un chaval. “Tuve una primera etapa, que va de los 16 a los 21 años, en la que escribí mucho y publiqué en muchos sitios, en el diario Ya, en la revista Triunfo, tenía muchos artículos publicados en Poesía Hispánica, que era una revista de poesía, trabajé y escribí en el Diario de Caracas…, hasta que en 1983 inicié en mi vida una etapa política, en el Ayuntamiento de Puertollano, una actividad, la política, que era incompatible con la literatura por la falta de tiempo. Estuve como diez años, hasta 1993-94, y cuando la dejé empecé a escribir en Diario 16 y retomé mi labor literaria y mi dedicación literaria”, explica.
Recuerda que publicó su primer libro de poemas en el año 1998, “De Umbría”, y en esa primera etapa, añade, también escribió algunos libros que no llegó a publicarlos, “no me atrevía a presentarlos si quiera”, comenta sonriente.
“Fue a partir del año 1998, año en que sale a la venta mi primer libro, cuando se encadena en mí una realidad de persona que quiere desarrollar su vida escribiendo, porque lo necesito”, argumenta, y, en broma, añade que “es el única manera de que no me corten cuando hablo porque en este país estamos acostumbrados a cortar a la gente cuando habla. La verdad es que para mí escribir es una necesidad, sin más argumento pomposo ni más circunstancia explicativa. Necesito escribir como otros necesitan ir al campo, viajar, hacer cosas de mecánica o hacer deporte”.
Manuel Juliá añade que la suerte que tiene ahora es que, después de una azarosa vida en múltiples trabajos, desde hace 7 u 8 años dedica bastante de mi tiempo a escribir.
Dos etapas como escritor
Igualmente, destaca que a lo largo de su trayectoria como escritor ha tenido dos etapas bien diferenciadas. En la primera era “un ratón de biblioteca”, muy creyente en la metaliteratura, en escribir porque aquello que leía le motivaba a escribir; “leía mucho y realicé una literatura muy intimista, muy intentando llegar a lo más hondo del ser humano, que es algo que va más allá del subconsciente, llegando al área espiritual que todos, como “homo sapiens” que somos, tenemos”, explica.
Su segunda etapa destaca por “beber de la calle”. En 2018 realizó un proyecto muy interesante para el diario El Mundo y la cadena de televisión Tele 5. Titulado “España mira a la Meca” incluyó la emisión de tres capítulos en esta cadena televisiva, tratando el tema desde la perspectiva de la convivencia, la mujer y el terrorismo, y seis reportajes en el Diario El Mundo.
“Decidí salir con una libreta a la calle y hablar con la gente, y pregunto a las personas, y escribo; a partir de ese momento defino mi literatura como una absorción de lo desconocido de la calle, intentando explicar, más allá de lo aparente, lo que es la realidad de la vida, en el exterior, en la calle”, explica.
Juliá asegura que su literatura ahora no es tan intimista, eso no quiere decir que no continúe leyendo, algo que para él es una necesidad, “sino que quiero beber de la calle, quiero absorber la vida de fuera”.
Su último trabajo es un fiel reflejo de esta realidad. En “Que nadie diga que no luchaste contra molinos de viento”, que hace apenas unas horas que se ha publicado, recoge nueve narraciones, las sorprendentes historias de vida de nueve personas que ha novelado y con las que Tele 5 ha producido, también, una serie de cuatro programas de televisión, “Quijotes del siglo XXI”, que se están emitiendo en la cadena desde mediados del mes de octubre.