Más de la mitad de la exportación de vino en España en 2022 fue a granel: 1.148 millones de hectolitros vendidos al exterior. Sin embargo, tan solo generó el 15 por ciento de los ingresos, 528 millones de euros.
En total, las exportaciones en España alcanzaron los 2.744 millones de hectolitros (941 de vino envasado, 1.148 a granel y 655 en productos relacionados), y generaron 3.423 millones de euros de negocio, un 70 por ciento solo del vino embotellado.
El director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV), Rafael del Rey, ha defendido este miércoles en Fenavin que el futuro del vino en España y de la venta en mercados internacionales, pasa por dar valor añadido a los graneles.
“No se trata de pasar, lo que me parece una locura, todo el granel a envasado, lo que no va a ocurrir en los próximos años, sino de mejorar la capacidad de comercialización del vino a granel, del que podríamos conseguir extraordinarios beneficios”, ha indicado.
Así pues, el experto ha expresado que con que España consiguiera pasar el granel del precio medio de venta actual, que ronda de los 40 a 46 céntimos el litro, a “entre 60 y 65”, a su juicio, “la capacidad de riqueza sería extraordinaria”.
No es algo descabellado, pues Francia lo vende a 1,20 euros el litro y en Nueva Zelanda llega hasta los 2,20. “Hay diferentes mundos del vino a granel”, ha insistido ante un buen número de bodegueros y exportadores internacionales.
El 80% de las ventas se concentra en 4 países, todos productores de vino
Para conseguirlo, una de las asignaturas pendientes es acabar con la “alta concentración” de las ventas. Cuatro países, Francia, Alemania, Italia y Portugal, “se quedan con el 80 por ciento del vino a granel”, pero es que además hay que tener en cuenta 2 cuestiones.
Por un lado, son países productores, por lo que “compran según les vaya en sus cosechas”, y por otro, España vende granel a sus propios competidores, de manera que el vino español embotellado en diferentes países aparece frente a frente en los lineales.
En el aumento de la exportación a países como Estados Unidos o China, donde el vino español está más valorado, y en el incremento de producción de nuevos varietales, pueden estar las claves.
Lo que está claro que el consumidor nacional no va a dar valor añadido a los vinos, pues han demostrado ser “muy sensibles” al aumento de los precios, como refleja la caída de las ventas en los últimos meses.
Buenos compradores: Estados Unidos, México y Rusia
La vista del Observatorio Español del Mercado del Vino está puesta en América del Norte. Primero, porque Estados Unidos es el mayor importador del mundo, y allí “las bodegas españolas no están todo lo presentes que deberían estar”.
En segundo lugar, porque el mercado del vino en México ha experimentado en los últimos años, según ha indicado Rafael del Rey, “un extraordinario crecimiento”. Y, además, “se vende relativamente caro”.
Se trata de “diversificar” las ventas, que, en España, pese a que han experimentado “una expansión internacional brutal”, con presencia en 190 mercados, adolecen de una gran concentración, no solo en el granel, sino también en el embotellado.
Donde sí tienen mucha presencia los españoles son en Reino Unido y Alemania, aunque Rey hay que tener “cuidado” con centrarse estos países, donde han bajado las importaciones. En Reino Unido, por el Brexit, y en Alemania por el cambio de la estrategia defensiva por la Guerra de Ucrania y el coste del cambio energético.
Como curiosidad, Rafael del Rey también ha hecho referencia al aumento del negocio en Rusia, donde disminuyó en los primeros meses de la guerra, pero que ha experimentado un importante cambio de tendencia.
Nuevos consumidores y nuevas preferencias: los espumosos
De cara a ganar la batalla en los mercados internacionales, donde España ocupa el segundo lugar del pódium por litros, pero no por millones de euros, Rafael del Rey también ha insistido en que no hay que perder de vista las tendencias mundiales.
En los últimos años ha quedado claro que el vino que produce España “ya no se consume en el entorno más cercano”, sino en el exterior. La “globalización del vino” ha llegado hasta límites insospechados, y hoy se exporta más del doble de lo que representa el consumo nacional.
Por ello, las bodegas tendrán que tener en cuenta si el consumidor extranjero prefiere el cierre de rosca, el vino en lata, el dulce o los espumosos. De hecho, estos últimos “van como un tiro” a nivel internacional, porque son “vinos frescos y agradables de beber”.
Y hasta el momento las que se llevan a los bebedores de calle son las bodegas italianas, con el prosecco, “que ha tenido un éxito mundial”, pese a que el consumo en general está bastante estabilizado desde el final del Covid.