*Los testimonios son experiencias reales de manera íntegra. También la edad. No así los nombres, que son pseudónimos o nombres falsos para preservar la intimidad por deseo expreso de los participantes en este reportaje.
Hay sociólogos que afirman que hace unos años que se cambió de era. Sea la que sea en la que se encuentra la sociedad ahora mismo, si de algo depende el individuo es de la información, que ya es infoxicación. El algoritmo es el metrónomo de la sociedad de masas.
Los géneros y las orientaciones sexuales son actualmente más de 30. Pero, ¿cómo se relaciona el ser humano en este nuevo paradigma? Y el amor… ¿Dónde queda el amor? Al amor probablemente no lo conozca ni la madre que lo parió, que dijo un político.
En la era de la inmediatez, del hedonismo exacerbado y del consumismo salvaje no sorprende que la forma de relacionarse entre individuos se haya transformado. Y en este caldo de cultivo, tan mareante como cierto, aparecieron las aplicaciones para ligar.
Y no es de extrañar. El ser humano vive pegado a su smartphone, y las aplicaciones son prácticamente una extensión de su cuerpo y de sus vidas. Y también son útiles para conseguir citas.
Tinder -la más utilizada-, Bumble, Badoo, Meetic, Grindr- para homosexuales- o Salt son algunas de las aplicaciones tradicionalmente llamadas ‘de contactos’ y ahora ‘de ligoteo’ o de citas.
En ellas, el usuario puede filtrar desde la altura, el peso o el color de pelo hasta la ideología política, las creencias religiosas o su postura ante el cambio climático. Por cierto, Tinder es la segunda aplicación más usada de España, sólo por detrás de WhatsApp y por delante de Twitter o Instagram.
Es curioso que se lleguen a compartir posiciones tan íntimas en aplicaciones, cuando si existen es precisamente por las dificultades de las personas para encarar este tipo de actos en persona. O no, y quizás es, simplemente, otra varilla más del abanico.
Cada vez más gente se adentra en este ‘mundillo’, como lo catalogan algunos usuarios. Y el fin es totalmente diferente.
Unas cuantas personas buscan el amor, otras, sexo esporádico, y otras sólo quieren conocer gente para tomar algo en ciudades diferentes a la suya o porque su trabajo o su vida personal no les deja socializar.
Tan diferentes son los fines como los filtros que pone cada individuo, o los perfiles construidos, porque, al fin y al cabo, en estas aplicaciones, casi todo va de “saber venderse”.
El funcionamiento es sencillo. El usuario ve un catálogo -aunque suene frívolo, es así- en función de sus intereses (sexo, género, orientación sexual, edad, aficiones, etc.) y va deslizando con el dedo a un lado: a la izquierda, no le gusta; a la derecha, sí le gusta.
Si coinciden, salta el ‘match’: enhorabuena, habéis coincidido y ya podéis hablar y quien sabe, quizás tener una cita. De esta dinámica ha nacido la expresión ‘jugar a’ la aplicación que sea, porque se acaba convirtiendo en una suerte de ruleta rusa.
“El algoritmo de las aplicaciones te muestra de todo”
Francisco (26) ha estado activo más un lustro en la aplicación Tinder y remarca un detalle importante en esta escena del ligoteo online: “De forma totalmente gratuita, nunca he pagado para tener más opciones”.
Porque sí, en estas aplicaciones, como si de un videojuego ‘pay to win’ se tratara, puedes pagar para tener opciones como priorizar tu ‘like’, tenerlos ilimitados -en las versiones gratuitas hay un número de ‘likes’ diarios- o poder cambiar tu ubicación.
Para él, todo comenzó debido a la búsqueda de sexo esporádico. Un chaval joven, deportista, en forma, con habilidades sociales… Se preguntarán por qué acaba utilizando Tinder. Según Francisco, “por abrir el abanico”.
Y hace una diferenciación entre conocer gente a la manera tradicional “que suele ir más despacio” y para el objetivo que tenía al principio le interesaban las aplicaciones, “donde se va más directo”.
Francisco ha dejado de utilizar las aplicaciones cuando ha tenido pareja. Resulta curioso cómo define sus dos etapas en Tinder: “Una fue por el sexo y la otra, honestamente, fue para conocer gente en otra ciudad donde estaba por motivos laborales”.
De hecho, asegura que hay mujeres que ahora se han convertido en amigas.
Todavía sorprendido, cuenta una de las anécdotas más graciosas que le pasaron en su segunda etapa en la aplicación: “Me encontré con una chica que su objetivo en Tinder era cumplir su fantasía sexual favorita, hacer un trío con dos hombres”.
Para ello, me pidió todo tipo de datos, “y cuando digo todo, es todo”, porque Francisco le encajaba en el perfil: “Apariencia varonil, con barba y sin depilar a ser posible”.
Él dice que nunca pensó aceptar, pero sí estiró el hilo “todo lo posible” porque se lo estaba pasando muy bien.
Él, además, comenta entre risas que en Tinder “ha visto de todo” y achaca esto a la propia naturaleza de las personas, no a las aplicaciones: “Ves de todo porque no es más que una extensión de la vida, es tan real como ligar en un bar”.
Francisco ahora está felizmente enamorado y apartado, de momento, de las aplicaciones.
En estas aplicaciones, los testimonios varían en función de si sé es hombre o mujeres. Y pueden llegar a cambiar completamente la experiencia de uso.
Por este lado de la historia se encuentra María (35), que señala su sorpresa al comenzar a utilizar Tinder: “La primera vez que hice ‘match’ me hizo gracia, porque las chicas en menos de dos segundos tenemos un montón de ‘match’”.
También asevera que casi nadie habla al momento, y por lo menos en su caso, fue “como ir haciendo colección de los ‘match’”.
María cree que la mujer tiende a esperar que sea el hombre quien hable primero, aunque a veces “tienes que intentarlo tú, no vas a perder nada”. Si habla de sus experiencias, confirma la tendencia de los usuarios: “Hay de todo”.
Aunque es cierto que ella recuerda especialmente a un fetichista que le dijo que le gustaba lamer los dedos gordos de los pies: “Adiós ‘match’”.
Asimismo, lamenta que la sociedad no se atreva a “salir a la calle y conocer gente”, aunque afirma que una pantalla “te da la seguridad el valor para hablar y expresarte como quieres”, cree que conocer a la persona que hay fuera de una aplicación es “mucho mejor”.
“Conocí el amor gracias a Tinder”
Si algo caracteriza a estas aplicaciones es el grandísimo abanico de gustos, aficiones, fetichismos y tipos de gente que se pueden encontrar.
De todo esto sabe mucho Carmen (31), que ahora vive con su pareja actual, conocida en Tinder, donde afirma haber vivido “situaciones surrealistas”.
Carmen acabó un fin de semana en Cádiz con un desconocido del que se enamoró perdidamente, pero que luego no era como decía ser: “Había proyectado una imagen para enamorarme que no se correspondía con la realidad”.
De ahí saca la conclusión que marca su visión sobre las aplicaciones: “Hay mucha gente que no ha trabajado nada su salud mental ni su forma de ser, no se conoce y no es capaz de hacer las cosas bien con otra persona”.
Afirma tiene anécdotas de todo tipo, sexuales y personales, desde “malos olores” en ciertas zonas del cuerpo de sus amantes -tuvo que airear el coche y negarse a mantener relaciones- al ghosting dado y recibido.
El ghosting es la práctica de desaparecer sin dar explicaciones y, actualmente, se muestra tajante: “Recomiendo a la gente que no lo haga”. Para Carmen, en las aplicaciones hay que “quererse mucho”, porque si no, “puedes salir escaldado”.
Aunque también sentencia: “Yo conocí el amor en Tinder”.
Paula (20) y Miguel (21) son dos amigos jóvenes que utilizan Tinder y Bumble. En la segunda, una vez alcanzado el ‘match’, sólo pueden abrir conversación las mujeres: “Es otro filtro más, porque a veces le das ‘like’ por el físico y lees el perfil y dices uf”, comenta Paula entre risas.
Miguel, sin embargo, asegura leer las biografías de la gente: “¿Dónde vas dando like sin leer?, bromea.
Ambos son guapos, deportistas y divertidos, pero utilizan aplicaciones para establecer los límites del sexo esporádico: “Aquí sólo es sexo, y se acabó”.
En estas edades, casi cualquier aplicación sirve para ligar: “También se liga mucho en Instagram y no es una aplicación de contactos”, comentan.
Se ha “estandarizado” encontrar el amor en las aplicaciones
Lucía (61) se encuentra en el lado opuesto de la historia. Hace tiempo utilizaba de manera activa la aplicación Meetic -¿recuerdan el anuncio?- donde conoció al hombre con el que comparte vida desde hace una década: “Defiendo las aplicaciones porque yo encontré el amor sin buscarlo”.
Es cierto que de su testimonio se extrae una conclusión: con la edad, el tiro va más centrado. Lucía se maneja en otro tipo de términos, más personales, de compañía y buen trato, y menos de atracción fatal y salvaje.
“Cuando ya has vivido gran parte de tu vida, no buscas un novio o un marido, buscas un cómplice”, asegura. Ella entró en el ‘mundillo’ -como define- de las aplicaciones porque “ya no tenía edad para andar saliendo a conocer gente”, señala.
Por su profesión, comparte tiempo con gente joven y comenta entre risas que la situación no es tan diferente: “Tomamos a los jóvenes por idiotas cuando no lo son, muchos saben perfectamente lo que quieren”.
Lucía cree que en las aplicaciones a veces “se vende la moto” y que los perfiles no coinciden con lo que luego es la persona, “pero eso va en la honestidad de cada uno”.
Carlos (33) es usuario habitual de varias aplicaciones. Ingeniero mecánico, se lleva las aplicaciones a su terreno: “Normalizar en matemáticas es hacer que el módulo de un vector sea siempre la unidad”, conjetura.
Para Carlos, si decimos, “hemos normalizado conocer a gente por aplicaciones”, decimos que “conseguimos la unidad” al conocer a alguien por este método.
Asegura haber tenido múltiples experiencias, “obviamente que ha habido ‘matches’ esporádicos, porque a veces el cuerpo te pide saciarte”. Carlos señala que siempre ha sido sincero: “Siempre he manifestado lo que quiero, si te gusta bien, conectamos, si no, no pasa nada”.
También coincide en lo de que “hay de todo” y ha tenido desde sexo esporádico con desconocidas hasta relaciones.
Para Carlos, se ha estandarizado el conocer parejas en aplicaciones y llegar a ser algo definitivo: “En mi círculo más cercano hay dos parejas que se conocieron a través de Tinder y una de ellas ahora es matrimonio”. El amor, tal vez, se abra paso.
“El Tinder cristiano para encontrar el Amor”
En realidad, la siguiente aplicación no se llama Tinder, se llama Salt, y es una aplicación para ligar por y para cristianos. Sí, para personas creyentes, católicas y cristianas que quieren interactuar con gente con sus mismas creencias.
Clara (25) es usuaria de esta aplicación. El funcionamiento es igual que en el resto de aplicaciones, “pero aquí le damos importancia a la visión de la fe y de Dios que tiene la otra persona”, señala Clara.
En los requisitos de la aplicación, uno puede poner cuáles son sus principales influencias respecto a la Fe, cuánto participa de la Iglesia o qué siente sobre Dios y Jesucristo.
“Actualmente, ser cristiano es casi ser punky entre la gente joven, somos rara avis”, comenta Clara entre risas.
El uso de esta aplicación se está normalizando y confluye con el ‘boom’ de movimientos jóvenes de cristianos como son Hakuna, Effetá o Emaús: “Es lógico que queramos relacionarnos con gente con nuestras mismas creencias”, asegura.
También añade que en Salt “todo es diferente a Tinder, se va más despacio”, aunque confirma lo que se intuye: “Obvio que hay gente que va a lo que va”.
Clara sí cree que en Salt sus usuarios se lanzan a la búsqueda “del amor de su vida con Dios en medio de los dos”.
Las aplicaciones de ligar ponen el amor y el sexo a un clic, y también ponen todas las posibilidades que abre la nueva era de la información y de los smartphones al servicio del espectáculo.
“Ciudad Real no es ciudad para estas aplicaciones”
Joaquín (33) afirma que tiene muchas experiencias en estas aplicaciones, “pero ninguna en Ciudad Real”, y además, añade, que “no es una ciudad para estas aplicaciones, nos conocemos todos y hay mucho tabú sobre ellas”.
Este tipo de opiniones se repite en los usuarios de la ciudad que tienden a ampliar el radio de búsqueda del algoritmo hasta 60-80 kilómetros a la redonda “para que abarquen los pueblos y se abra el abanico”, refiere Joaquín.
Lo cierto es que han llegado para quedarse y para integrarse en la sociedad, si no lo están ya. Ahora sólo queda hacer pedagogía, didáctica y no olvidar nunca que, aunque sean aplicaciones, también son el mundo real.
Los testimonios podrían llenar páginas y páginas de diarios y narrativa. Porque en las aplicaciones, que no son otra cosa que una varilla más del abanico, hay de todo, como en la vida misma.
