Curiosa, comprometida y vital. Así es Rosario Alises Valdelomar, una médica y escritora de 62 años de Villarrubia de los Ojos, que llegó al feminismo a través de la propia observación y el activismo.
Aunque vivió más de cuatro décadas en Madrid, se considera una mujer rural, sobre todo desde que a principios de siglo volvió a su localidad natal y empezó a interesarse por el entorno que la rodea. Entonces y ya animada por la vinculación adquirida en los movimientos del 15M, especialmente con la Plataforma de la Hipoteca, se acercó a una de las corrientes más pacíficas y revolucionarias que han contribuido a cambiar el destino de la mitad de la población, es decir, las mujeres.
Como un desafío a lo establecido, Alises Valdelomar conoció el feminismo y “me enganchó”.
Así lo comenta desde Molina de Aragón, donde ahora trabaja en el Servicio de Emergencias 112, y como miembro de Feministas de Pueblo se muestra entregada a la difícil tarea de poder cambiar algunas de las claves sociales de los ámbitos no urbanos, los núcleos más pequeños donde las costumbres permanecen inexorables.
Las desigualdades que sufren las mujeres “son prácticamente iguales” en las grandes urbes como en los municipios menos poblados, señala, aunque “en el mundo rural hay una menor influencia de la acción feminista global”. La explicación es clara: en los pueblos “hay menos mujeres en edad laboral porque en general son mayores de 65 años y han desarrollado una trayectoria en una época donde no estaban tan extendidas ni potenciadas las reivindicaciones a su favor”. Por tanto, es un escenario donde las mujeres “no tienen los mismos conocimientos de las desigualdades”, que ha llevado a la desactivación de “la capacidad de influencia ciudadana a la hora de cambiar las cosas respecto a las grandes ciudades”.
Añadidos a esta escasa concienciación, hay otros factores que agrandan las brechas tanto de corte ciudadano en general como de género. “Son más difíciles los accesos a muchos servicios básicos, como por ejemplo las enseñanzas universitarias, las comunicaciones viarias, los servicios sanitarios, el transporte público, o la conexión a Internet de calidad”, denuncia Alises Valdelomar, precisamente desde una comarca con muchas zonas de sombra en las coberturas móviles.
“Son hándicaps para muchas personas a la hora de poder teletrabajar desde estos núcleos”, especialmente las mujeres, que son principales agentes de tracción y fijación de población en los pueblos. “Las mujeres somos las que tenemos la capacidad de gestar y de traer hijos al mundo”, recuerda la doctora, fenómeno clave “para desarrollar un proyecto personal y profesional en los territorios vaciados”. Además de la crianza, las madres se convierten de manera generalizada en “dinamizadoras para la existencia de escuelas o sistemas educativos si no los hay, o de otros recursos para sus criaturas”, frente a una menor conciencia de los hombres. Por ello, Alises pide más concienciación a los varones para participar en la crianza y en otras tareas domésticas. “Hace falta una deconstrucción de género de los jóvenes, sostiene, para tener sensibilidad en la educación de sus hijos y para ser corresponsable en los cuidados”. “Si un bebé se cría con biberón, el padre también puede ocuparse de él”, remacha.
Perspectiva de género
En lo personal, el feminismo “me ha enseñado a mirar las cosas con perspectiva de género”, una visión que “me ha abierto todo un mundo de descubrimientos en cuanto a desigualdades entre mujeres y hombres”.
Es una inquietud que también ha transmitido a su condición de socia de la cooperativa ‘El Progreso’, tras heredar unas acciones en esta sociedad agrícola. Su compromiso con la igualdad la ha impulsado a reclamar más presencia de mujeres en los órganos de dirección de la entidad vinícola y a entrar en la Comisión de Igualdad de Cooperativas Agroalimentarias Castilla-La Mancha. Es un estímulo que igualmente la llevó a iniciar un trabajo de investigación sobre distintos perfiles de mujeres de Villarrubia, que posteriormente recogió en el libro ‘Pioneras del siglo XX en un lugar de La Mancha’.
Activismo personal
El activismo de Alises llegó a su vida tras un proceso de autosensibilización y reflexión. Al margen de las asimetrías de género manifestadas de manera “más escandalosa, flagrante y dañina, como las violencias machistas”, fueron las anomalías “más sutiles e imperceptibles” las que le hicieron accionar el resorte de su reivindicación. “No las conocía y no las identificaba como tal”, aunque ante la falta de explicaciones lógicas, su universo inquieto le iba advirtiendo de que se trataba de irregularidades “extrañas, chocantes e inquietantes”.
Con esa autoconciencia, Alises Valdelomar ha comprendido la existencia de “la brecha salarial, el uso sexista del lenguaje, la feminización de la pobreza o la corriente trasnacional de cuidados”, es decir, “de las personas, sobre todo mujeres, que vienen del tercer al primer mundo a hacerse cargo de las personas dependientes”.
Son fenómenos normalizados, junto a otros más alarmantes y execrables como las violencias o la prostitución, que precisan, a su juicio, de una revisión social (además de la legal), a través de personas comprometidas y dispuestas a luchar contra estas arbitrariedades que frenan el desarrollo personal y profesional de millones de niñas y mujeres en el mundo.
Feministas de Pueblo: ni un pétalo menos
Este entendimiento la llevó a formar parte de la asociación Feministas de Pueblo en Castilla-La Mancha. Se trata de un movimiento de mujeres que viven y trabajan en el ámbito rural para llevar la llama del feminismo allí y así paliar las carencias en formación y dinamización. “Hay mucha gente en el mundo rural de la región, explica la activista villarrubiera, que está muy implicada en el feminismo, pero es un territorio grande y disperso donde el compromiso se queda en islotes aislados, y por ello ha sido necesario conformar la red para reforzar ese vínculo y aglutinar a más personas”.
Desde su nacimiento a principios de 2020, la asociación ha trabajado para garantizar los derechos de las mujeres rurales, muchas veces invisibilizados y con consecuencias en forma de violencias machistas, y sus componentes desarrollan un calendario de acciones reivindicativas, como es el caso del #25N.
Para la presente edición, la entidad feminista ha colaborado en la campaña internacional ‘Ni un pétalo menos’, una iniciativa novedosa y emocionante que está recorriendo manos y pueblos de la región. Organizada por la Red Feminista Regional de Castilla-La Mancha, ha consistido en “tejer rosas moradas a ganchillo a las que hemos pegado una tarjeta con el hashtag #rosesagainstviolences”, para condenar las múltiples formas de violencia hacia las mujeres.
Serán expuestas en espacios visibles de pueblos y ciudades de la comunidad autónoma como Las Pedroñeras, Almansa, Caudete, Orgaz, Sonseca, Ciudad Real, Villarrubia de los Ojos, Puertollano, Miguelturra, Almagro y Cuenca.
Respecto al fenómeno de la violencia de género y su detección cuando ejerce como médica rural, Alises Valdelomar explica que en su actual puesto en la UVI móvil “es muy difícil”, porque apenas están con las pacientes unos minutos por un asunto de emergencia, si bien es más común “al menos la intuición” de posibles casos en la atención primaria o en los hospitales. Hay sospechas, aclara, cuando las pacientes presentan de manera recurrente cuadros de ansiedad, depresión, dolores de espalda, de cabeza, tensiones arteriales que no se compensan.
‘Pioneras del siglo XX en un lugar de La Mancha’
El compromiso de Alises Valdelomar (1959) con el feminismo es vital y lo ha convertido en un elemento práctico, negro sobre blanco.
La médica y socia de una cooperativa agrícola escribió hace un año ‘Pioneras del siglo XX en un lugar de La Mancha’, fruto de una larga investigación sobre el papel de la mujer a lo largo de un siglo en Villarrubia de los Ojos. “Habla de muchos perfiles, como las mujeres que conquistaron terrenos masculinizados tradicionalmente”, un avance “especialmente meritorio si tenemos en cuenta la posición de confinamiento al ámbito doméstico de las mujeres hasta después de la dictadura franquista”.
La escritora ha querido valorar el legado de aquellas “que nos abrieron el camino a las que llegamos detrás”, pero también a las que “fueron víctimas de violencia de género” o a las “represaliadas tras la Guerra Civil”. En especial dedica un espacio, según subraya, a las “rapadas que paseaban por la calle con el letrero de ‘Por puta y roja’”.
A través de indagaciones en las actas de los archivos municipales, de la Diputación Provincial de Ciudad Real, en la prensa histórica digital, en la biblioteca de Castilla La Mancha, además de los testimonios en primera persona o de familiares directos de las protagonistas, Alises Valdelomar ha rescatado también a “aquellas filántropas educadoras de clase media o alta, que daban clase gratis a las niñas que servían en sus casas”. En la mayor parte del siglo XX “la mayoría de la población pensaba que las niñas no tenían porqué saber leer y escribir y que no tenían necesidad de ir a la escuela”, lamenta.
Igualmente, “hablo de las hilanderas, curanderas, de las que trabajaban en el campo y con lo que ganaban, porque el marido estaba en la guerra o estaban viudas, montaban su negocio, de las artistas, de las primeras universitarias, de las que participaron en política y en organizaciones de retaguardia en la guerra, porque en mi pueblo no hubo frente”, señala.
Desde el punto de vista de la discriminación de las mujeres y su remisión hacia los proyectos personales a pesar de todo, la escritora aborda nombres y personajes femeninos en cada década que son ejemplo de valentía.
El libro fue presentado el Día del Libro, 23 de abril, y de cara a 2022, Valdelomar tiene intención de llevarlo a otros municipios y entidades. Celebra que, como punto de partida, en su pueblo “ha tenido una gran acogida por parte de todo el mundo”.