De las cinco cofradías existentes en la aldea, la más antigua parece ser la Hermandad del Santísimo Sacramento, que ya en 1615 contaba con la necesaria Bula de la Hermandad, siendo su mayordomo Alonso Muñoz Galindo. Creada a imagen de la constituida en Chillón a finales del siglo XVI, su administración va a correr a cargo de un Alcalde de la Hermandad, un Mayordomo y un Escribano, oficios asignados anualmente durante la reunión que en el mes de junio celebraban todos los hermanos en la Iglesia parroquial. En esa misma junta, el Alcalde y Mayordomo salientes debían justificar los gastos e ingresos que durante el año de su mandato se hubieran producido. Entre los primeros se hacía cuenta del importe de la siembra y siega de la cosecha de la Hermandad, el incienso, la cera, el aceite, la limosna, los gastos de fiestas, procesiones y misas, el alquiler del agostadero para sus reses y lo abonado al ganadero encargado de cuidarlas, y por lo que respecta a los ingresos, se declaraba lo obtenido por el arrendamiento de cercas, reses, venta de paja, limosna, réditos de los censos, cosecha y rentas del rebaño de cabras. Estos oficiales de la Hermandad solían ser a su vez patronos de la ermita de la Nuestra Señora de los Remedios y donaban la mitad de la cosecha a la Cofradía de la Virgen del Rosario, para ayudar a su mantenimiento.
De la relación de bienes entregados el 28 de febrero de 1616 a Juan Muñoz Pizarroso, como nuevo Mayordomo de la Cofradía, y entre los que se mencionaban una serie de ropajes sacerdotales y utensilios litúrgicos, así como un utrero y 4.460 maravedíes, a los enumerados ante el vicario D. Alfonso Navarro el 21 de junio de 1723, va a distar un abismo, que refleja el importante crecimiento económico experimentado por la Cofradía en un siglo. En este inventario se habla ya de un rebaño de 156 cabras, una escritura de censo de 40 ducados y otra de 301 reales, un quiñón de tierra en el Morrio, una custodia de plata, un buey, dos vacas, seis novillos y dos eralas además de un mayor número de ornamentos para la liturgia.
Como si de un vecino más se tratara, la cofradía también entraba en el reparto de las suertes de tierra de la Vega de Valdesapos, que anualmente se hacía entre los habitantes de la aldea, aparte de poseer ella misma terrenos propios. Para el cultivo de estas tierras, los hermanos de la Cofradía dedicaban parte de su tiempo, de forma desinteresada, en sembrarlas y segarlas para beneficio de la misma. Dicha práctica está documentada con anterioridad a 1621 y a partir de 1634, la propia Hermandad corría con los gastos de comida y bebida de los generosos labradores por si la pena de 100 maravedíes impuesta al hermano que no acudiera no fuera lo suficientemente motivadora. Así, ese mismo año se anota un cargo de 3 reales por media arroba de vino que se gastó el día de la siembra en la suerte, 17 reales y medio de carne y vino para dar de comer a los segadores o los 9 reales y 12 maravedíes que importó el vino y el incienso para el día de la trilla. Estos gastos irán en aumento como se puede apreciar en las cuentas de la Cofradía de 1682 donde se menciona un cargo de 34 reales y medio en pan y vino el día de la trilla y la siega, 56 reales y 10 maravedíes en la siega y la cebada de la suerte, 57 reales en dar de comer a la gente que fue a sembrar y 12 reales en el barbecho. Con el transcurso de los años, estas tareas agrícolas se irán asemejando más a una especie de fiesta campera o “Comilona”, pues en 1736 y como gastos el día de la sementera aparecerán 33 reales por un macho cabrío, la misma cantidad por tres arrobas de vino, 7 reales de siete libras de queso o 10 reales por tocino, berzas y aderezo de la comida, siendo muy similar los gastos ocasionados el día de la siega: 22 reales de una cabra, 45 reales y medio por tres arrobas de vino, 7 reales de siete libras de queso y los 10 reales que importó el tocino, las berzas y los condimentos.
Con la venta del trigo y cebada recogidos en cada cosecha, el alquiler del rebaño de cabras a 2 reales por cabeza, el arrendamiento de la cerca de la Hermandad, la limosna que se pedía los domingos por las calles, la venta de la paja sobrante de la cosecha, el arrendamiento y venta de reses o los dividendos aportados por los censos, los beneficios obtenidos por la Cofradía hacían de ella la institución más poderosa y rica de la aldea, y será por tanto ella quien costeará los 780 reales que importó la realización del retablo para el altar mayor o los 950 reales de vellón que supuso el dorado del mismo retablo en 1691. Tal era su capacidad económica, que incluso se podía permitir la compra de terrenos, como la cerca que en 1673 compró Sebastián Rubio, mayordomo de la Hermandad por esas fechas, a Francisco García Carrelero por 385 reales.
La fiesta del Corpus
Pero, si lúdico resultaba el trabajo en el campo para la cosecha de la Cofradía o hermosa la ornamentación del retablo mayor, la principal finalidad de la Hermandad era la organización de la fiesta del Corpus y de su Octava. A ellas se dedicaba todo el esfuerzo y tesón de sus componentes como método de exaltación de la Sagrada Forma.
La fiesta del Corpus comenzaba con el llamamiento, por parte del Alcalde de la Hermandad y el Mayordomo, del resto de hermanos de la misma, para acudir a la Santa Misa, en una iglesia engalanada para la ocasión con ramos y juncias . En dicho llamamiento solían participar un grupo de hermanos, ataviados de soldados, que junto a un abanderado, recorrían las calles de la aldea a golpe de matracas y arcabuces. Así se recoge en el libro de Cuentas de la Cofradía para el año de 1649: “… mas da por descargo 20 reales que gastó de pólvora para los soldados que salieron el día del Señor…”, y en años sucesivos, como en 1651: “…nueve reales y medio de dos libras de pólvora que se gastaron el dia del Corpus…” . Terminada la Misa, se sacaba la custodia de plata, propiedad de la Cofradía, y adornada con cintas de colores , bajo un palio de paño encarnado y un manto de tela de plata , en solemne procesión. Precediendo a Cristo Sacramentado, iniciaba la comitiva un miembro de la Hermandad, con el estandarte de la misma, al que seguían una serie de danzantes que bailaban de cara a la custodia, junto al grupo de hermanos ataviados de soldados precedidos por un abanderado. Según se desprende de las cuentas de la Cofradía, estos danzantes solían ser gitanas y negrillos: “… 17 reales que se gastaron en colaçion con gitanas y negrillos el dia del Señor…” , “…16 reales que se gastó en colaçion con gitanas dançantes dia del Señor de seisçientos y quarenta y seis…” , y dichas danzas se acompañaban con la música de guitarras y vihuelas.
Por la tarde se llevaba a cabo una comedia, que a modo de auto sacramental, debía representar la vida de algún santo, y que era puesta en escena por alguna de las numerosas compañías de comediantes que por aquella época transitaban por los caminos de España. La realización de dicha comedia está documentada desde el año de 1627: “… de sacar la comedia, 6 reales, mas gaste de dar de comer a los comediantes 9 reales, de vino 5 reales, de pan 3 reales, de garbanzos 3 reales y de pastillas 3 reales…” .
La cofradía se encargaba por tanto de pagar todos los gastos de la Ceremonia, así como de dar de comer a los danzantes, soldados y comediantes, que participaban en la misma:
“… 18 reales y 20 maravedíes de vino y carne y otras cosas para dar de comer a los dichos dançantes dia del Señor y Domingo del Santisimo…”
“… 19 reales y medio de dar de comer a los comediantes y dançantes el dia del Corpus…”
“… 25 reales de la colaçion de el dia del Señor con gitanos, soldados i bandera…”
“…36 reales que gasto en combite con soldados y gitanas y dançantes y llevar y traer la bandera…”
En su política de extender la fiesta, la Cofradía no sólo se limitará a pagar la comida de los sujetos intervinientes, sino que a partir de 1678, y con un aumento considerable de gastos, también dará de comer a todos los hermanos de la misma y al resto de vecinos de la aldea. La misma práctica culinaria se repetirá el día de la Octava o Domingo del Santísimo Sacramento.
Estas comidas, tan graciosamente ofrecidas por la Hermandad, solían estar compuestas, principalmente, por carne, aderezada con pimienta y jengibre, pan y vino, así como garbanzos tostados, manjares a los que se añadía la “TORTA DEL CORPUS”, que se realizaba con harina, huevos, confitura, guindas, miel, mata la uva, canela y ajonjolí, tal y como se detalla en las cuentas de gastos de los Mayordomos:
Año de 1674:
“… 8 reales de un celemín de garbanzos para el día del Corpus.
37 reales y medio en dos arrobas de vino para el Corpus.
17 cuartillos de miel a 13 cuartos el cuartillo, que importan 26 reales.
12 reales que se gastaron en especias para el dicho gasto.
Más 9 reales y medio de huevos para el dicho día.
De pan 6 reales.
14 reales y medio de aceitte para dicho gasto…”
Año de 1677:
“…10 reales de pimienta y jengibre.
11 reales y medio de mata la uva y canela y ajonjolí.
9 reales de 3 celemines de harina.
12 reales de 16 panes.
12 reales de huevos…”
Año de 1679:
“… 22 reales de huevos y especias.
10 reales de 4 celemines y medio de harina.
25 reales de 3 libras y media de confitura a razón de 7 reales y 6 maravedíes.
2 cuartos de arroba de aceite para hacer colaciones.
5 reales de 10 libras de guindas.
48 reales de tres arrobas y media de vino para el día del Señor…”
Pero no sólo corría por cuenta del patrimonio de la Hermandad del Santísimo Sacramento los gastos ocasionados con motivo del día del Corpus o su Octava, sino que también otras fiestas eran sufragadas por estos cofrades, como el día de San Sebastián, patrón de la parroquia y por el que se hacía procesión y se quemaba pólvora, Santa Brígida y la Purificación.
Por todo lo expuesto, la Hermandad del Santísimo Sacramento se fue constituyendo como la principal institución benéfico-religiosa y festiva de la aldea, extendiendo su existencia durante más de dos siglos, desde principios del siglo XVII hasta entrado el siglo XIX, siendo el 17 de abril de 1801 la última fecha que aporta un dato sobre su continuidad, un censo de 210 reales a su favor cargado sobre una cerca de Ana Caballero.