Es uno de los Shakespeare menos conocidos en Almagro. De hecho es el único de los tres montajes que se han realizado en España en los últimos años que ha pasado por el icónico festival de la ciudad encajera.
‘Antonio y Cleopatra’ (1606), un texto que reúne las claves dramáticas del autor inglés -la seducción, el amor, la pasión, la ambición, la rivalidad o la honestidad, “es nuestra propia historia de la dignidad”, ha levantado exitosamente el telón de la 44 edición y ha seducido al público entregado de las dos primeras funciones de la obra en el Teatro Adolfo Marsillach (estará en cartel hasta el domingo 4).
La primera representación de la obra, la noche del 1 de julio, en absoluto estreno nacional, consiguió una ovación unánime del auditorio, entre el que estaba el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, que en conjunto dio un sobresaliente a la versión de Vicente Molina Foix, y a la dirección de José Carlos Plaza.
En la misma línea, los espectadores del recinto (estaban agotadas las entradas) en la segunda velada dieron un aplauso final caluroso y mantenido al proyecto de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) en la segunda velada, y a los incombustibles Ana Belén y Lluís Homar, éste director artístico de esta entidad pública.
La pareja tira de oficio y talento para estar inmensa y mantener la tensión en una obra que dura casi tres horas, y que precisa de un dinamismo físico y mental a prueba de mentes entrenadas y actores grandes.
La vuelta a Almagro de Ana Belén, tras recibir el Premio Corral de Comedias del certamen en 2020, ha sido emotiva para el público más maduro, tanto por la evocación de sus primeros años de festival de la mano de Miguel Narros, su mentor, como por la adrenalina que derrocha en la actual edición para defender los arrebatos de Cleopatra, en un papel muy exigente, que transita por contrastados estados emocionales y que mantiene el peso de tramas y desenlace.
La interpretación de la cantante será recordada en las próximas temporadas de los ciclos clásicos, por su buen hacer en la recuperación en España de uno de los principales trasuntos shakespirianos, el erotismo del poder, tras 25 y 41 años desde que Magüi Mira y Massiel, respectivamente, dieran vida a la reina de Egipto más conocida del universo de la historia reciente.
Ana Belén o Cleopatra llena el escenario con su inteligencia y ejerce la manipulación, mezquindad o diversión como partes inalienables de un prisma humano, que no es otra cosa que el de la propia vida humana y su evolución territorial y pesonal.
Su alter ego, Lluis Homar , también derrocha profesionalidad y calidad artística, y cumple las expectativas como Antonio dentro del juego de la seducción, el poder y la traición, con una personalidad pusilánime también reproducida en ls anteriores versiones por José Luis Pellicena (1980) y Chema Muñoz (1996).
Lenguaje cautivador
En cualquier caso, el lenguaje es “cautivador, siempre innovador, imaginativo e increíblemente lúdico”, como señala la CNTC como referentes shakespirianos en sus obras. Los juegos metafóricos mantienen la trama, junto a los oficiales romanos y las esclavas egipcias de la corte de la reina, aunque el sentido del humor -como novedad estilística en el montaje- rebaje innecesaria y negativamente la tensión escénica, al parecer comentarios exóticos en la cultura de hace cuatro siglos.
El montaje, por su parte, que firma Ricardo Sánchez Cuerdaestá protagonizado por lo menos es más, con unos grandes módulos, con efecto espejo, que se mueven sobre unos ejes y que sirven de base para cambiar de unidad de escena a través de un estudiado juego de luces, perfecto para completar la ambientación.
La música con toques orientales es discreta, como la mano de la madre que sujeta el desarrollo de un hijo desnudo ante los floretes de la vida, y culmina deslealtades o deseos incontrolados con toques cadenciosos.
Precisamente, el amor suaviza las posibles dicotomías entre Roma y Egipto, porque como dijo el propio Homar en la presentación del montaje “la humanidad somos mente y cuerpo”, y son necesarios ambos para que se haga presente el espíritu.
El montaje viajará al Festival Internacional de Mérida próximamente y entre el 23 de septiembre al 7 de noviembre se pondrá en escena en el Teatro de la Comedia de Madrid.