Viajar hasta Almadén es improvisar un trayecto en el que las sensaciones de lo que te rodea se van intercambiando a lo largo del camino. La carretera nacional hace que desaparezca el agobio de la ciudad para reencontrarte con la vieja Castilla que vive del campo; ése que en apenas quince días ha pasado de un verde radiante a estar quemado por un sol que empieza a ser de justicia. Esos campos, donde las ovejas y los terneros buscan encinas en las que refugiarse, mientras las chicharras agudizan su sonido sincrónico que parecen saludar a los pocos vehículos que cruzan en ambas direcciones.
Cuando emergen las primeras colinas a los costados del asfalto, desaparece la cobertura. Las canciones de Spotify se quedan mudas por falta de datos y ahí descubres que la conectividad sigue siendo un bien escaso en muchos lugares del territorio donde la discriminación territorial a las que están sometidas algunas zonas sigue sonrojando a los grandes “Planes de conexión 2.0”, o como se llamen.
En la balanza de los pros y los contras de vivir en entornos como los que van quedando atrás en ese camino hacia Almadén parece que la tranquilidad y la familiaridad de esos sitios son las dos únicas grandes bazas frente a la falta de servicios públicos que la “España vaciada” reclama a diario y que sólo ven atisbos de escucha cuando se acercan los periodos electorales.
En esa búsqueda de activos contra la despoblación se erige la Escuela de Ingeniería Minera e Industrial de Almadén (EIMIA), fundada mediante Real Orden de 14 de julio de 1777 en el reinado de Carlos III, que el 15 de julio estará celebrando su doscientos cuarenta y cinco Aniversario, en cuya celebración está prevista la presencia del presidente de la Diputación de Ciudad Real, José Manuel Caballero.
Al estacionar en la entrada del edificio se comienza a percibir ese contraste entre la vida de un pueblo que permanece en silencio justo enfrente, con el bullicio de los estudiantes que intercambian observaciones sobre los exámenes que acaban de hacer, llenando de vida ese espacio que siglos atrás albergó la cárcel de forzados.
En su despacho espera Ángela Carrasco, secretaria académica, responsable de promoción y estudiantes de la EIMIA, que es una de esas trabajadoras que han contribuido a que la Escuela se reinvente para saltar sobre las adversidades de las malas decisiones políticas que se han ido tomado, evitando no sólo el cerrojazo de la UCLM en Almadén, sino para situar a la Escuela como una referencia en el estudio de Minas en todo el mundo.
Una de esas iniciativas fue buscar estudiantes fuera de España. “Así llegó la posibilidad de trabajar con Guinea hace ahora casi treinta años, bajo la dirección de Luis Mansilla. Este país reunía varios requisitos: hablan español, es un país rico en petróleo y teníamos la posibilidad de formar estudiantes que podrían retornar y aplicar lo aprendido” explica a Lanza, Carrasco. Posteriormente, desde la EIMIA se contactó con algunas empresas para que financiasen los estudios de estudiantes guineanos en Almadén, encontrando el beneplácito de la multinacional Schlumbergen, cuyo respaldo duró hasta que el estallido de la crisis económica del 2008 que provocó que las empresas apretaran los cinturones del ahorro y prescindiesen del eslabón más débil de la cadena.
En la actualidad, en la Escuela de Almadén hay matriculados setenta y cinco estudiantes procedentes de Guinea repartidos entre los tres grados que se imparten en el centro, “un número muy grande para una localidad tan pequeña como Almadén”, se felicita la secretaria académica de la EIMIA.
La clave para que lleguen tantos alumnos de fuera es el respaldo que encuentran en este centro que lleva 245 años formando ingenieros. “Aquí les ayudamos a todo. Los chicos son casi como de la familia”, señala Carrasco. Almadén, lejos de los prejuicios y los problemas de rechazo que podrían surgir en esta convivencia con extranjeros, “es un pueblo muy solidario y la convivencia con los chicos que vienen es muy buena”, donde destaca el papel de Cáritas, el Ayuntamiento o el propio equipo de fútbol local, que hace meses hizo una recaudación de miles de euros destinados a pagar los estudios de uno de sus jugadores foráneos.
La estrategia de captación de nuevos alumnos para el próximo curso de la EIMIA extenderá sus fronteras más allá de Guinea Ecuatorial, poniendo en el horizonte a países como Panamá, Méjico, Colombia, Ecuador o Perú, gracias a las iniciativas del actual equipo de gobierno del centro, encabezado por su director, José Tejero y la sensibilidad de la Diputación de Ciudad Real, quienes han mostrado “muy sensibles con la propuesta y se han identificado con esta nueva estrategia”; porque pese al proceso de transición energética donde el carbón ha quedado relegado, “aquí se estudia Minas y Energías”, recalca Ángela Carrasco, que remarca que “el gran error es que muchas veces se piensa que estudiar Minas significa que se va a trabajar bajo tierra extrayendo carbón y en absoluto es así”.
Wilfredo, Ildefonso y Salvador, tres guineanos con alma de Almadén
Tras el encuentro con la responsable de alumnos, es turno de hablar con tres de los estudiantes que hace años llegaron de Guinea Ecuatorial y que estas semanas están finalizando los exámenes con los que pondrán punto y final al curso y quién sabe si también a su Grado en Almadén.
El primero en tomar la palabra es Ildefonso que llegó a España en 2017. En su país estaba estudiando una carrera de la que no le convenció el plan de estudios. “Gracias a un conocido descubrí la EIMIA y decidí venir a estudiar aquí”. En Almadén comparte piso con un primo, con el que lleva conviviendo casi tres años. No obstante, cuenta “en Almadén he conocido mucha gente y he pasado muy buenos momentos durante estos años”.
Lo ideal, anticipa, “sería regresar a Guinea”, aunque aclara que “estoy abierto a todas las posibilidades y quedarme aquí también sería una muy buena oportunidad para seguir creciendo”.
La historia de Salvador es similar. En su caso llegó a España a través de un amigo que ya había estudiado en la localidad manchega en el año 2009. Llegó a finales de septiembre del 2018 antes de comenzar el curso y su primer contacto con el pueblo minero “fue a través del fútbol y de compartir vida a través del deporte”.
“Tanto en la Escuela como en el pueblo todo ha sido muy familiar”, relata Salvador, que tiene previsto hacer un máster para completar su formación universitaria.
El último en llegar a Almadén ha sido Wilfredo. Lo hizo un par de cursos atrás. La mayor parte del día cuenta “lo pasamos aquí estudiando porque es a lo que vinimos, pero también nos gusta practicar deporte y compartir momentos con nuestros amigos”.
En este sentido, añade Ildefonso “la vida que tenemos en Almadén es diferente a Guinea. Aquí conocemos mucha menos gente y tenemos menos oportunidades de ocio”. No obstante, disfruta de la localidad junto a otros vecinos del pueblo haciendo rutas senderistas o practicando deportes como el fútbol.
La falta de alternativas de ocio junto con las dificultades para ir a otras ciudades vecinas de mayor envergadura como Puertollano o Ciudad Real, son los dos únicos peros que encuentran en una elección educativa que marcará para siempre su futuro próximo. “Para ir a Ciudad Real; por ejemplo, tenemos que coger un autobús a las seis de la mañana y volver a las seis de la tarde. Si tenemos clase, tenemos que perderla obligatoriamente. No tiene ningún sentido”, denuncia este estudiante guineano que pese a ello finaliza diciendo que es “muy feliz en este pueblo”.
OFERTA EDUCATIVA EN LA EIMIA
Tres grados y un máster propio.
Ingeniería Minera y Energética
Ingeniería Mecánica
Ingeniería Eléctrica
Máster universitario en Ingeniería de Minas, con 25 plazas y que es habilitante para la profesión regulada de ingeniero de minas.