Uno de los principales valores de un clásico es la atemporalidad; es decir, la condición que hace que algo no esté atado a las leyes del tiempo, que su presencia sea aplicable a distintos espacios temporales. Y si hay un clásico entre los clásicos -los hay más, quizás, pero no muchos- sea ‘La Celestina’, atribuida al toledano Fernando de Rojas.
‘La Celestina’, como cargas de fondo, posee una gran carga humanística en su contenido, que alterna momentos de mayor comicidad con otros indudablemente graves. Y es ahí donde reside parte de su grandeza.
La adaptación de la compañía Bambalina Teatre realizada por Jaume Policarpo y presentada el domingo por la noche en el Corral de Comedias de Almagro fue perfectamente fiel a esa dualidad de semblantes, el grave y el cómico, alternando ambos para dotar a la trama de una vivacidad que evita caer en los excesos de recargar en demasía uno u otro aspecto.
En verdad no debe resultar fácil dar una vuelta de tuerca más a trabajos del calado de ‘La Celestina’. Sin embargo Policarpo acierta a ser fiel a la trama original, dotando de su personal aportación a la representación, con un aire que despierta nuestra complicidad y simpatía, utilizando un recurso aparentemente infantil como son las cabezas de títeres (magnífica la caracterización de Celestina, obra, como todas las que aparecen en este trabajo, de Miguel Ángel Camacho), para tratar temáticas de gran profundidad y dramatismo como se hace en el texto de Rojas.
El magnífico trabajo de los dos únicos actores, Águeda Llorca y Pau Gregori, capaces de dar vida con suficiencia a diez personajes, que entraban en escena con un “simple” cambio de máscara, mantuvo en tensión la trama durante los ochenta minutos en los cuales, aproximadamente, se extendió la representación.
Las trilladas tablas del Corral fueron palenque de un brotar visual de personajes, cada uno con un carácter que difería en función de con quién o en qué momento hablara, convirtiéndose en un muestrario de emociones y condiciones humanas de hace quinientos años (la obra data de siglo XV) o de 2018. Se imaginan cuáles pueden ser algunas de éstas: el omnipresente amor, en sus versiones platónica y sexual, la avaricia -que rompía el saco entonces y sigue haciéndolo hoy día-, la picardía, el servilismo, la envidia… Es decir, el pan nuestro de cada día. Entonces, y hoy.