Ciudad Real reúne los requisitos que caracterizan a una capital de provincia pequeña y fácilmente manejable para visitarla como núcleo urbano de interior. Tiene una idiosincrasia propia, con unas costumbres y gastronomía específicas.
Su configuración como ciudad permite visitar museos y exposiciones sin tener que realizar grandes desplazamientos o disfrutar sin agobios de diferentes rutas de tapas y vinos con amigos y hacer compras y volver a casa en un breve espacio de tiempo porque las distancias así lo permiten. Además, el clima, la temperatura, salvo días aislados, favorece los recorridos a pie y esperemos que cada vez más en bicicleta.
El viajero de un nivel adquisitivo medio y medio-alto que ha recorrido medio mundo y no quiere dejar de hacerlo, busca cada vez más en este tipo de ciudades pequeñas la autenticidad que proporcionan sus gentes y su vida diaria ajenas a la vorágine de los grandes núcleos de población que con todas sus bondades y recursos culturales de vanguardia están más próximas a la masificación y la impersonalidad que dejan el impacto de un turismo desmedido y en muchas ocasiones de baja calidad.
Ese turista, británico por lo general y australiano aunque en menor medida –de momento- , busca precisamente todo lo contrario en estas ciudades de interior, es decir, que mantengan su esencia y personalidad propias, costumbres, tradiciones y gastronomía que en su conjunto las hace diferentes y alejadas del turismo de masas. Pero si además de disfrutar de los beneficios de unas buenas comunicaciones para el transporte – como es el caso de la alta velocidad- han sabido mantener un sabor propio, logran una atracción plus que hasta hace muy poco no tenían.
No obstante, hay otro factor que se erige clave para complementar el atractivo de estas ciudades: la lengua, el idioma. Aquí, el viajero busca un extra que se sitúa por encima de la monumentalidad que pudiera tener una ciudad determinada. Que en Ciudad Real hablemos castellano, español, con todas sus letras y pronunciemos nuestro idioma con mayor o menor sonoridad pero sin acento se suma a esa relación de atractivos a los que me refería y contribuye de manera determinante a que ese viajero exigente opte por unos días de turismo de interior mientras aprende castellano de primera mano.
Promotores privados
Esta es una de las propuestas en las que una serie de promotores privados trabajan hoy en Ciudad Real de cara a su puesta en marcha esta próxima primavera. Estos promotores buscan espacios en los que satisfacer las necesidades de ocio de esos ciudadanos del norte de Europa que demandan sobre todo autenticidad tanto en la gastronomía como en las visitas a bodegas y museos o en espacios naturales mientras tienen la opción de aprender o escuchar hablar en castellano.
La provincia de Ciudad Real ha cerrado 2017 con buenos resultados en número de visitas y pernoctaciones. Ha sido la provincia de Castilla-La Mancha que más creció aunque se echa en falta la comercialización de una oferta más profesional y dinámica que la haga atractiva para ese turista que opta por destinos distintos al de sol y playa. Con este planteamiento ha asistido la provincia de Ciudad Real integrada en Castilla-La Mancha a la Feria Internacional del Turismo (FITUR). Ha incluido propuestas muy novedosas, en muchos casos, buscando huir de los estereotipos que nos han macado pero sin perder un gramo de la autenticidad sobre lo que somos y lo que podemos ofrecer, una senda que empezamos a recorrer precisamente ahora que existe una mayor exigencia en el sector y la profesionalidad es mayor .
Turespaña se mostraba partidario esta semana en Cuenca de que el turismo de interior se beneficie de “esa fuente de riqueza clarísima que está siendo el turismo” en nuestro país en los últimos años. El reto que tenemos por delante es acertar en “cómo” lo hacemos. Esto es tan importante como conocer por dónde van las demanda del viajero de hoy y si nuestros recursos y profesionalidad están en forma para satisfacerla.
