Plaza de toros de Ciudad Real. Primer festejo de feria. Algo más de tres cuartos de entrada.
Se lidiaron seis toros de Daniel Ruiz, de presencia justa. Pitados en el arrastre primero y quinto. Ovacionados segundo, tercero y cuarto. Pesos: 475, 486, 441, 439, 447, 445.
El Juli: ovación con saludos y dos orejas.
José María Manzanares: oreja y oreja.
Cayetano: dos orejas y ovación con saludos.
Los tres toreros salieron a hombros.
Ciudad Real abría su feria taurina con el plato fuerte; el cartel más rematado -con diferencia- del abono manchego. Por ello los tendidos reflejaron un aspecto muy saludable. Además, la gente tenía ganas de fiesta, y eso no es malo, aunque conlleve cierta generosidad a la hora de pedir algunos trofeos. Peor sería que nadie los pidiera porque nadie hubiera en los tendidos.
La corrida de Daniel Ruiz, de presencia justita, tuvo de todo, como en botica. Toros peores (sobre todo primero y quinto) y mejores en distinta medida, desde la gran clase del segundo hasta la bravura metiendo la cara abajo del gran cuarto.
El primero tuvo tanta calidad como justeza de fuelle. Bueno, en realidad tuvo más calidad que fuelle, porque éste le duró dos tandas; las iniciales, en las que Julián pudo cimbrear la cintura al compás de las embestidas. A continuación el toro se apagó como una vela sin cera, y el madrileño acabó con su antagonista de casi entera decorosa.
Más cera, mucha más, tuvo el bravo cuarto. Julián lo vio pronto, por la manera de meter la cara y de irse hasta donde lo llevaban. Le pegaron muy poco, le pusieron dos pares y Julián se puso a torear, yéndose tras los muletazos, codilleando y marcando diferencias. La faena iba a más, el toro aguantaba embistiendo humillado y colocando la cara; olía a petición de indulto (a mí me dio ese olor), pero el toro empezó a tardear y Julián a manejar la muleta con menores sutilezas; y todo se difuminó. Dejó media arriba que fue suficiente para que el toro doblara y a sus manos fueran dos orejas. La vuelta al ruedo al toro no habría estado de más.
Manzanares es un torero querido en esta plaza. Como todos, aunque quizás él más. Y eso, a buen seguro, se nota en el ruedo y predispone positivamente al torero. A sus telas fue a parar un toro encastado, que persiguió las telas -ambas- con largura y emoción. El alicantino espació mucho las series, dando tiempo a recuperarse al de Daniel Ruiz; porque cabe destacar que las series fueron exigentes, abundantes en el número de muletazos, y muy enroscadas al cuerpo del torero. Tandas en sí no fueron más allá de seis, pero Manzanares las vistió con su personal empaque y parecieron más de las que fueron y de lo que fueron. Pinchó una vez y el premio quedó en singular.
El quinto topó más que embistió y Manzanares abrevió tanto con la muleta como con su contundente espada, por lo que se le pidió -y concedió- la oreja que le abría, generosamente, la puerta grande.
Cayetano arreó en el tercero. De principio a fin. A su manera (con más raza que templanza), pero arreó, sacando el Rivera que lleva dentro. Desde el inicio con larga cambiada de rodillas, pasando por las series centrales en las que el toro quiso más que pudo y Cayetano lo pasó con garbo, hasta el tramo final, también de hinojos, toreando en redondo y en distintos desplantes. No pudo apretarle al de Daniel Ruiz que se defendió punteando el engaño debido -quizás- a un encontronazo en un burladero del que salió casi derrengado, aunque se sobrepuso, al menos lo suficiente. No obstante cuando el toro se derrumbó tras chocar con las tablas y trastabillarse al emprender la embestida, algunos nos echamos a temblar (es un decir), porque en la corrida tan solo había un sobrero, y estábamos tan solo en el tercero. Afortunadamente la sangre no llegó al río y ni ese ni ningún otro toro se tuvo que devolver a los corrales. La estocada final, espectacular y al primer intento, le abrió ya la puerta grande.
El sexto no tuvo clase aunque terminó metiendo la cara abajo por momentos, merced al acierto de Cayetano de dejársela en la cara y encelarlo, evitando el derrote con el que el toro “adornó” sus embestidas. La faena fue de más a menos, quedando el premio final en una calurosa ovación con saludos.
Al final, los tres toreros salieron a hombros, aunque el único que pareció disfrutarla, de verdad, fue Cayetano.
Y un último apunte; en tarde de burladeros repletos, eché en falta a mi compañero Roberto García Minguillán, persona que fomenta la Tauromaquia en nuestra provincia como el que más con dedicación personal y su programa en Imas Televisión, y quien intentó acceder a la plaza con sus pases de callejón debidamente concedidos por la Junta. Y decimos intentó porque no lo consiguió como debía haberlo hecho: por derecho. Un trato así no es de justicia.