A. R.
Ciudad Real
José Luis Gómez dirige la representación que se puede presenciar hasta mañana en el Corral de Comedias de los ‘Entremeses’, de Cervantes, una producción muy representativa del trabajo en común en el Teatro de La Abadía y su compromiso con “la lengua viva, que palpita”.
Gómez explicó ayer que en La Abadía se hacía un largo proceso de formación de un año que solía culminar en un espectáculo que “pretendíamos ejemplar” y la primera idea fue realizar un montaje de un texto que manifestara “nuestras señas de identidad como españoles y de este teatro”. Pensaron en los ‘Entremeses’, iniciativa que fue aparcada en un primer momento al estimar que eran obras demasiado pequeñas, muy difíciles a la hora de coger el tono y separadas unas de otras. La alternativa fue ‘El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte’, de Valle-Inclán que, a la postre, presentaba el mismo problema de ser obras separadas a las que había que dar unidad.
No obstante, la producción de la obra de Valle-Inclán fue un éxito y al año siguiente “ya no había escapatoria”, había que afrontar la escenificación de unos ‘Entremeses’, considerados por algunos académicos como obras menores, indecentes e indignas del genio del “gran español”, crítica “muy miope”, resaltó Gómez, ya que en el propio Quijote están presentes divertidísimas escenas, de mamporrazos y tarta de nata en la cara, muy próximas a la burla de los ‘Entremeses’.
Guías
Con la ayuda del filólogo Agustín García-Calvo, que les acompañó en este montaje y con el que aprendieron a “usar el castellano de mejor manera”, afrontaron los ‘Entremeses’, hasta que se dieron cuenta de que, “de algún modo, aquello no funcionaba”, por lo que pararon los ensayos durante un mes en el que trabajaron la Comedia del Arte, las máscaras y la improvisación, juegos que hicieron que, cuando retomaron la obra de Cervantes, desapareciese lo que no marchaba bien por algún costumbrismo que no encajaba. Así mismo, “empezamos a apelar” a los antecedentes y memoria rural, que los españoles tenemos muy próximos, en conexión con el amplio conocimiento de la España que Cervantes se “pateó” como ningún otro autor, y acudieron al Museo del Prado a ver a Velázquez para presenciar en sus cuadros las miradas y gestos de “aquel primo, el abogado que algún día conociste o el teniente de la Guardia Civil. Allí están todos”, comentó Gómez, que indicó que con estas guías el montaje comenzó a “oler a un Cervantes no visto, sino soñado”, propuesta que cuajó finalmente al ocurrírsele un día que iba caminando enlazar las diferentes historias debajo de un gran árbol como la representación que los chicos y chicas de un pueblo idean para celebrar una fiesta.
Así debería ser el proceso de trabajo en el teatro, tener tiempo para ver cómo son los rostros de los personajes en la pintura, estudiar y, si no va bien la empresa, reconsiderar el camino a seguir, expuso Gómez, que resaltó que Juan Goytisolo, a diferencia de los académicos que critican los ‘Entremeses’, considera estas obras como rizomas, plantas adventicias, bonsáis del gran inmenso árbol de la obra de Cervantes. “Muchos de los episodios de El Quijote podrían ser Entremeses”, y en ambas creaciones, al igual que en ‘La Celestina’, Cervantes y Rojas escriben cómo lo han oído en el pueblo llevándolo a lenguaje literario, apreció Gómez. La Abadía ha retomado esta producción de los ‘Entremeses’ refrescando algunos aspectos pero con el mismo modelo, empleando refranes y canciones en el enlace de las historias.