Los ojos de Julio hablan de su alma. Silba, mientras conduce el ganado junto al arroyo, como Hermes entre los juncos haciendo sonar su flauta. A las paridas las lleva sobre sus hombros (a mí también quiere subirme para que no me moje), como si tuviese alas y no un cáncer a las espaldas que no importase.
Cuando lo conocí, trashumaba por la cañada real Toledana. Un hombre joven conducía despavorido un viejo Suzuqui, al que iba anclado un carrito lleno de corderos dando brincos.
- ¡Ese hombre está loco! – vocifera mientras nos hace señales con las manos para que nos apartemos del camino-, ¡Tengan cuidado con los mastines, ¡Yo ya no puedo más! frena en seco y dos corderillos salen despedidos del carro.
- Me voy – tendría que estar con mis amigos en Navalmoral tomándome un cubata en vez de estar aquí –explica llevándose las manos a la cabeza desesperado-. Ese hombre es la mejor persona que he conocido, no he venido por lo que me paga, sino por hacerle un favor, pero no está bien, dice -señalándose la sien… Adiós… y acelera olvidando los dos corderillos que han caído del carro.
A medio kilómetro avanza un grupo de unas 500 ovejas dirigidas por un pastor de unos sesenta años. Se disculpa por las formas de su compañero:
– “No ha mamado esto”, le ha venido grande y yo, tengo que llegar a Toros de Guisando para unirme a la Mesta, pero solo no lo puedo conseguir…tendría que haber dejado la trashumancia como me dicen todos, pero esto… esto es mi vida -sentencia.
Sin dar, aún, crédito a la escena que acabo de presenciar, siento la desolación de ese hombre como propia y comienzo a “hilar” dentro de mí: “el hijo de Lesya (un joven músico ucraniano y refugiado político en España) necesita desesperadamente un trabajo y este hombre que tengo frente a mí, necesita a alguien joven y fuerte que le ayude a llegar …”
Los caminos se cruzan, igual que se cruzan los destinos y al día siguiente, aquel muchacho que no habla ni una palabra de castellano, ni tratado con más animales que la gata persa que habita con su madre, emprende con un viejo pastor castellano, un viaje épico a través de los montes y naturaleza más inexplorados del territorio español, preservado gracias a las Cañadas Reales.
Las vías pecuarias datan de finales del paleolítico y son una reliquia que servían de arterias de comunicación entre las poblaciones más alejadas de la península, han sido utilizadas desde los clanes cazadores hasta la domesticación de los animales por el homo sapiens como rutas para aprovechar los pastos estivales y garantizar la supervivencia del ganado; Julio La Losa las ha recorrido y conoce cada recoveco como las líneas de su mano. Su importancia como corredores de biodiversidad es vital hoy para el cambio climático que amenaza al planeta…, pero el mundo parece ignorar a estos pastores, que se resisten a abandonar su designio humano, más propio de dioses.
El Honrado Concejo de la Mesta tuvo con Alfonso X el Sabio su carta de privilegios; hoy el Concejo está presidido por un hombre con porte también de Rey, Jesús Garzón, que con un rebaño de un millar de ovejas y un centenar de cabras retintas, como si del Buen pastor se tratase, nos señala un camino mejor y sostenible para una España que se vacía de hombres y sueños.
Los trashumantes deberían estar protegidos, como la oveja retinta y la negra merina, son una raza noble en peligro de extinción, los últimos vestigios del nomadismo a los que pequeñas alimañas -viborillas y otros alacranes urbanos- les atacan con impunidad, denunciándoles por cualquier minucia, ya sea un descuido del ganado que entra a pasto privado o una traba administrativa o, incluso una descabellada idea animalista que proporcione algún redito político frente a tamañas gestas.
La piel de Julio es tersa, de color tierra y parece que de ella le brotase tomillo, lavanda, espliego, no en vano su burro se llama Romero. Ese día, recuerda cuando hacia la trashumancia de niño junto a su abuelo y su padre; su hermano trabaja en el Ministerio, pero él nunca quiso oficina…, le viene de un linaje tan antiguo como el mundo, le brillan los ojos y casi medita hablándome del fuego en las noches al raso, de caminos ancestrales perdidos entre encinares y castaños, que son como como catedrales que se habitan y refugian en el frio del invierno.
- Al parecer dicen en lo de Google que estoy loco, que maltrato a mis animales que he provocado un descarrilamiento del tren…pero eso es mentira, Jesús Garzón lo sabe bien… ; María usted, que es abogada, me va ayudar a denunciar a esos farsantes ¿verdad?
- Pues claro que sí!, y vamos a montar una escuela de pastores y usted va a ser el director…
Julio se echa a reír y sus ojos, vuelven a saltar como si derrotase a Argos.
El día que recogemos a Iván Semenko de su viaje, el joven músico ucraniano participa en la Fiesta de la Trashumancia con una zamarra y dos alforjillas bailando al son de flautas, dulzainas y rebeles con el ganado de la Mesta, como si fuese un fauno salido del Bosque por el Paseo de la Castellana a Cibeles.
Julio, parece un zagal y nos busca con sus ojillos inquietos entre la multitud, como si fuésemos parte del rebaño. Abraza a mi hija y mira hacia atrás comprobando que todas sus ovejas le siguen.
No tuvo hijos, tampoco suerte con las ninfas como el Dios Pan, y – en ese punto- el tono de su voz decae…
- ”Viveen la Ciudad…no le gustaba cuando venía de la trashumancia, yo la quería de verdad, pero eso, “ es otra historia, Maria”, me dice – mientras vuelve a elevar su voz: Mañana viajamos a los pastos del sur, le haré unas migas de pastor y, con los niños construiremos un chozo con un hogar para el invierno.
A su lado, una quisiera ser nómada y al llegar la noche diáfana-, dormir como Gabriel y Galán, en la majada, sobre un lecho de lentisco, embriagada por el vaho de los húmedos apriscos y arrullada por el mansísimo rumiar de los animales.