Hace ya 22 años que Claudiu Mihahila recaló en Tomelloso. Este ciudadano rumano, campeón del mundo de Kung Fu y maestro en varias artes marciales, es ya un tomellosero de adopción. Su grado de implicación con la ciudad es conocido por todos y se le reconocerá en la próxima feria con entrega de un merecido título de Viñador en el Ámbito Social. Su humildad le hace repartir méritos con otras muchas personas y tiene muy claro que los proyectos solidarios salen bien cuando se trabaja en equipo.
“Este reconocimiento me provoca una emoción muy grande, pero es fruto de un trabajo de equipo en el que participaron muchas personas. Este premio lo equiparo a cuando conseguí el campeonato del mundo. Es halagador que la gente te reconozca un trabajo que hice desde el corazón. Sé desde hace tiempo que me van a dar el premio y todavía me sigo emocionando”, asegura Mihahila que no se cansa de agradecer lo bien que lo ha recibido Tomelloso. “La ciudad me abrió sus puertas y le estaré eternamente agradecido”.
Mihahila se ha movido mucho en la ciudad. Ha desempeñado diversos trabajos, ha promocionado las artes marciales que practica y se ha implicado de lleno en proyectos solidarios. ”La verdad es que no he parado, compaginando trabajo y deporte. Cuando me dediqué al deporte en plan más profesional, las artes marciales potencian unos valores dentro de nosotros y esos valores son los que me obligaron a actuar y a ayudar a la gente durante la pandemia. Tuve claro que había que cuidar a la gente; no se trata de ser el mejor sobre el tatami, hay que tener capacidad para actuar en momentos difíciles como la pandemia”, explica.
Se siente orgulloso de haber podido ayudar a las personas de más edad “a esos abuelos que me llamaban muy nerviosos, desesperados en algunos casos, y que había que calmar y ayudar de alguna manera. Todavía me emociono al recordarlo porque había situaciones realmente complicadas. También me acuerdo mucho de la ayuda que presté, desde el 2013, a una persona que no podía andar y que tuvo que pasar por varias operaciones. Fue un trabajo diario, durante ocho años. Lo llevaba al cine, le enseñaba las calles de Tomelloso y la verdad es que fue duro, pero emotivo al mismo tiempo”.
Claudiu Mihahila expresa esa doble vertiente de esfuerzo y satisfacción que lleva consigo la ayuda a los demás.”Me lesioné en el 2019 y me colocaron una cédula en la mano, y aún así trabajaba con un brazo llevando la comida a la gente. Cuando iba a Madrid a por mascarillas, apenas había tráfico, pero los aparatos de poner multas sí estaban y la verdad es que yo iba rápido y alguna multa hubo que pagar. Pero las circunstancias obligaban y había que darlo todo”.
Insiste en que las acciones solidarias fueron protagonizadas por toda una cadena de ayuda.”Tomelloso se volcó y se generó un ambiente de confianza mutua, los vecinos confiaron en mí y yo en ellos. Hubo que trabajar muy duro”, subraya.
Le preguntamos por la escuela que dirige en la calle Doña Crisanta, un proyecto en el que ha depositado muchas ilusiones. “Estoy contento y parto de la filosofía que es importante que la gente se sienta bien para que se vaya generando una armonía. Tengo gente de todas las edades y agradezco que la gente haya confiado en mi trabajo. Intento detectar lo que necesita cada uno para que pueda estar mejor”.
Al final de esta entrevista vuelve a recalcar la importancia del trabajo en equipo y por este motivo compartirá el premio. “Muchos trocitos de este premio irán a las personas que tanto han trabajado. Lo voy a recoger yo, pero el premio es de mucha gente que se ha implicado. Lo más bonito de todo esto es que voy por la calle y muchas personas a la que ayudé se paran para saludarme. Pero todo fue obra de un equipo que hizo las cosas muy bien”.
