Hay fotografías y fotografías. Unas pueden cambiar el rumbo de tu vida por el compromiso que pueden suponer, mientras otras adquieren valor si son una prueba de momentos irrepetibles de nuestras vidas. Hay algunas, en cambio, que por ellas mismas destacan sólo si el observador conoce de antemano su contexto y la razón que las hizo posible. Sin embargo, hay casos en los que la finalidad de la imagen es solamente mostrar al ciudadano un acontecimiento relevante con un carácter divulgativo o bien con una finalidad informativa.
Es en estos casos cuando el documento gráfico -según las circunstancias-, podría “cargarle el diablo”. Esto sucede cuando la repercusión social excede de su función meramente informativa porque el contexto general le confiere una dimensión estratosférica por aquello, por ejemplo, de la geopolítica – recuerden el impacto en su día de la famosa foto de las Azores y cómo esta imagen ha quedado vinculada a sus protagonistas- o por la influencia de los intereses locales, nacionales, económicos o políticos dominantes en ese momento. Y este es el lugar en el encuadraríamos fotografías como la protagonizada por el aparato del PP en la provincia de Ciudad Real, arropando a Francisco Núñez como el candidato idóneo para presidir el Partido Popular de Castilla-La Mancha. Pocas imágenes han agitado tanto la vida interna de un partido como lo hizo ésta, cuando muchos militantes asumían todavía la salida de la, hasta ese momento, líder suprema de los populares de la región, María Dolores de Cospedal.
Con mayúsculas
Luego están las fotografías con mayúsculas. Estas son esas imágenes que no estamos acostumbrados a ver, las que emocionan, las que solo han estado al alcance de los ojos de la gente de mundo. En ellas, el soporte y el entorno serían accesorios ya que la imagen por si sola transmite tanta energía y tanta fuerza que llega a conquistar al espectador a través del impacto en sus emociones.
El presidente del gobierno de Castilla-La Mancha se refería hace unos días en Puertollano a quienes saben transmitir sentimientos mediante el uso del objetivo, a quienes captan el “alma de la gente, de las cosas, la alegría y la pena”, de provocar emociones, en definitiva, mediante la fotografía como lo hace Cristina García Rodero, la primera fotógrafa española a la que el Ayuntamiento de la ciudad que la vio nacer le ha dedicado un museo con su nombre.
Este gran espacio cultural, situado en pleno centro de la Ciudad Minera, alberga una de las mayores exposiciones de esta reconocida fotógrafa por la cantidad de obra gráfica que cuelga y es el resultado de los viajes que hizo a Haití entre los años 1997 y 2004 junto a otras imágenes de su particular viaje por la España rural de los años 80. El recorrido por las tres salas de lo que fue el Museo Municipal de Puertollano es de un gran impacto visual por la fuerza que transmiten las escenas de rituales y peregrinaciones y esas ofrendas con la fuerza del agua y del barro de fondo a través de las que la artista comunica magistralmente la espiritualidad que envuelve a los protagonistas, sus sentimientos más íntimos
Puertollano acoge con este museo uno de los proyectos culturales más interesantes de la provincia. Un lujo, sin duda, para una ciudad que ha demostrado con su inauguración que vamos aprendiendo a poner en valor a nuestras ciudadanas más ilustres. Pero también esta apuesta cultural pone a prueba a quienes tienen la responsabilidad de acercar proyectos de este tipo a la ciudadanía para comprobar si somos capaces de escuchar sus experiencias y de atender esas sugerencias que en muchos casos son anhelos que cuesta compartir. García Rodero lo hizo en la inauguración de su museo con la petición de crear, también, un archivo fotográfico y poner en marcha becas para formar a los jóvenes en colaboración con museos, instituciones y colecciones, impulsar el coleccionismo…
Un lujo, insisto, para todos es poder disfrutar de la obra de artistas como García Rodero. Mi reconocimiento, por tanto, a quienes lo han hecho posible. Y sigamos avanzado