Pablo Iglesias sabe bastante de Montesquieu pero se le olvidan las consignas de Marco Aurelio, bastante más antiguo y más hábil en su día a día. Tampoco le vendría mal releer en estas horas de desasosiego las “Memorias de Adriano” que Marguerite Yourcenar escribió para hacer literatura con la biografía nada amable de un político. ¡Y es que Roma dio para tanto…!
Pues Madrid es grande, pero no deja de ser un poblachón manchego con mucha gente y un patio político como el del sevillano Monipodio, donde te hurtan la identidad en un descuido. Y a Pablo Iglesias, que surge del magma del 15M, le han dejado sólo, con todo el poder que quería en Podemos, pero sólo. Tardó minutos en enviar una carta que huele a ya preparada hace días pese a que esté poco reposada. También Nerón lloraba frente al humo de los incendios que el mismo provocaba, o eso dicen. O tal vez eran lágrimas de tristeza, lamentos de ausencia.
Pablo Iglesias ha tenido que “abandonar por unas horas” (dixit) sus responsabilidades paternales para atender el incendio de Podemos, porque no es humo de pajas.
Podemos, entre el no a Anguita y la soledad
El 15M tuvo una generación aparentemente espontánea y no ha dejado la huella de un “Mayo del 68”, aunque sirvió para remover a fondo la vida política española. Pero la obsesión porque ningún partido tradicional hiciera suyo ese movimiento inicialmente madrileño le ha hecho pagar su peor factura: no tomar cuerpo a tiempo. El intento de construir una sociedad movilizada sectorialmente (las otras mareas) no han significado nada especial, salvo en comunicación, porque han renombrado al cabreo y la movilización en una sola palabra.
El vade retro a la institucionalización como partidos ha conseguido que, más que mareas políticas territoriales, los grupos políticos de aquella “rebelión” se hayan convertido en flecos y que la presencia de Podemos en esos ámbitos siga siendo una asignatura pendiente de los “universitarios” fundadores de ese partido/coalición.
Anguita tenía razón cuando pregonaba la unión horizontal de todos los grupos de izquierda, aunque después fuese minando el terreno para dejar al PCE como única plataforma de salvación. Iglesias nunca estuvo por la labor y pensaba que el 15M había cambiado el norte de las cosas y que Podemos flotaba hacia el futuro de la mayoría. De ahí ese maridaje tenso con Izquierda Unida, condenados a no entenderse y a que uno de ellos no sobreviva, porque ambos compiten por un mismo espacio, aparentemente asociados ahora y con una flecha roja en cada día del almanaque. Pero, además, es que el tiempo político ha corrido más que las ideas y se acabaron los minutos de idas y vueltas para asentar referencias políticas claras en lo que la sociedad acostumbra a pedir: nombres, caras, ideas. Al final, marcas que resumen en un simple vistazo todo, hasta los valores o las debilidades.
Un salto a más
Pablo Iglesias contuvo, mientras pudo, la idea de todo Podemos, incluso del 15M, asociada a su propia imagen (apariencia, lenguaje agresivo, hitos familiares). Los resultados electorales en declive y la salida a flote de las discrepancias ya viejas han debilitado esa referencia, también la de él mismo. Y la fortaleza de la marca Podemos tiene grietas de tal calibre que tiene muy perdidos a afines y simpatizantes. No debe extrañar por tanto el salto de Íñigo Errejón a Más Madrid, con Manuela Carmena como piloto de ese barco. Sólo es sorprendente para el propio Pablo Iglesias. Y la apariencia de sorpresa es demasiado poco creíble.
En cualquier caso, el paso adelante de Errejón significa su renuncia a ser candidato por Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, diga ahora lo que diga. Y su marcha podrá revolver el estómago de ese partido/coalición, pero la realidad política envía dos mensajes muy definidos:
Uno, que Madrid capital ha recuperado con Carmena y su plataforma de apoyo la ilusión que dejó la memoria de una manera de hacer política como la que desarrolló el equipo de Enrique Tierno y la buena gestión del municipio. A Manuela Carmena no se le podrá reprochar su capacidad de liderazgo, diga lo que diga ahora muy sibilinamente la portavoz y compañera de Pablo Iglesias.
Y, segundo, que la tesis de unión estratégica y coincidencia electoral de la izquierda, esa que defendía Julio Anguita, es la única fórmula para impedir que las derechas unidas vuelvan a controlar las instituciones madrileñas, con Cataluña en humos y Andalucía apagando rescoldos.
Corre, corre
Si no es suficiente todo lo anterior, lo peor es que ya no hay tiempo. Carmena, Errejón y quienes decidan saltar de Podemos a Más Madrid van a tener que echar mucha más madera a la maquina, en lo que Errejón es muy diestro.
A Pablo Iglesias le ha adornado su capacidad estratégica, su habilidad para sobrevivir el tiempo de cambio y amistades, pero el arroz tiene un tiempo de cocción del que no puedes apartarte ni tampoco alejarte, ni siquiera “unas horas”. Cada cual elige sus prioridades. La de Íñigo Errejón parece clara (ya lo era hace tiempo) y ha tenido la capacidad y sangre fría suficientes para aprovechar el hueco cuando Vox deja de ser noticia y antes de que lluevan los titulares que harán las delicias del PP de Casado.
En Madrid (no solo para “Más Madrid) ha comenzado la campaña electoral, y el tiempo corre tan veloz como los caballos blancos de Adriano. También es la hora de que el PSOE mueva ficha y deje de lamerse en público las heridas internas andaluzas .
Aurelio Romero Serrano (Ciudad Real, 1951) es periodista y escritor