Belén Rodríguez /Ciudad Real
El jurado que probablemente entre el jueves y el viernes dictará el veredicto sobre el conocido como ‘crimen de Socuéllamos’ no lo tiene nada fácil. Máxime después de escuchar a última hora de la tarde los efectistas alegatos finales de acusaciones y defensas. Estas últimas, en un intento de ablandar al tribunal popular y amparándose en que no hay indicios biológicos de José Antonio Villar y su compañera aquel Cano, los dos implicados del pueblo, en casa de la anciana asesinada en Socuéllamos el 27 de julio de 2006, pidieron la absolución para ambos.
“El único error de José Antonio Villar fue cobijar a alguien que conoció en prisión”, afirmó con rotundidad se abogado. A Raquel Cano nadie, excepto el principal acusado Gheorghe Ghise, la vio aquella noche en las inmediaciones de la casa de Marcelina García, la víctima, vigilando, como sostienen las acusaciones, aun así, lleva tres años y tres meses en prisión.
Cuando fue detenida y acusada por estos hechos, tenía 21 años, un hijo de quince meses y estaba en trámites de divorcio. Por su ingreso en prisión ha perdido la custodia de su hijo al que no ha podido ver “más que cinco o seis veces” en estos años, alegó su abogado, para justificar porque la joven apenas supo explicar su comportamiento entre el 26 y el 28 de julio, cuando Gheorghe Ghise, ‘colega’ de prisión de su entonces pareja José Antonio Villar, llegó a Socuéllamos y se alojó en su casa, justo el día en que fue asesinada la septuagenaria.
Villar fue la clave
Sin embargo la acusación particular que ejercen los hijos de Marcelina García, de ‘los navarrones’, una de las familias adineradas de Socuéllamos, creen que su implicación en los hechos fue la clave: “Villar, que había trabajado para Marcelina en una campaña de vendimia, llevó al rumano a esa casa, que no conocía ni el pueblo ni a la familia”. La acusación particular entiende que aunque sólo queden restos de uno de los varones, a Marcelina la golpearon, maniataron y manipularon dos personas.
El móvil del crimen se supone que fue el robo: la casa estaba revuelta y los hijos de la fallecida, que no saben exactamente qué tenía su madre echaron en falta dos cuberterías de plata y monedas antiguas, objetos que no han aparecido pero que Ghise mencionó como botín (se valoran entre 1.080 y 8.000 euros).
Los tres acusados se enfrentan a penas de entre 19 y 23 años.
Marcelina tenía restos de la piel de Ghise en sus uñas
Los peritos policiales y científicos ratificaron por la mañana en el juicio los informes previos sobre las muestras analizadas en la estancia de su casa en la que fue asesinada Marcelina García. Una huella en la cinta de embalar con la que fue maniatada la anciana, a la que se supone que mataron para robarle, y restos de piel en las uñas, se corresponden con el principal acusado, el inmigrante rumano Gheorghe Ghise, de 26 años, el único de los tres implicados que reconoce su presencia en la casa, aunque no que matase a golpes a la mujer, como sostienen las acusaciones.
De la pareja formada por José Antonio Villar, el contacto de Ghise en Socuéllamos, y la compañera sentimental de Villar, Raquel Cano, no se ha encontrado ningún rastro en la casa de Marcelina, a la que su asaltante o asaltantes (tampoco ha quedado claro que fueran una o varias personas las que la atacaron) golpearon con saña hasta la muerte.
Los guardias civiles que hicieron la inspección ocular del escenario del crimen, incidieron en la desproporción con la que fue abordada la septuagenaria, de complexión menuda, que además de recibir golpes en la cabeza “múltiples, importantes e intensos”, uno de ellos contra el suelo de cemento del patio en el que la asaltaron, fue maniatada con cinta de embalar y además con un cordón con argolla que arrancaron de una de las paredes de la estancia, en lo que los agentes consideran un empleo de fuerza excesivo para reducir a una mujer de edad.
Los guardias también explicaron al jurado y mostraron con fotografías de la escena del crimen cómo el cadáver de la anciana fue colocado después de muerto en una posición que recuerda a un rito funerario. Y es que, aunque Marcelina fue asesinada con la máxima brutalidad, sus agresores parecen ser personas ‘piadosas’ con convicciones sobre el más allá de lo contrario no se explica que el cadáver apareciese colocado bocarriba (murió bocabajo según las forenses), con la cabeza recostada sobre el primer escalón de una escalera cercana y al lado un velón encendido y una botella de agua.
Los guardias que declararon esta mañana no le dieron ninguna explicación al jurado sobre el ritual, pero lo cierto es que el agua y la vela se utilizan en algunas regiones de Rumanía para despedir a los difuntos (Ghise es rumano). La vela encendida es para iluminar el camino del alma al otro mundo y el agua es para que el fallecido beba en el tránsito.