Marta Sanz comenzó su ponencia por el principio; leyendo las primeras líneas de El Quijote: “es un comienzo que hemos escuchado tantas veces, que nos resulta tan natural, que hemos dejado de oírlo”, indicó. Para esta crítica literaria, El Quijote nace de la tensión entre la realidad y el ideal, tensión que vivió Cervantes al ser un personaje fronterizo entre el Renacimiento y el Barroco.
“La propia descripción que se hace de Don Quijote en el primer capítulo habla de un hidalgo empobrecido en una época en la que el dinero, y no la nobleza de cuna, empezaba a ser un signo de clase. Cervantes es el primer autor que da cuenta de este cambio y de hecho fue el primer autor que compró su propio libro”, explicó.
La escritora incidió en la figura del narrador, que Cervantes utilizó desde las primeras líneas para dar verosimilitud a su relato. “Nos hace saber que cuenta una historia que ya es conocida, juzga, omite información, se muestra claramente subjetivo; esto es porque el autor quiere hacernos conscientes de que estamos leyendo pero a la vez introduce al lector en la ficción y eso es algo propio de la modernidad, como en Mary Poppins, cuando los personajes saltan dentro de un cuadro pintado en el suelo del parque”, explicó.
Sanz explicó que cada tiempo encuentra su propia forma de interpretar El Quijote. “Si en el Romanticismo los valores que resaltaban era el idealismo, hoy destacamos más ese juego de espejos que propone, sin olvidar, en tiempos difíciles como éstos, que Sancho sabía ya de la dificultad de llenar la panza a diario”, finalizó.
Los espejos del Quijote
La velada concluyó con la última representación de ‘Los espejos de Don Quijote’, una obra de Alberto Herreros que viaja hasta la cárcel de Sevilla para encontrar, con William Shakespeare como visitante inesperado, alguna de las claves de la inspiración de la obra cumbre de Cervantes.