Qué arriesgado es coger unos versos reconocidos por todos, crear un personaje que forma parte de la sabiduría popular y transformar lo que es una historia de amor romántico muy propia del Siglo de Oro en otra que habla de deseo, de pasiones carnales y de placer sin miedo a perder el decoro. Menudo atrevimiento.
Puede que más de una escena, la representación de los ardientes encuentros entre Calisto y Melibea, del sexo entre Areusa y Pármeno de forma bastante explícita, y el desnudo, hiciera mover a algún culo inquieto y recatado de sus sillas, pero ¿es mentira que el amor del siglo XXI está ligado a la libertad y al placer?
Sin duda, la Inquisición que prohibió el texto de Fernando de Rojas en 1792, después de un éxito rotundo durante el siglo XVI, hubiera entrado en cólera al ver la función, pero hoy que ningún tribunal religioso pulula por los teatros el público no tiene otra cosa que hacer que disfrutar la adaptación de Eduardo Galán bajo la dirección de Antonio Castro, que llegó este viernes al espacio Aurea del Festival de Teatro Clásico de Almagro.
Celestina, alcahueta y “puta vieja”
Celestina, la mujer de los treinta oficios, alcahueta, hechicera, adivina, curandera, hilandera, perfumista, “la puta vieja”, es el centro de la obra publicada por Fernando de Rojas en el siglo XVII, caracterizada de forma extraordinaria bajo telas granates y genialmente interpretada por Anabel Alonso.
Es la protagonista, la encargada de hilar la historia, a los personajes y de tejer las hebras de la profunda historia de amor de Calisto y Melibea. Para Celestina no hay mayor negocio en monedas que hacer de alcahueta entre dos enamorados con posibilidades, ni mayor reto que tumbar el recato y la moralidad de una joven por el amor y la pasión.
Para conseguirlo no duda en utilizar las artes oscuras para invocar a Plutón, y así hechizar una madeja de hilo que dirigirá el corazón de Melibea, pero también en usar a los mortales, a los criados del galán enamorado, Sempronio y Pármeno, seducidos por dos prostitutas, Areusa y Elicia, y el placer pecaminoso que también produce el dinero.
Anabel Alonso está arrebatadora, pero todos suman
Junto a Anabel Alonso, que se mantiene en toda la obra como Celestina, cuatro actores, José Saiz, Víctor Sainz, Beatriz Grimaldos, Claudia Taboada y David Huertas, interpretan al resto de personajes, también a Pleberio, el padre de Melibea, que cierra la obra con un soliloquio sobrecogedor. La presencia de Anabel Alonso es arrebatadora, pero todos suman, el elenco al completo está fantástico.
La propuesta es atrevida, los actores no fallan y tampoco el ritmo, con escenas muy dinámicas y rápidas. Tampoco la puesta en escena, de carácter más contemporáneo, con módulos con diferentes enrejados y que permanece en movimiento, como los personajes. Los golpes de efecto que dan el juego de luces y la sangre hacen el resto en esta tragedia donde el amor trae la vida, pero también la muerte.