DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.
Nuestra democracia representativa funciona casi exclusivamente en aras al desarrollo de unas elecciones que cada cuatro años nos permite elegir a los representantes de diferentes partidos en las instituciones nacionales, regionales, provinciales o municipales. Unas elecciones que parecen consagrar a los elegidos para poder desarrollar sus actividades de la manera que estimen oportuna sin necesidad de tener en cuenta las opiniones y criterios de los ciudadanos. La democracia parece, para algunos, solo existir un día cada cuatro años y a partir de ese momento comenzamos el camino de un ejercicio más próximo a otros sistemas de gobierno.
Supongo que les suenan los referéndums que se celebran en otros países para temas que aquí no se plantearían nunca. Los ciudadanos italianos votaron en referéndum que el servicio del agua debería ser un servicio público en todo el país. Los suizos votan que el salario de un dirigente no podrá ser nunca mayor a doce veces el de un trabajador de la base. Cosas cotidianas que se entienden pueden y deben ser debatidas entre todos.
En Castilla-La Mancha simplemente la posibilidad de poder plantear determinados temas se elude y se trata de evitar la mera discusión de los temas. Las Cortes regionales rechazan por defectos formales (cuánto daño hacen los reglamentos y los secretarios a la democracia) una Iniciativa Legislativa Popular para solicitar una financiación justa para la Universidad de Castilla-La Mancha. Sólo el miedo a debatir un asunto en el que sus votos podrán decidir justo lo contrario les aterra. El simple pensamiento de tener que razonar frente a otros planteamientos les asusta y quieren evitarlo. Los tics antidemocráticos están todavía demasiado presentes en muchas personas.
En Ciudad Real, 8.000 personas solicitan se debata sobre la derogación de la concesión de la ampliación de la zona azul. Son muchas personas las que piensan que no es buena esa ampliación. Y por ello sería bueno debatirlo, razonar, si es que tienen razones que no sean las económicas, la bondad de su decisión. Y si finalmente deciden no adoptar lo que piden miles de decisiones podrán explicarlo y votarlo en el Pleno municipal. Pero no se atreven ni siquiera a abrir el debate a explicar sus razones a contrastarla con las de aquellos que piensan lo contrario.
Son comportamientos que hacen pensar que debajo de sus decisiones no hay razones ni argumentos, que no hay criterios o que los criterios utilizados no se pueden decir delante de los ciudadanos porque les causaría perjuicios electorales para las cuentas que hacen una vez cada cuatro años. La democracia requiere sistemas de participación reales, cotidianos que impregnen nuestro día a día y cada una de las actividades de nuestra comunidad.
DIEGO PERIS SÁNCHEZ.