“La poesía habita en la realidad, codo a codo con la historia”, ocupándose la primera, según Aristóteles, de lo general y la segunda de lo particular, expuso Luis Alberto de Cuenca este jueves en el antiguo Convento de la Merced, donde puso tres relevantes ejemplos del diálogo entre historia y poesía.
El escritor madrileño señaló que el filósofo griego, el cual se refiere esencialmente a la poesía épica y no la lírica, indica que, mientras que el historiador se ciñe a lo ocurrido, el objetivo del poeta no es tanto contar lo que ha sucedido, sino lo que puede haber sucedido, acogiéndose a la verosimilitud y necesidad. La dimensión de la poesía es más filosófica y proporciona información real porque representa, simboliza y encarna las reacciones psicológicas, miedos, afectos y rechazos del ser humano, apreció De Cuenca, que resaltó que las musas Calíope que patrocina la poesía épica y Clío que hace lo propio con la historia suelen estar muy cerca.
Autores como Goethe y Marc Bloch y los atlas históricos aparecieron en las reflexiones del escritor madrileño que recomendó tres lecturas en las que hay un claro diálogo entre historia y poesía. Una de ellas es ‘La Epopeya de Gilgamesh’, en la que se tratan, entre otros, temas como la camaradería, el paso del vértigo de la amistad al de la muerte, la importancia de honrar a los muertos y la máxima de aprovechar al máximo el tiempo. Otra es ‘Esperando a los bárbaros’, del egipcio Constantino Cavafis, poema de 1904 que sigue siendo de gran vigencia tras “el derrumbe de las utopías totalitarias”; y la tercera es ‘Lepanto’, del británico Gilbert Keith Chesterton, uno de los poemas más intensos y vibrantes sobre la batalla y en el que se funden realidad histórica y ficción literaria.
El geógrafo y también poeta, Félix Pillet, fue el encargado de presentar a De Cuenca, del que destacó su poesía de la cotidianeidad, sencilla, elegante, irónica, de sabia contención, cargada de humor y que es un canto a la vida.