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28 abril 2024
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El valor de la bondad

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Pedro Pardo
Vicente Castellanos* / CIUDAD REAL
Se cumplen 20 años del fallecimiento del querido y añorado sacerdote Pedro Pardo García

I

El 4 de octubre de 2001, hace veinte años, fallecía en Madrid el reverendo Pedro Pardo García a la edad de 66 años, después de complicarse de forma irreversible una operación en que le fue amputado un dedo del pie derecho. Pedro Pardo venía sufriendo durante años dolencias de estómago y su deterioro era evidente en los meses anteriores. Sin embargo, nadie esperaba el fatal desenlace de aquella madrugada, que sorprendió a todos sus amigos, que eran muchos, a lo largo de la mañana y que llenó de lágrimas a los vecinos de la barriada del Pilar, donde fue párroco durante 27 años, de Poblete, de donde era párroco desde 1990, de Aldea del Rey, su localidad natal, y de todo Ciudad Real. Quedaron especialmente impactados “sus chicos”, como él les llamaba, un puñado de hombres y mujeres de la barriada del Pilar o afines a ella, nacidos todos entre 1948 y 1950, que habían vivido su adolescencia y juventud al lado de este sacerdote, al que consideraban su segundo padre, el hombre que enderezó sus vidas y les dio un camino de vida y servicio para transitar. Ellos son los que hoy en día forman la Asociación Amigos de Pedro Pardo, una agrupación muy activa al servicio de su memoria y que honra todos los valores del querido sacerdote: la entrega, la ayuda a los demás, la compañía incesante y una implicación activa desde el punto de vista social en auxilio de los más necesitados en coherencia vital con los valores del Evangelio.

Pedro Pardo García nació en 1935 en Aldea del Rey en el seno de una familia pobre y humilde compuesta por su padre, Pedro Antonio, hortelano, su madre, Isabel, sastra, y sus dos hermanas, que nacerían en los años siguientes, Teresa y Ramona. Los años de guerra (1936-1939) fueron una dura prueba para esta familia, obligada a vivir de alquiler y a trabajar para sus convecinos más favorecidos para poder sobrevivir. A los cinco años, una tarde de intensa lluvia, Pedrito, como le llamaban todos, se encontró con el cura del pueblo, don Juan Manuel, que le invitó a que le ayudara en la iglesia y con gran contento empezó su colaboración, que no cesó hasta el día de su muerte. Pedrito era un chico extrovertido, alegre, teatral, que tomó como un auténtico oficio las tareas en la parroquia del pueblo, que desarrolló con total prioridad y responsabilidad.

Animado por el párroco Pablo Martín y por el maestro de Aldea del Rey, Upiano Trujillo, Pedro Pardo marchó del pueblo hacia la capital provincial, Ciudad Real, con doce años de edad, para entrar en el Seminario menor en 1948. Durante los dos primeros años, correspondientes a los estudios de Latín, dentro del Plan Especial de los Seminarios Españoles, estuvo en el antiguo Instituto Popular de la Concepción de la calle de la Mata, habilitado para acoger a los muchos alumnos que se registraban en 1º y 2º de los estudios del Seminario en aquellas fechas. Posteriormente pasó al antiguo Seminario diocesano, ubicado en la calle Alarcos y hoy desaparecido. Allí completó los diez años restantes de su formación como futuro sacerdote, tres años más de Latín, tres años de Filosofía y cuatro años de Teología, dentro de un régimen estricto de internado acorde con los tiempos que se vivían, considerados históricamente como los años del nacionalcatolicismo, que se consumaron tras la victoria de Franco en la Guerra Civil.

En realidad, la vida de Pedro Pardo tuvo que amoldarse a tres épocas históricas muy diferentes de la historia de España y de la historia local: el nacionalcatolicismo referido, la época de apertura eclesiástica sin precedentes que supuso el Concilio Vaticano II y los años que siguieron, y la etapa de España en democracia (1975-2001), que fue una fase de fuerte secularización de la sociedad española.

La primera etapa, coincidente con su formación en el Seminario, le condujo a una consolidación de sus talentos como buen estudiante y buen músico, pues la música, de la mano de maestros consagrados como Agustín Sánchez de la Nieta, Pedro Rebassa Bisquerra o Salomón Buitrago Gamero, profesores del Seminario, se convirtió en su pasión y en la vía para trasladar a los demás su profundo espíritu evangélico. El 19 de junio de 1960, junto a once compañeros de promoción, Pedro Pardo recibía las órdenes del presbiteriano en la parroquia del Cristo de Miguelturra y el día 28 de junio oficiaba su primera misa (cantar misa, es la expresión) en la iglesia de San Jorge Mártir de Aldea del Rey, donde acudieron todos los aldeanos, incluso los segadores, que pararon ese día para asistir al canto de misa de Pedrito.

El obispo de la Diócesis Priorato de las Órdenes Militares en Ciudad Real, Juan Hervás Benet, tuvo a bien encomendar como primer destino de Pedro Pardo el Camirro (Capilla misionera rodante), una caravana tirada por un Land Rover que recorría las fincas y pueblos más alejados de la provincia de Ciudad Real con el objetivo de evangelizar a las gentes que no disponían de un sacerdote ni una parroquia cercana, una tarea intensamente misionera y difícil, pues en no pocas ocasiones podían encontrase, los dos sacerdotes que la llevaban a cabo, con hostilidades consecuentes de la pasada Guerra Civil. Sin embargo, todo lo que Pardo refirió de esta fase, cuando solo contaba veinticinco años de edad, se resume en el cariño de las gentes de la Mancha y en una experiencia muy gratificante que duró aproximadamente dos años y medio. De alguna manera, la teoría del Seminario se convertía en vida y experiencia directa que influyó decisivamente en su apostolado posterior, muy entregada a las necesidades sociales.

En diciembre de 1963 Pedro Pardo fue nombrado párroco de una parroquia muy pobre de la zona fuera de rondas de Ciudad Real, una barriada creada en 1946 dentro de la política de casas baratas del primer franquismo para localizar y controlar a la población conflictiva, alejada de la zona centro. Era la barriada del Pilar y su parroquia, consagrada en 1960 con el nombre de Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, cuya infraestructura amenazaba ruina inminente. El segundo destino de Pardo no era, pues, mejor que el primero. El propio sacerdote confesó en una entrevista a Lanza que en los primeros meses no se atrevía a salir de casa pues en el barrio había un fuerte sentimiento anticlerical y sufría continuamente el trato despectivo de algunos vecinos que se cruzaban de acera cuando le veían o incluso escupían en el suelo con gesto de evidente rechazo. El barrio estaba sucio, no disponía de canalización de agua y el desafecto se podía cortar en el aire. Sin embargo, fue precisamente esto lo que motivó y justificó toda su intensa labor posterior de evangelización, que duró 27 años, hasta 1990, y cuya consecuencia fue la completa transformación de la barriada, sobre todo cuando don Pedro descubrió el corazón tan grande de cada uno de sus habitantes y empezó a trabajar con la juventud del barrio, motor del cambio en muy poco tiempo.

 

II

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Pedro Pardo utilizó las herramientas a su disposición para generar un nuevo ambiente de unión y vivificación de la parroquia del Pilar: creó un coro parroquial de adolescentes y jóvenes, creó un grupo de teatro afín a la parroquia y fundó un equipo de fútbol, al principio infantil, luego juvenil y finalmente senior, con el paso de los años, que estuvo en activo desde 1964 hasta 1983, compitiendo oficialmente en la provincia desde 1974. Este equipo fue conocido como JOC Pilar, pues Pedro Pardo era consiliario diocesano de las Juventudes Obreras Católicas. Era una forma de aprovechar lo que más gustaba a los chicos, el fútbol, para llevarlos al buen camino del Evangelio, sin obligarles a las prácticas de la Iglesia, que ellos aceptaron sin más cuando interiorizaron la experiencia de vida cristiana junto a don Pedro. De esta manera el espíritu del Concilio Vaticano II se hacía realidad en una humilde barriada de Ciudad Real.

Recuerdan todas las fuentes como los entrenamientos eran de madrugada, en el campo de fútbol del Seminario. Pedro Pardo recogía a los chicos con su furgoneta y los entrenaba cuando apenas había amanecido, con un balón repintado año tras año, pero con una ilusión que cuajó, con el paso del tiempo, en un equipo extraordinariamente competitivo que logró el ascenso a II Regional Preferente hasta en dos ocasiones, de la mano del entrenador Julián Amores, que había empezado también como juvenil con el equipo creado, entrenado y presidido por Pedro Pardo. Puestos al habla con los rivales del JOC Pilar, todos coinciden en su excelente comportamiento dentro y fuera del campo, un equipo caballeroso que llevaba por bandera las buenas formas, la lucha noble dentro del campo y el excelente trato del rival. Esos fueron los valores personales y éticos que inculcó Pedro Pardo a lo largo de estos 19 años intensos de dedicación a un proyecto deportivo que atrajo a todo el barrio, no solo a familiares y amistades de los jugadores. La JOC Pilar tuvo la fuerza de aunar a las gentes de un barrio gris y pobre que empezaba a contar para el resto de Ciudad Real, que empezaba a salir de su atraso pertinaz y que, sobre todo, se aunaba en torno a su párroco y a su iglesia con un cariño difícil de definir y de superar. Este milagro hizo posible, por ejemplo, la construcción de un nuevo templo de Nuestra Señora del Pilar entre 1973 y 1975, que incluía locales parroquiales y la modernización de todas sus infraestructuras en torno a un patio porticado, donde, actualmente, luce un busto de homenaje sentido a la figura de Pedro Pardo.

Eran aquellos los años de la transición democrática. Años de incertidumbre a nivel económico y social. Años herederos de la crisis económica del petróleo en 1973, cuyos efectos en España fueron el paro lacerante y la inflación. El papel de Cáritas diocesana, cuyo delegado fue Pedro Pardo entre 1960 y 1979, era fundamental para llevar ayuda y recursos a localidades y grupos sociales que sufrían especialmente la recesión. La furgoneta DKW de Pedro Pardo se hizo famosa en toda la provincia por su llegada sin demora a los rincones donde más se necesitaba la justicia social y la ayuda desinteresada, cargada de alimentos, ropa, enseres y todo lo necesario. Los propios chicos del coro, del grupo de teatro o del equipo de fútbol ayudaban a don Pedro en esta tarea de redistribución incansable durante tantos años y que quedó marcada en la historia diocesana de Cáritas.

Y en el fondo la música, siempre la música, como prolongación vital de las profundas convicciones evangélicas de don Pedro Pardo. Desde 1967 hasta 1972 Pedro Pardo dirigió un grupo de gran atractivo musical, el Cuarteto Vocal Sacerdotal, cuyo repertorio era el canto polifónico clásico del siglo XVI y el canto ceciliano del siglo XX (estilo compositivo que reivindicaba precisamente la polifonía clásica a 4 voces mixtas y a capella, sin acompañamiento instrumental). El cuarteto estuvo formado por el propio Pedro Pardo, director y tenor primero, Juan Miguel Villar Pérez, tenor segundo, Jesús Abad, barítono, y Antonio Lizcano, bajo de excelentes cualidades, chantre de la catedral desde 1966. Eran sacerdotes con apenas treinta y tres años cumplidos y su éxito en los numerosos conciertos que dieron a lo largo de la provincia fue incontestable. Especialmente relevantes los conciertos que se celebraron anualmente en la Casa de la Cultura de Ciudad Real, organizados por su histórica directora Isabel Varela.

La tercera época que vivió en su vida Pedro Pardo García fue la que podemos denominar años de seculariación de la sociedad española, generada a partir de la libertad religiosa que legisla la Constitución de 1978. La norma terminaba definitivamente con el estado confesional creado en el Concordato de 1953 y establecía una libertad que se tradujo en un movimiento social pendular desde una práctica religiosa intensa hacia una práctica reducida por parte de la población. Este es uno de los rasgos básicos de la sociedad española durante los años ochenta y noventa del siglo XX, las dos últimas de vida de Pedro Pardo. También la ciudad, Ciudad Real, cambió de forma vertiginosa durante este periodo: creación del campus de Ciudad Real dentro de la UCLM en 1985, llegada del AVE a Ciudad Real el 14 de abril de 1992, vital para la nueva conexión laboral y poblacional con Madrid, y especulación en torno a grandes proyectos, unos llevados a término, como el Hospital General Universitario, y otros frustrados como el aeropuerto de la ciudad o el complejo recreativo El Reino de don Quijote.

La moderna sociedad secularizada y cada vez más mediatizada por las nuevas tecnologías, a nivel local y escolar, fue otro de los grandes retos de Pedro Pardo, vinculado durante estos años a la docencia de Religión en Secundaria, en concreto en el IES Maestre de Calatrava, más conocido como el Politécnico, durante el periodo 1979-2000. En este contexto Pedro Pardo tuvo que asumir la nueva legislación educativa, especialmente la LOGSE de 1990, que ponía a la asignatura de Religión en grave riesgo al equipararla a una clase de alternativa a la Religión sin apenas definir y garantista con el alumnado, pues no aportaba calificación. El gran mérito de Pedro Pardo fue la valoración de la materia muy por encima de la media en su instituto, con alto grado de matrícula y, sobre todo, con alta estima por parte del alumnado, que, confesaba, en general, que la clase de Religión era su preferida. No sabemos qué influyó más, si la vocación docente del sacerdote, puesta de manifiesto en su propia parroquia, o su ejecución humanista y directa de los valores evangélicos, pero lo cierto es que la respuesta de los estudiantes no deja lugar a dudas. Uno de los documentos más impresionantes que podremos manejar sobre la vida de don Pedro es un cuidado cuaderno azul lleno de testimonios de los que fueran sus alumnos con motivo de su fallecimiento, en forma de homenaje póstumo. Su lectura evoca sinceridad y dolor por una pérdida extraordinariamente sentida y el agradecimiento por una enseñanza vital que ayudó a madurar a muchos de sus discípulos.

 

III

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El 4 de julio de 1983 Pedro Pardo dirigió su primer concierto con la Coral de la Agrupación Musical de Ciudad Real, más tarde conocida como Coral Polifónica de Ciudad Real. Fue un concierto en la parroquia del Pilar, su parroquia, para conmemorar la festividad de San Cristóbal. Pedro Pardo ya había asumido la dirección de la Schola del Seminario en diferentes ocasiones y también la dirección de un orfeón ocasional compuesto de gran cantidad de cantantes con ocasión de la Coronación canónica de la Virgen Del Prado en 1967. Pero fue a partir de 1983 cuando comenzó su labor permanente, hasta su fallecimiento, al frente de la Coral Polifónica, labor paralela a una intensificación de su actividad como compositor de música sacra y también profana, bajo la modalidad de cuatro voces mixtas a capella. Hablamos primero de su actividad como director y después de su tarea compositiva.

Podríamos decir que la trayectoria de la Coral Polifónica de Ciudad Real bajo la responsabilidad de Pedro Pardo estuvo poblada de éxitos tanto en la provincia de Ciudad Real como en el exterior: Cuarto puesto en el concurso nacional de la Cadena SER en 1984, participación en el Certamen nacional de Avilés en 1987, actuaciones en directo en RNE y en TVE, participación en los encuentros corales más importantes, por ejemplo el de Villarrobledo o el encuentro Ciudad de Manzanares en 1991, o en certámenes organizados por la Junta de Comunidades como los ciclos Música en Navidad o Encuentro coral de Castilla-La Mancha durante varios años. Sin embargo, el verdadero éxito de la Coral y de Pedro Pardo fue llevar la música clásica, la música grande, a lugares donde antes era impensable: pueblos pequeños como Las Casas o Bolaños, iglesias humildes como las Concepcionistas, San Martín de Porres o el Pilar, y su constancia en el servicio a la catedral de Ciudad Real, de la que se convirtió en coral oficial. Con este sello característico, la Coral Polifónica de Ciudad Real participó de un nuevo esplendor del fenómeno orfeonístico en Castilla-La Mancha, acorde con la nueva organización administrativa en autonomías, a la altura de otras grandes corales de la región como Mater Assumpta de Manzanares, Santa Cecilia de Campo de Criptana, la Coral San Julián de Cuenca o la Coral de la Agrupación Musical de Villarrobledo.

La faceta de compositor de Pedro Pardo no se circunscribe solo a su etapa como director de la Coral, sino que fluye durante toda su vida, desde la etapa del Seminario. Precisamente esa fase, en los años cincuenta, marcó su forma de componer pues coinciden en ella compositores tan interesantes de la catedral de Ciudad Real como Buitrago, maestro de capilla desde 1922 hasta 1975, y Rebassa, chantre del templo principal de la diócesis, venido a Ciudad Real para acompañar al obispo Juan Hervás (citados arriba). Esa influencia se deja sentir en todas las partituras de Pardo, que están siendo catalogadas en la actualidad, y a las que deben sumarse una intensa labor de armonización de obras procedentes de otros autores y cantos populares, todo con el objetivo de la interpretación por parte de la Coral Polifónica. Sin duda, el legado musical de Pedro Pardo es sorprendente y merece la recopilación que se está procediendo a realizar con la finalidad de establecer un listado de sus obras originales y que estas continúen siendo interpretadas por nuestros conjuntos corales en Castilla-La Mancha. En 1987 la Coral fue nombrada ciudadana ejemplar de Ciudad Real y al año siguiente, 1988, el propio Pedro Pardo, su directo, obtuvo este título que reconoce a los hijos más significativos de la capital provincial.

A la hora de destacar obras musicales de su autoría, merecen especial atención las piezas de contenido mariano pues la devoción a la Virgen María fue uno de los principales ejes de la dinámica creativa de Pedro Pardo. Desde muy joven, casi adolescente, Pardo copió partituras de otros e hizo las suyas propias con dedicación a la figura de María. Pero el momento de mayor inspiración llega con la celebración del IX Centenario de la Virgen del Prado, año 1988, para el que preparó varias plegarias de bella factura y la Misa Tota Pulchra a 4 y 6 voces mixtas y acompañamiento de orquesta de cámara, VC 20, en colaboración con el recién creado Conservatorio Marcos Redondo. Esta misa fue interpretada en la Eucaristía central de los actos del centenario, el domingo 22 de mayo de 1988 en el Parque Gasset de Ciudad Real, con asistencia de la reina doña Sofía y retransmitida en directo por TVE. Otras misas de gran interés del recordado sacerdote fueron la Misa a 4 voces mixtas y órgano a la Santísima Virgen del Pilar (1970), VC 18, y la Misa Popular a 1 y 2 voces (1997), VC 19.

Respecto a las obras marcadas por el devenir del año litúrgico, destacan las obras de Navidad A Belén, villancico pastoril, VC 1, Sobre la nieve, VC 30, y Sol de soles, VC 31, todos ellos villancicos a 4 voces mixtas. Del tiempo propio de la Semana Santa despuntan las dos versiones de La pasión según San Lucas y la Pasión según San Marcos, así como el Improperium del domingo Domingo de Ramos, VC 17, y Un mandamiento nuevo a solo y 4 voces mixtas, VC 35, composición para los oficios del Jueves Santo. En el terreno de la música profana es digna de alabar su obra titulada Canto a la Mancha a 4 y 6 voces mixtas, VC 5, que se hizo famosa en todos los conciertos de la Coral Polifónica durante los años 1983 y siguientes. Todas ellas, sacras y profanas, están en proceso de catalogación, ya muy avanzado, motivo por el que aportamos en número de código del catálogo. Esta es la manera de valorar como corresponde a estas obras, hacerlas oficiales como autoría directa de Pedro Pardo y conservarlas como patrimonio inmaterial.

En 1990 Pedro Pardo fue nombrado canónigo del cabildo de la catedral de Ciudad Real con cargo de prefecto de música, desde el cual intensificó la actividad de la Coral Polifónica en el templo catedralicio. Su despedida de la parroquia del Pilar el 9 de marzo de 1991 resultó un homenaje espontáneo difícil de explicar de todas las gentes de su barriada, que mostraron un cariño hacia su párroco pocas veces contemplado. Igualmente, su despedida por jubilación del IES Maestre de Calatrava significó una muestra enorme de gratitud y afecto por este hombre sencillo que gastó su vida en favor de los demás. Hasta tal punto fue así que, una vez jubilado, fue obligado por el claustro y los alumnos a reintegrarse de nuevo a las tareas docentes hasta 2000, año de su jubilación definitiva.

En el haber de Pedro Parto, también, la recuperación de todas las obras de Salomón Buitrago, el compositor mencionado arriba, al servicio de la catedral durante más de cincuenta años. Gracias a él cientos de partituras escritas a mano, en la más pura tradición de los copistas, se salvaron de un olvido casi seguro, cuando no pérdida, debido a que los familiares de Buitrago, desperdigados por España, no podían conocer el valor de dichos documentos. Pedro Pardo los trajo a la catedral de Ciudad Real, donde, en su día, durante 1999 y 2000, tuve la suerte de poder entrar en contacto con ellos para clasificarlos, catalogarlos y establecer un listado oficial de más de doscientas treinta obras de Salomón Buitrago. Esta recuperación del patrimonio musical, que Pardo calificaba como “gran riqueza”, no hubiera sido posible sin la constante preocupación de este director de coral bien formado y verdaderamente amante de la cultura manchega.

Esta mezcla inusitada de bondad, valentía y trabajo, con el que fatigó su cuerpo hasta extremos difíciles de imaginar, nos ofrecen como resultado la figura inmensa de un sacerdote, un hombre, que supo afrontar tres épocas distintas bajo un mismo prisma de servicio a los demás. Su lema, “pro homines”, que defendió desde su etapa de estudiante, se plasmó definitivamente en aquella frase del Evangelio que él siempre destacaba: “he venido para servir, no para ser servido”. Desde este punto de vista, al mismo tiempo sencillo y extraordinariamente esencial, se entienden mejor todas las dinámicas de una vida que constituye una parte íntima de la historia de Ciudad Real. Por eso la Asociación de Amigos de Pedro Pardo está ultimando la presentación de un libro que incluirá la catalogación de todas sus obras, la digitalización de estas, para que ninguna se pierda, un álbum muy completo de fotografías, y una biografía rigurosa inmersa en el contexto histórico, o mejor, contextos históricos, en que desarrolló su vida. En breve, esta obra, en el mejor formato posible, podrá ver la luz para bien de todos los ciudarrealeños y aprendizaje de todas las personas que ensalzan en estos tiempos tan difusos el valor de la bondad. Porque Pedro Pardo y su obra, para bien de todos, es patrimonio de Ciudad Real y de todos aquellos que valoran el bien común.

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* Vicente Castellanos Gómez: doctor en Historia por la UCLM, catedrático de Educación Secundaria con ejercicio de la docencia en IES Santa María de Alarcos de Ciudad Real, donde es jefe del departamento de Historia, investigador, autor del libro Musicalerías: Ciudad Real, música y sociedad (1915-1965) y de La Unión Patriótica en la provincia de Ciudad Real (1923-1930). Compositor y cantautor. Ha editado tres discos. Ha coordinado doce libros de la Editorial Santa María de Alarcos y es autor de numerosos artículos y capítulos de libros. Trabaja como profesor asociado de la UCLM, campus de Ciudad Real, impartiendo clases de Historia en Relaciones Laborales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

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