Huele aún a Agapitos en la calle y ya hemos empezado a quitar el polvo al papel de la dieta. Sólo ha pasado un fin de semana desde que los reyes magos repartían sueños, pero tan poco tiempo ha bastado para que la realidad descorra las cortinas. Hemos pasado del cómic del mazapán al de la ficticia ciudad de Ghotam, donde la niebla reina y por las esquinas aparece en cada capítulo un personaje diferente, a cual más temible. En Ghotam siempre hay un hombre bueno y aguerrido, un cierto poder como inspector de Policía, a punto de morir cada noche y que ha renunciado a ser feliz por el bien común.
A nosotros, en la esquina misma del nuevo año nos ha reaparecido José María Aznar. Estaba esperando un suspiro de calma; que Dios, que siempre anda cerca del Partido Popular, se retirase a descansar de tanto fasto para así poder sustituirle en los titulares de portada. Y se ha ido a Valencia, donde los empresarios que le acogieron no se asustan de los truenos, siempre andan dispuestos a las sugerencias y conocen en la intimidad a los que se van y a los que vienen.
Aunque enseñó hace semanas la punta del paño que guarda en el arca al dejar la presidencia honorífica del Partido Popular, ahora ha comenzado a pasear el manto por el país y es previsible que no parará hasta que se celebre el congreso del partido del Gobierno. Para su aparición se ha rodeado de la ultraderecha equívoca de Gallardón, al que votaban los comunistas del cinturón rojo de Madrid, y la inequívoca de Jaime Mayor Oreja, el ministro de Interior al que Rajoy sustituyó en 2001. Orden y Justicia, con él en el centro como recién salido de un funeral. La ultraderecha española ya no lleva pistolas en la cintura. Se sienta en los consejos de administración o asesora al poder que ahora manda de manera universal, el financiero. Por eso sus enviados, truculentos o auténticos frikis, dan más miedo a los suyos que a los ajenos.
No es un dios, pero al PP es como si el cielo le hubiese venido a ver, porque les ha otorgado el papel de buenos sin merecerlo, y porque, para crisis internas, las de los demás.. Si Rajoy es un funambulista, como Aznar piensa, él sabrá tensar la cuerda y evitar los riesgos de los equilibrios internos de la derecha. Ese es su mensaje, el que va a repetir durante estos meses, y el PP se va a quemar la lengua de tanto jurar que no les duele ni les importa lo que su expresidente piense, diga o haga.
Llevan razón cuando afirman que no creen que Aznar vaya a crear un nuevo partido. Aznar, es cierto, no va a crear un nuevo partido, una nueva Alianza Popular que recoja a los descolocados del centrismo orgánico, a los liberales viudos de la UCD o a los herederos políticos del Fraga que la memoria española perdonó generosamente. Aznar quiere el partido que ya existe, el Partido Popular. No es un hombre de guerrillas externas, ni le han enviado para asustar a los niños o los viejos del barrio. Es el Caballero Negro que ya ha aterrizado en el lateral luminoso de la ciudad, Valencia, en este país de niebla atmosférica y democracia en regresión llamado España.
Los periodistas metidos a politólogos y los politólogos con afán de aparentar ser periodistas ya han puesto porcentaje y cifra ( 15% de votos, 45 diputados) al daño que Aznar puede hacer al Partido Popular si decidiese crear unas siglas alternativas al PP. Siguen obcecados en la idea de que España ha vivido un bipartidismo, que matizan como “irregular”, desde las primeras elecciones de la democracia. La memoria es débil y olvidan que el sistema electoral vigente sólo buscaba que el Partido Comunista de España (PCE) nunca arrastrase los votos que se le suponían, y que la división de la izquierda fuera el trampolín de la llamada nueva derecha. Bastaría con sacar la cabeza de la M-40 madrileña para ver que, pese a las diferencias de votos, la España plural es vieja, aunque hoy sorprendan las “mareas” o la vitalidad de los nacionalismos que acaparan el poder, a lomos de otros consejos de administración más reducidos pero no por eso menos decisorios.
El inspector de Policía de Ghotam anda flaco de energías y se sabe, de ahí que resuene más el vuelo de Aznar sobre los tejados y los medios de Comunicación. Le es propicio el aburrimiento social y la flacidez de las carnes policiales, porque las butacas engordan. Y le es favorable el viento que alimenta los odios por encima de los derechos. Este es el verdadero lado silenciado de Aznar, el Caballero Negro que vuelve del lado oscuro de la luna de la calle Génova.
(*) Aurelio Romero Serrano es periodista y escritor. Ha publicado dos libros de poemas (“Siempre hay alguien” y “Nómada”) y es autor de la historia novelada “Si pudiese hablar de ti”, sobre la guerra civil y la postguerra en la provincia de Ciudad Real y Córdoba.
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