“La latinización fue una forma de integrar a distintos pueblos en el imperio romano”, expuso este jueves en el antiguo Convento de la Merced el bibliotecario, programador cultural e historiador, Javier Alonso, que destacó que la alfabetización fue bastante más amplia de lo que se pensaba ya que no se ceñía sólo a las élites, desde una percepción del concepto de alfabetización diferente al actual, de saber leer y escribir, ya que había población que podía leer y no sabía escribir y otra que no sabía leer pero sí escribía reproduciendo determinadas palabras, siglas o lemas.
“Al estudiar los enterramientos y restos arqueológicos nos damos cuenta de que hay bastantes más soportes escritos con documentación de lo que nos imaginábamos; existe una variedad tipológica mucho mayor y hay muchísimos objetos inscritos como cerámica, cuero, madera o utensilios de metal tallados o grabados con algún tipo de punzón”, expuso Alonso, que resaltó que durante la época romana son muy diversos los soportes de expresión como papiro, tábula cerata -tablilla de madera sobre la que se impregna una capa de cera que se ralla para escribir-, tablillas de madera que se escribían con tinta y graffitis sobre las paredes con pincel o rallando la superficie con un objeto punzante. Cuando sufre la violenta erupción del Vesubio, Pompeya, en la que se vivía en esos momentos un período electoral, había once mil inscripciones o graffitis, más que habitantes, parte de los cuales hacen referencia a hombres y otros a mujeres, señaló Alonso, que indicó que los graffitis eran de todo tipo, desde los que buscaban apoyos políticos o de tipo comercial sobre un negocio hasta relativos a denuncias e incluso eróticos.
Había personas que sólo eran capaces de escribir su nombre, otros escribían frases cortas y en bastantes enterramientos de esclavos o personas pobres aparecen instrumentos de escritura o un texto escrito por ejemplo con su nombre, agregó Alonso en relación con los diversos niveles de alfabetización existentes, al tiempo que habló de la ‘alfabetización de slogans’ relacionada con la generalización de la comprensión del significado de determinadas siglas o inscripciones como la funeraria ‘DMS (Consagrado a los Dioses Manes)’.
Alonso, que impartió la conferencia ‘La alfabetización en el Imperio Romano. Una perspectiva global desde Augusta Emérita’ basada en la que recientemente dio en el Congreso Internacional de Arqueología Romana de Edimburgo invitado por la Universidad de Oxford, así como en otras realizadas en el Museo Nacional de Arte Romano y el Consorcio de Mérida sobre educación, instrumentos y soportes de escritura, apreció que hay autores que cifran la alfabetización en los contextos urbanos de naciones ricas como Italia y Egipto en un 30 por ciento y otros que estiman que era un diez por ciento. “De todas formas, en un imperio de 50 millones de habitantes que el 10 por ciento esté alfabetizado significa que son cinco millones de habitantes que pueden leer y escribir, compran libros y generan un mercado librario”, agregó Alonso, que se refirió al funcionamiento de los talleres y cómo se tienen documentadas rutas de distribución de libros.
Más amplia que en la Edad Media, en la que se produce “un retroceso”, la alfabetización de la población en general, con unas élites que en Occidente dominaban el latín culto y vulgar y clases medias y bajas con distintos grados de conocimiento, el imperio romano es dual, con una parte que es latina y otra griega, a lo que se suma el bilingüismo diglósico de emplear el latín en la administración mientras que ‘en casa’ se utilizaba el íbero en Hispania, el púnico hasta el siglo IV en Cartago, el celta en Britania e incluso el hebreo, como lo indica la inscripción de un ánfora del siglo IV que se conserva en el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida, señaló Alonso, director de la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real y que está realizando su trabajo de investigación de Doctorado sobre arqueología romana, en concreto sobre el vidrio del yacimiento de Augusta Emérita.