Un mes antes de que el Gobierno de España decretara el estado de alerta por la pandemia del coronavirus, una empresa ciudarrealeña decidió movilizar su capacidad industrial para elaborar geles hidroalcohólicos desinfectantes.
Fue Casa Kiriko, la compañía de Pedro Muñoz que desde hace más de medio siglo fabrica productos de limpieza, cuidado del hogar e higiene personal, con un balance medio anual de 18 millones de envases.
Inés Sánchez de la Morena Ruiz, CEO de la empresa, recuerda el inicio de la pandemia como “una locura”, coincidiendo con la reorientación de sus líneas de producción. Entonces, la directiva ya era consciente “de lo que venía” por la información que recibía de sus clientes chinos en España, cuando el gigante asiático vivía los primeros picos de incidencia de la infección.
De la necesidad virtud, la fábrica pedroteña adaptó su maquinaria en menos de 20 días, gestionó la autorización administrativa, sorteó las dificultades para hacerse con alcohol porque “no había” y ajustó el etiquetado. Todo listo para que el 11 de marzo ya tuviera en el almacén los primeros envases de 350 mililitros de sus desinfectantes de manos bajo la marca ‘Navinia’, que también fabrica en formatos de 100 ml y hasta de cinco litros.
La apuesta fue acertada estratégicamente y compensó “la mala experiencia de 2009 cuando fabricamos geles por la gripe A, que luego nadie compró”.
También destaca “la respuesta” del personal de la empresa, con cerca de 80 empleados, teniendo en cuenta los efectos del virus entre ellos. “El 15 de marzo teníamos a nueve personas de baja, con el doble de trabajo”, recuerda Sánchez de la Morena Ruiz, una situación de otras muchas que mes a mes fueron solventando con “la responsabilidad y el compromiso de todos”.
En conjunto, el atípico año Covid fue una oportunidad para el negocio de higienizantes que hace 55 años fundó Dimas Sánchez de la Morena Tronco, dada la subida de la demanda de productos de limpieza por la crisis sanitaria, principalmente de lejía, jabón de manos e hidroalcohólicos. En 2020 Casa Kiriko fabricó veinte millones de botellas, dos millones más que en 2019.
“Fue un momento de pánico por todo el mundo, con todo cerrado”, reconoce Sánchez de la Morena Ruiz, en el que tuvieron un gran protagonismo este tipo de desinfectantes porque “matan el 100% de las bacterias”.
La lejía, junto al jabón de manos y los geles hidroalcohólicos fueron los productos más comercializados el año pasado por la empresa, con unas ventas nacionales e internacionales que le permitieron equilibrar las cuentas y obtener una facturación de 17 millones de euros, un 22% más sobre los resultados de 2019, que se situaron en 13 millones de euros.
Es un gran crecimiento para la mercantil que, sin embargo, según su directora general, no se ajusta a la dinámica de expansión que anualmente registra, situada en una media “del 5%”. “2020 ha sido anómalo en todo”, apunta la directora general de la empresa, que prefiere seguir en la senda de un desarrollo “sostenido y controlado”, para reinvertir sus beneficios en la innovación y en una apuesta “por productos más ecológicos y envases más sostenibles”.
Para medir su rendimiento, la compañía comparará los resultados de este 2021 con los de 2019, porque “2020 no es referente ni en compras, ni en ventas, ni en clientes”. El objetivo “es crecer un poquito más que hace dos años”, con “paso lento pero seguro” y con inversiones “que no nos pongan en peligro”.
Es la política empresarial que está permitiendo a Casa Kiriko seguir reinvirtiendo parte de sus ganancias en la mejora de la cadena de producción de la fábrica. Cada año, como mínimo, contemplan una partida de 300.000 o 400.000 euros para renovar maquinaria.
En este ámbito, el año pasado terminaron unas nuevas instalaciones logísticas y una sala blanca para la elaboración de cosméticos, mientras que el objetivo para este 2021 es ampliar el laboratorio y las oficinas.
También están inmersos en un ambicioso proyecto de digitalización para controlar “desde el ordenador” todos los procesos de fabricación y almacenaje.
Se trata del sistema de planificación de recursos empresariales (ERP), que abarca desde la producción a la distribución, pasando por el almacenaje e incluso los recursos humanos.
Sin embargo, el actual ejercicio “ha empezado muy flojo” para Casa Kiriko, a tenor de las restricciones que se mantienen por la crisis sanitaria, y que “han afectado al consumo”.
150 referencias
Casa Kiriko fabrica 150 referencias de productos higiénicos y de limpieza, una amplia gama fabricada por la máxima de ofrecer “la mejor relación calidad-precio”.
Su portfolio contempla marcas propias dentro del emblema “paragüas” Casa Kiriko, otras de distribuidor (MDD) -las llamadas marcas blancas-, y los productos semiconcentrados a granel que sirven a clientes internacionales como Argelia, donde sus aranceles a productos terminados son muy elevados.
“Somos fabricantes que trabajamos otras gamas, explica la empresaria, como la industrial, la de ecológica, o para mascotas”, que elaboran en sus 15 líneas de producción.
El aguafuerte es el producto más vendido, al igual que los limpiacristales, desengrasantes, amoniacos y la gama de lejías. También producen detergentes líquidos y en polvo, y suavizantes.
Respecto a las ventas, a nivel nacional “nuestro fuerte es la zona centro”, principalmente Andalucía, Levante y Extremadura”, además de Portugal en la Península, y las Islas Canarias y Baleares.
Por su parte, las exportaciones representan el 18% de su cuota comercializadora, con presencia en una treintena de países de Europa, América, África y Asia.
También venden en Reino Unido, Arabia Saudita o Rusia, y en otras latitudes donde siguen abriendo mercados a través de sus comerciales internacionales, la última de origen taiwanés.
La fábrica
Casa Kiriko cuenta con unas instalaciones de 16.000 metros cuadrados, distribuidos en distintas áreas -soplado, envasado y empaquetado, almacén y muelle- que cierran el ciclo de la producción, ya que además de los higienizantes, detergentes y desinfectantes, también elaboran los envases y sus tapones.
“Somos una industria totalmente autosuficiente, pues fabricamos la botella y envasamos el producto”, señala la gerente, que agrega que “los únicos productos que compramos externamente son las bombas dosificadoras para jabón de manos y las pistolas para los productos con pulverizador”.
Los productos que venden cubren todas las divisiones.-doméstica e industrial-, con una diversidad de formatos que van desde los 100 mililitros a tamaños al por mayor, de 5, 10, 15, 20 y 25 litros.
Inversión e innovación
La inversión y la innovación son otras señas de identidad de la fabricante pedroteña. El objetivo es “ampliar las matrices de nuestros productos, y que tengan fuerza en los lineales”, como el propio gel hidroalcohólico, en formatos de 100 ml, 350 ml, 500 ml 2l y 5l, y con distintos aromas.
Igualmente, los equipos de investigación y producción “no paran de implementar mejoras para conseguir productos de calidad”, tanto en la división industrial división como en la doméstica. No hay que olvidar, apostilla Sánchez de la Morena Ruiz, que “somos especialistas en líquidos”.
Toda la nueva producción, además, está marcada por “la sostenibilidad” que vertebra todo el proceso: “nuestros envases se fabrican con plástico reciclado” y en cuanto a los contenidos “tenemos la certificación de buenas prácticas”.
Respecto a los cosméticos, tras la terminación de la sala blanca en 2020, el plan es fabricar una diversa gama -geles de baño, jabones de manos, champús o cremas- “más natural y de más valor añadido”.
“Para avanzar en investigación y desarrollo” también ayudará la ampliación prevista en el laboratorio.
Los orígenes
Los orígenes de Casa Kiriko se remontan a mediados de los años 60 del siglo XX, cuando el entonces joven emprendedor Dimas Sánchez de la Morena Tronco se inició en el mundo de la venta de productos de domésticos. Primero, según recuerda su hija, la actual directora general, abrió un pequeño supermercado y, posteriormente se hizo representante de ‘Tu-tú’, el primer detergente en polvo comercializado en España. Dimas vio la oportunidad de iniciar el negocio y dar respuesta a las continuas demandas de lejía por parte de los clientes. Así, montó una pequeña fábrica en cuyas instalaciones empezó a elaborar este desinfectante, el punto de partida de una industria que tras 55 años cuenta con 16.000 metros cuadrados, y una plantilla de casi 80 personas.
Aquel empresario originario de un entorno agrícola creyó en sí mismo y en las posibilidades de desarrollo de una localidad que, según los jefes valencianos de la empresa del famoso detergente, “no venía en el mapa”. De aquel ímpetu surgió la lejía ‘made in’ pedroteña, fruto de la mezcla de cloro concentrado a 80 gramos y agua (de la que todavía guardan alguna unidad), que fue vendida por toda la provincia y la región con una furgoneta.
Dimas, evoca su sucesora, “se entregó en cuerpo y alma” a todos sus proyectos, “de día y de noche y hasta los fines de semana”, y ya cuando regentó su primera tienda de ultramarinos “iba a Záncara en bicicleta a por las sardinas y el bacalao, que venían en el tren”.
Cuando se inició en los productos de limpieza “viajaba a Barcelona a visitar a los químicos para que le hicieran las formulaciones”, así como supo sortear la crisis de inicios de los 90, y también se mantuvo en la de 2008, “en la que también crecimos, por nuestros precios competitivos”. Es un modelo que también ha sido beneficioso en el retroceso económico de 2020 provocado por el coronavirus.
¿Y por qué Casa Kiriko?
“Eran tiempos de radionovelas”, recuerda Inés Sánchez de la Morena, en los que su padre buscaba una denominación para la flamante empresa que fundó el 15 de abril de 1965. Como quería que fuera impactante, Dimas recordó que el médico que atendió el parto de su hermano Pepe lo llamaba Quirico porque había nacido un 16 de junio, festividad de este santo.
“Se quedó con ese nombre”, que fue el que adoptó para su fábrica “con dos kas”. Difícil de no recordar.
Además de la lejía, la fábrica empezó a producir aguafuertes, amoníacos, vinagres y fregasuelos, una vez capitalizada de máquinas industriales y formulaciones químicas “desde Barcelona”.
Igualmente, el ‘alma mater’ de la industria estableció los principios para fidelizar a los consumidores, basados en “la buena relación calidad precio”. Es una identidad con origen “en las buenas formulaciones de nuestros productos”, que “son las mismas que utilizan otras marcas más recientes y muy conocidas”.
Es un legado que Dimas dejó tras su fallecimiento hace 8 años, y que sigue vivo tanto en la memoria de su mujer y propietaria de la empresa, Felicidad Ruiz, como en la dirección de la segunda generación, en este caso Inés, que lleva trabajando en la compañía más de tres décadas.
Pero no todo han sido sonrisas, recuerda la CEO de Casa Kiriko. La crisis del 92 afectó a la empresa y a sus intereses en un momento en que cayó el poder adquisitivo. “Mi padre se encerró en su despacho en Navidad y salió con la solución: adaptarse al nuevo modelo de los veinte duros (cien pesetas)”.
El ‘Todo a 100’ de los primeros ‘chinos’ fue la clave del éxito, muy accesible para los consumidores, que aprovecharon la alternativa del mercado multiprecio frente a los comercios más tradicionales. “Empezamos a vender en Andalucía, donde proliferaban estos almacenes, y ya fue como un reguero de pólvora”, subraya la empresaria, que apostilla que el giro no necesitó de comerciales.
Proceso industrial: del soplado al envasado
César Zarco, responsable de producción de Casa Kiriko, incide en la apuesta por la producción más respetuosa para la preservación del entorno y de la salud de las personas. Por ejemplo, el último desengrasante que han sacado lleva con tapón en vez de pulverizador, así como sus aguafuertes, producto estrella, se elaboran con una trazabilidad industrial que garantiza la perdurabilidad larga en los almacenes “sin perder ninguna de sus propiedades y calidades”.
La primera división del proceso de fabricación es la nave del soplado, donde se realiza la transformación del plástico (politereftalato de etileno (PET) en envases por este método con “estrictos controles de calidad”. El tamaño de las botellas va desde los 100 ml a los 5 l y se almacenan en silos, desde donde pasan a la nave del envasado.
Los tapones son de polietileno y se elaboran por inyección, con la inclusión del material previamente fundido por calor en la cavidad del molde y su expulsión a la tolva tras ser refrigerado.
Zarco destaca la sostenibilidad de la fábrica, donde el plástico limpio es reciclado, mientras que el contaminado se lo lleva un gestor de residuos.
En el área de envasado, las botellas pasan por las cintas para ser rellenadas con los líquidos que salen de los depósitos, y de ahí pasan al etiquetado “con diseño propio”, que visualiza “la identidad de la imagen de la empresa”.
Posteriormente, el producto terminado –plastificado y encajado- llega al almacén, que cuenta con un moderno y telematizado sistema de entradas y salidas.
Esta optimización mejorará con el nuevo sistema que están trabajando para la monitorización de todos los procesos internos de la compañía.
La producción anual es de 18 millones de envases, elaborados en un proceso de trazabilidad que ayuda a solucionar problemas, en el caso de deficiencias de algún producto. “Cada lote está identificado con fecha y número, y con datos de la máquina donde se hizo”, explica.
