M.A.E.G., la madre monstruo del caso de presunta explotación sexual enjuiciado esta semana en la Audiencia de Ciudad Real, ha usado su derecho a última palabra al final de la vista oral del caso para insistir en su inocencia: “Jamás he llevado a mis hijas a prostituirse”, ha explicado con un hilo de voz, entrecortada por las lágrimas.
Esta mujer de mediana edad que sólo mantiene relaciones con uno de sus hijos varones, también discapacitado, (al otro lo cuidan sus tíos y ambos están tutelados por la Junta), ha afirmado que quiere mucho a sus hijas ante el tribunal, que tiene pruebas muy sólidas contra ella de que sus palabras no casan con sus actos, la principal el escalofriante testimonio de la hija mayor, tutora legal de la hermana discapacitada a la que presuntamente prostituyó durante años.
Actitud fría y evasiva en el juicio
Las lágrimas del final contrastan con la actitud fría y evasiva que ha mantenido en las duras sesiones del juicio en las que ha escuchado, como toda la sala, el desgarrador relato de su hija -de veinte años biológicos pero de siete u ocho mentales-, que aparte de los hombres a los que reconoce describe con precisión técnicas sexuales y habla de “hacer el amor” y “follar”, cuando no sabe leer, ni tiene noción espacio temporal.
De los cinco presuntos abusadores han hablado tres al final de la vista oral para decir que son inocentes. Uno de ellos, J.H.R., el que se quedaba a domir en la casa de la familia, para mostrarse como un ser desvalido: “Yo no tengo ni mujer ni hijas ni padre ni madre, estoy solo en el mundo”.