Plaza de toros de Las Ventas. Inauguración de la temporada. Dos tercios de entrada.
Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, bien presentados en general. Descastados y blandos, a excepción del magnífico tercero, que resultó ovacionado en el arrastre.
El Cid: leves pitos y silencio tras aviso.
Pepe Moral: silencio y silencio tras aviso.
Fortes: oreja y silencio tras aviso.
José Antonio Carretero saludó tras parear al tercero.
Abrió temporada la plaza más importante del orbe taurino, y lo hizo con una corrida de Victorino Martín, que lució divisa negra en señal de duelo por el fallecimiento de su creador el año pasado. Una ganadería muy del gusto de su afición –¿y de cuál no?-, bien presentada en general –alguno quizás poco rematado de atrás- con sus características cuernas tirando a veletas, y el cárdeno en sus lomos. Pero fue solo presencia, porque el contenido fue poco consistente.
Además, la plaza registró una muy buen entrada; dos tercios, con los tendidos de sol cubiertos en casi su totalidad. Y una vez más, en Las Ventas sopló el viento. Suele hacerlo sin borrascas, pues imagínense con Hugo encima; tanto que varias faenas se desarrollaron al amparo del tendido cinco. Pero fue más la vana ilusión de que soplara menos, porque soplar soplaba. Sin remedio.
De los tres toreros anunciados Fortes se llevó el lote más potable; se lo llevó, y lo aprovechó. El mejor del encierro fue el encastado tercero, un toro que persiguió las telas por abajo con codicia, como se pudo ver en dos lances de inicio en los que el torero malagueño superpuso el enseñar al toro a embestir al lucimiento estético, que también llegó, pero después de esos dos lances alargando el viaje. A continuación varias verónicas encajadas y con gusto.
El toro prometía; tanto que El Cid se decidió a realizar un ajustado quite, que a la postre sería lo más destacado de su tarde. En el último tercio Fortes sintió el respaldo de los tendidos, expectantes, tras tres entradas al caballo, por lo que el torero fuera capaz de sacar del Victorino. Y lo que sacó fueron varios pasajes de nota, dominando el viento reinante y las arrancadas del buen toro extremeño. Con la mano derecha anduvo notable, llevándolo largo y templado hasta donde pudo por el vendaval; pero lo verdaderamente grande llegó al natural, con un aire clásico sin alharacas, dando el medio pecho, hundiendo el mentón, desmayado y entregado a carta cabal. Nos pareció atisbar, levemente, escenas de toreros de otras épocas, por verticalidad y enjundia. Mató a la primera de buena estocada entera, y la oreja fue a su esportón.
Gran toro, y buena faena dentro del hándicap que supuso el intenso viento, si bien es de justicia reconocer que el toro podría haber sido de dos orejas con circunstancias menos adversas. Pero estas fueron las que fueron.
El sexto fue el segundo menos malo de un deslucido encierro. No creo que muchos albergaran demasiadas esperanzas en ver a Fortes cortar la oreja que le habría abierto la puerta grande, pero hete que poco a poco el malagueño fue sobando al rebrincado ejemplar, robándole naturales; incluso se atrevió a echarse la muleta a la mano derecha, a pesar de que el toro se vencía claramente por ese pitón. De haber metido la mano bien a la primera –extremo que no se dio- a buen seguro se le habría pedido la oreja. No decimos que se la hubieran concedido con seguridad, pero pedirla se habría pedido.
El Cid se las vio con un lote sin posibilidades, aunque en su quehacer se pudo apreciar una cierta crispación y una falta de agilidad a la hora de perder pasos y dar sitio a sus toros. Su segundo, por ejemplo, flojo y soso, embistió con cierta calidad cuando le dejó venir y templó sus acometidas. Su primero, muy protestado por tener un puntazo en el anca izquierdas, no sirvió.
Pepe Moral no tuvo lote para triunfo; pero tampoco acertó a citar con la suavidad recomendable para este tipo de toros. Tampoco el viento fue cómplice necesario para tales sutilezas.
