La ciudad de Almagro tiene delante de sí un gran reto colectivo: entrar en el siglo XXI. A las puertas del nuevo año 2024, Almagro vive de las herencias recibidas durante los últimos dos siglos. La ciudad sigue anclada en un final de siglo XX, que fue esplendoroso y productivo.
Perdida la lucha por ser la capital de la provincia de La Mancha y superado el efecto catastrófico de las sucesivas desamortizaciones eclesiásticas de la primera mitad del siglo XIX, Almagro se repuso e inició un proceso de modernización sin precedentes. El siglo XIX significó para Almagro la llegada del ferrocarril y un impulso industrializador con nuevas bodegas y panificadoras. Se construyó la plaza de toros, un magnífico teatro municipal y se supo aprovechar la generalización de inventos como el telégrafo o la luz eléctrica.
La segunda mitad del siglo XX, una vez superadas las trágicas consecuencias de la guerra civil, supuso otro gran impulso a la modernización. El descubrimiento en la década de los años cincuenta del Corral de Comedias cambió radicalmente la historia de la localidad. Visionarios almagreños vieron en el Corral de Comedias el punto de apoyo para cambiar el futuro de la ciudad. Y así fue. La puesta en valor de ese teatro del Siglo de Oro trajo consigo el parador de turismo, el Museo Nacional de Teatro y el Festival Internacional de Teatro Clásico, proyectos que se vieron completados en otras áreas con la creación del instituto de bachillerato, un moderno centro de salud y un juzgado adaptado a los nuevos tiempos. Al final del siglo XX, Almagro ofertaba unas dos mil plazas hoteleras y se había convertido en la tercera ciudad más visitada de toda la comunidad de Castilla-La Mancha.
Unos años antes, en 1972, Almagro fue declarado conjunto histórico-artístico a nivel nacional y años antes se había restaurado la plaza mayor y gran parte de los monumentos artísticos.
En un siglo, Almagro había dado el salto vertiginoso de ser una economía agraria, poco industrializada, salvo la presencia del sector encajero, a una economía de servicios, en la que el turismo se convirtió en el principal motor de desarrollo. Servicios que en esos años ya se complementaban con una destacada industria del mueble y otra agroalimentaria, ésta muy vinculada al sector Servicios.
Al final del siglo XX, Almagro había logrado mantener su población y frenar en seco la emigración hacia Madrid o el Mediterráneo de las décadas centrales de ese siglo. Almagro entraba en el esperanzador siglo XXI como una ciudad cuidada, próspera, histórica, con una simbología que la hacía reconocible en todo el mundo gracias al teatro clásico, al Corral de Comedias, a sus museos, al parador de turismo, a su cuidado patrimonio histórico y artístico, al encaje y a las berenjenas.
La pregunta ahora es obvia: qué novedad, qué hecho, qué acontecimiento, qué obra, qué proyecto de futuro simboliza o simbolizará el Almagro del siglo XXI, del que ya llevamos recorrido casi un cuarto de siglo.
El desarrollo turístico es una herencia del siglo XX. Se ha perdido la importancia del ferrocarril pero se ha ganado una autovía que pone en el mapa a Almagro y la hace más competitiva. El Festival Internacional de Teatro adormece desde hace años esperando un cambio radical. El Museo del Teatro no acaba de crecer hacia las antiguas dependencias del cuartel de caballería que se compraron hace ya años. Se han cerrado edificios históricos que marcaron una época como los conventos de Nuestra Señora de la Asunción de monjas calatravas y el de la Encarnación de monjas dominicas. Ambos edificios en progresivo estado de deterioro. Y se sigue sin dar un destino a la antigua universidad renacentista.
Los sucesivos equipos de gobierno de los ayuntamientos de este siglo XXI, herederos de los visionarios municipales que descubrieron el Corral de Comedias, se han agotado en deudas y gestiones muy discutidas en vez de diseñar y planificar una ciudad de futuro. Todos esos alcaldes han sido incapaces de responder a una pregunta clave: ¿Qué Almagro queremos para esta primera mitad del siglo XXI? Que nadie busque la respuesta. Ni la ha habido ni la hay.
Pero no es solo un problema de la clase política, sino de la sociedad en su conjunto. Los almagreños han perdido el sentimiento de pertenencia y el orgullo por el trabajo bien hecho. La capacidad emprendedora está en sus niveles más bajos. Vivimos de la herencia recibida y creemos que ésta va a durar eternamente. Una equivocación.
Este evidente estancamiento económico, político, social y cultural ha traído consigo la pérdida del liderazgo comarcal y provincial que Almagro mantuvo durante siglos. Hoy ya está en cuestión hasta el hecho evidente de que Almagro es la puerta de entrada al Campo de Calatrava. El hecho de haber sido durante siglos capital administrativa de la Orden de Calatrava, impulsora del Renacimiento en toda la región y de albergar los mejores edificios que los maestres de Calatrava levantaron en toda España, ya no impresiona a nadie. Ni a los propios almagreños.
Estas reflexiones nos llevan de nuevo a la pregunta clave: ¿Cuál va a ser el hecho que marque e identifique al Almagro del siglo XXI? O, dicho de otra manera, ¿Qué Almagro queremos dejar en herencia en este siglo XXI?, ¿un Almagro de cartón piedra, un falso histórico?
Reflexionemos. Debatamos.
*Periodista y escritor