Tras su memorable actuación en Valdepeñas la pasada semana –que nos perdimos, por cierto-, éxitos ininterrumpidos de los ‘Cosacos de Rusia’ en Altea; funciones de Albacete (hoy 17 de mayo), Aracena, Toledo (19, domingo), Alcázar de San Juan (21, martes), Jerez, Cáceres y Mérida. Tras Logroño, Córdoba, Madrid (2 funciones) y otras, habrá sido una veintena de actuaciones memorables en España, de la Compañía que dirige y coreografía Leonid Milovanov.
Un personaje de la máxima consideración en el mundo de las artes de la Federación de Rusia (Artista de Honor de Rusia, y Laureado del Premio Estatal). Y que ha llegado a España de la mano de Tatiana Solovieva, bien conocida en Ciudad Real por la calidad de sus espectáculos de ballet de Chaikovski.
La música de los cosacos que ahora se presenta, tiene evidentemente ascendencia rusa, y muy especialmente en lo que a la delicadeza de las melodías se refiere, y también al tempo en el que se interpretan. Como es bien sabido, (entre los veintitantos indicadores de tempo convenidos históricamente, en lengua italiana) son numerosos y súbitos los cambios de tempo o de aire del lento al vivace que se producen, incluyendo los ritardando, accelerando, y contrapuntos.
Este tempo, junto con el ritmo y el compás, representa ‘el latido de la música’. Algo en lo que los músicos rusos demuestran auténtica maestría. Pero estos cambios añaden una complejidad añadida, cuando los cantos se producen acompañados de números coreográficos.
COSACOS: MITO Y LEYENDA
El ‘Teatro Estatal de Danza Cosacos de Rusia’ presenta su nuevo espectáculo Leyendas Cosacas. Que no es solo un espectáculo de danza, ni una simple muestra de folclore… Tampoco pintorescas o exóticas habilidades más o menos impresionantes… Es todo un torrente de sentimientos enraizados en la dureza de unas tierras lejanas, pero de gran riqueza cultural. Leyendas Cosacas es la expresión del alma de un pueblo lleno de generosidad, que durante siglos lo dio todo sin pedir nada a cambio, salvo su propia libertad y el deber para con su Patria.
Con el transcurso de los siglos, tal vez podamos considerar a los Cosacos como mitad leyenda y mitad historia… Y quizá convenga recordar al respecto las palabras de Napoleón: “Dadme 20.000 cosacos y conquistaré todo el mundo”, o tal vez las de Stendhal: “Los Cosacos eran puros, como los niños, y grandes, como los dioses”… Quizá ambas expresiones vengan a aclarar el modus vivendi de unas gentes y un pueblo que tenía por norte la libertad, y en el que la música y la danza tenían una especial significación, junto con la continua preparación para la guerra –caballos y armas-, que, en cierta medida, formaban parte de su trabajo.
La historia cosaca está documentada desde el Siglo XV, momento en el cual en la cuenca del rio Don se formaron los primeros ejércitos cosacos, pero desde tiempos ancestrales se encuentran sus huellas y leyendas. Hombres sin ataduras, guerreros invencibles, magníficos jinetes. Los cosacos habitaban extensos territorios al norte del mar Negro, en las cuencas de los ríos Danubio, Don, Kubáñ, Volga o Ural… de los bosques de Siberia al Pacífico.
UN LEJANO ORIGEN
Todas estas tierras habían sido anteriormente habitadas por los escitas, civilización anterior a griegos y romanos, de cuya existencia quedaron numerosas huellas que delatan su refinado arte y cultura. El historiador Heródoto (484–425 A.C.) recogió múltiples historias sobre los escitas, esos hombres de ojos azules y cabello de color del fuego, jinetes invencibles, maestros en el manejo del arco: “Los escitas han inventado la más inteligente solución de todos los problemas humanos que conocemos; no edificaban ciudades o muros, y podían trasladar todos su bienes en carros, por lo que no tenían ningún asentamiento que defender…”.
La procedencia del nombre ‘cosaco’, en ruso kazak, viene del idioma de los escitas, y muchos historiadores coinciden en que los orígenes cosacos proceden de aquella civilización, cuyas costumbres, tradiciones y bailes fueron mantenidos y adaptados por estos.
En 1708, en las tierras del Don hubo un levantamiento popular contra la política del Zar de Rusia, Pedro el Grande, quien para sofocar la rebelión asesinó a más de 30.000 cosacos. En 1740, estos se vieron obligados a refugiarse en el lago Manyas (Turquía), donde vivieron durante más de dos siglos, y solo en los años 60 del siglo XX pudieron regresar a sus tierras. En Turquía, estos cosacos vivieron aislados, sin mezclarse con la población local, e intentando guardar sus raíces y tradiciones, aunque asimilaron algunos elementos de vestuario, y ciertas formas de baile.
LA COMPAÑÍA ESTATAL
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Teatro Estatal de Danza COSACOS DE RUSIA “Leyendas Cosacas” Leonid Milovanov Director Artístico y coreógrafo Artista de Honor de Rusia, Laureado del Premio Estatal Maksut Kubanov Coreógrafo–Repetidor Artista de Honor de Rusia, Laureado del Premio Estatal Galina Milovanova Directora del Grupo vocal Artista de Honor de Rusia, Laureada del Premio Estatal |
La Compañía Estatal de Danza ‘Cosacos de Rusia’, es una de las más importantes compañías profesionales del país. Se formó en 1991, cuando en Rusia comenzaban a restaurarse las tradiciones cosacas relegadas durante la época soviética. Tiene su residencia en Lípetsk, ciudad situada en las riberas del alto Don, y cuna de los cosacos.
Desde 1991 en la Sala Central de Conciertos “RUSIA”, la compañía ha realizado numerosas giras nacionales e internacionales. Los ‘Cosacos de Rusia’ llegaron por primera vez a España en 1993, recibiendo una gran acogida, especialmente en el Teatro Calderón de Madrid, por donde pasaron más de 25.000 personas. La siguiente visita de la Compañía a España fue en 2013, actuando en Los Jardines de Sabatini (frente al Palacio Real), con motivo del Festival ‘Veranos de la Villa’ de Madrid.
‘Cosacos de Rusia’ es una compañía bien conocida en más de 30 países (EE.UU., Gran Bretaña, Alemania, Grecia, Dinamarca, España, Italia, Canadá, China, Corea del Sur, Portugal, Francia, Suecia, Noruega, Suiza…). Además, es la única compañía de danza que representó a Rusia en la Gran Gala del 60º Aniversario de La Reina de Gran Bretaña en mayo de 2013. La Compañía busca a través del Arte, la unión entre los diferentes países y culturas, razón por la cual organiza el Festival Anual “Amigos en la Casa de Los Cosacos de Rusia”.
SI VIS PACEM…
Los bailes cosacos son ricos en elementos militares, ya que se trata de un pueblo guerrero que durante siglos se dedicó a defender las fronteras rusas. Un motivo por el cual es normal la utilización en sus representaciones de látigos, lanzas, sables o cañones. Siendo esta compañía la única que en sus coreografías desarrolla elementos de todas las regiones cosacas. Y que, pese a su carácter varonil y belicoso, integra y defiende el insustituible contrapunto de la mujer, que tiene una presencia permanente y determinante en todo el espectáculo.
La Compañía fue creada por Leonid Milovanov cuando ya había acumulado una gran experiencia profesional. De hecho había sido coreógrafo de la compañía ‘Cosacos de Kubáñ’, y dirigió la compañía ‘Cosacos de Stávropol’. Milovanov realiza habitualmente expediciones, encaminadas a investigar y rescatar los elementos más tradicionales del folclore cosaco.
‘Cosacos de Rusia’ -marca registrada únicamente para esta compañía estatal de Rusia- está formada por 70 artistas, entre bailarines, músicos y cantantes, acompañados de instrumentos de viento, percusión, diferentes acordeones y balalaikas, al igual que otros típicamente rusos. Su espectáculo Leyendas Cosacas recoge historias del motín de Pugachov (Novela de A. Pushkin La Hija del Capitán); de cosacos en la Revolución Rusa (Don Apacible de M. Sholokhov); de los Cosacos de Atamán Nekrasov, exiliados en Turquía durante 200 años desde Catalina la Grande, de la Gran Guerra Patria, y de su cultura milenaria hasta hoy.
FUNCIÓN AL COMPLETO
La función que hemos podido aplaudir en Madrid, casi como prolegómeno a su gira por Castilla-La Mancha, ha sido verdaderamente memorable. En medio de un Madrid festivo -y afanado en la celebración de su santo patrón, San Isidro-, con una cierta tranquilidad en el centro, no podíamos imaginar que la función del ‘Teatro EDP Gran Vía’ (segunda de ellas, puesto que la primera había tenido lugar el día 13) levantara tan gran expectación y registrara el lleno absoluto.
Tras un oportuno y bien producido audiovisual sobre la historia de los cosacos, comenzó propiamente el espectáculo, con doce piezas en la primera parte, y otras trece en la segunda. Las dos horas de función, con un breve intermedio, colocaron el listón en una altura inalcanzable. Al menos a nuestro parecer, y también en opinión de los espectadores que llenaban el teatro, que aplaudieron sin cesar con una cierta dosis de éxtasis, por lo que nuestros ojos y oídos alcanzaban a percibir…
Y es que las notables cualidades vocales del sexteto (tres hombres y tres mujeres), no eran casi nada comparado con los increíbles equilibrios de las danzas que se alternaban. En medio de un ritmo endiabladamente frenético, con ejercicios y equilibrios indescriptibles… De la poética balalaika a la ruda persistencia de la percusión, y la sutilidad del violín… Números románticos y amorosos, junto a otros frenéticos, de suma complejidad, increíbles saltos y equilibrios inestables. Y la traducción en pantalla de las letras de canciones ancestrales…
Canciones y danzas con claras referencias a las terribles pérdidas humanas de Rusia en las dos Guerras… la tristeza de la despedida al soldado, y el jubiloso reencuentro con los que pudieron regresar… Piezas tan populares como Kalinka y Katiusha finalizarían la primera y la segunda parte respectivamente. La primera es un tema con tempo lento y luego rápido, creada en honor al arbusto de ‘bayas de nieve’, o kalina en ruso. Planta de bayas amargas de color rojo intenso, que con las primeras heladas adquieren un sabor astringente y agradable.
Por su parte, Katiusha, compuesta en 1938, es una canción folclórica soviética muy entonada durante la II Guerra Mundial, que narra la historia de la chica que añora a su amado, en el servicio militar. Cantantes y bailarines entran en una frenética celebración de canto y danza, mientras representan la canción. Y el público sigue acompasadamente el ritmo de ambas melodías, con sus frecuentes cambios de tempo, tan frecuentes en la música rusa… Una velada de auténtica interacción y complicidad y, en suma, inolvidable.
