El coronavirus fue declarado pandemia oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de 2020 y un mes después parece que se tiene mejor controlada la crisis del Covid-19, pero sin tener claro cuándo tendrá lugar y cómo será el regreso a la normalidad. Solo se sabe que habrá un desconfinamiento progresivo y que no existe un plan definido de vuelta a la competición.
Insertos en la emergencia social (Covid-19), la sociedad a nivel implícito ha sabido reconocer el “saber técnico”, desde una visión integradora con la esperanza puesta en los avances de la ciencia, la tecnología y él “saber qué” y “saber cómo” de los científicos. Por ello, la apuesta por la ciencia desde la Universidad para la sociedad, en materia de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), ha de ser un acuerdo sin fisuras. Esta realidad no es ajena al mundo del deporte y concretamente al fútbol, donde la realidad competitiva es nueva y exigen adaptación a todos estamentos inmiscuidos en su gestión. Por ello, ante esta nueva “incógnita competitiva” no queda otra que adherirnos a lo que los sofistas enseñaban la areté (virtud), requerida para estar a la altura de las nuevas circunstancias sociales de conocimiento, que implican soluciones diferentes ante problemas no vivenciados con anterioridad (Shapin y Schaffer, 2005, Pág: 44).
Ante la actual indeterminación, la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) salió en defensa de los jugadores considerando que “la primera preocupación y exigencia es la salud”, y que la competición “no debe reanudarse hasta que las autoridades sanitarias lo autoricen”. Tras este impás, David Aganzo (presidente de AFE) advirtió que la vuelta a la competición supone la vuelta a los terrenos de juego y a nuestros vestuarios; y por motivos imperiosos de seguridad y salud pública, “requerirá de un protocolo que determine la existencia de un coordinador de prevención de riesgos y especialista en pandemias, que garantice la seguridad sanitaria a todos los operadores que actúan en el ámbito del fútbol” (EFE 06/04/2020).
Frente a esta impericia, somo los staffs técnicos los que debemos afrontar el regreso a los entrenamientos aplicando la expresión el legado atribuido al médico griego Hipócrates “primum nil nocere”, que se traduce en castellano por “lo primero es no hacer daño” (Gutiérrez, 2019). En este sentido, la planificación de una temporada de fútbol se divide más comúnmente en tres segmentos: (a) el período de pretemporada, (b) el período competitivo y (c) el período fuera de temporada o transitorio (Vassilis et al., 2019), periodizando así, los contenidos del entrenamiento con una correcta organización, progresión y lógica de control.
Siendo así, estos tiempos de crisis (covid-19) abrirán una ventana nueva de actualización sin precedente, poniendo en evidencia las debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades (DAFO) de los equipos. Y sí, ahora es cuando los rectores, jugadores, afición y la prensa mirarán al Head Coach (entrenador) para revertir el efecto del cese del entrenamiento y que se logren los objetivos propuestos. Aquí y ahora serán cuándo se demostrará si los componentes del staff técnico y la platilla aceptan al líder. Cabe recordar que una posición en el organigrama no otorga liderazgo y en momentos de incertidumbre es donde más se pone de manifiesto. Ante esta situación atípica, será el entrenador quien tendrá que vertebrar las decisiones a tomar, estableciendo la prioridad de los contenidos del entrenamiento y la relevancia de cada integrante del staff técnico. Ahora bien, si no se consigue inspirar al equipo técnico para remar en la misma dirección, entonces no hay líder (@rosaallegue).
En estos días, si hay algo por lo que no pecar es de osado y tampoco de medroso, ya que la situación actual de “desentramiento” como consecuencia de la reducción del entrenamiento no responde a un programa estándar, si no todo lo contrario, han de ser adaptados en relación a la clasificación desde el punto de vista federativo (competiciones), considerado futbolista profesional aquel que milita en Primera División, Segunda División, Segunda División B y amateur el resto de categorías. Siendo así, la investigación refiere que hay diferencias de rendimiento entre categorías (Izzo, De Vanna, Varde, 2018), años de experiencia y la edad (Lehance, Binet, Bury, Croisier, 2009; Mohr, Krustrup, Bangsbo, 2003). Entonces, antes de prescribir cualquier entrenamiento se debería de tener en cuenta estas variables, considerando la temporalidad (duración del cese, nadie sabe cuánto va durar) y la ausencia de un calendario competitivo definido (¿cuántos partidos se jugarán finalmente?). Queda claro que nadie, externo a los cuerpos técnicos, podría hacer recomendaciones específicas: ¿Por qué?: (1) No sabrá de dónde parten, (2) Qué objetivos tienen cada jugador a nivel micro, meso y macro y (3) cuál es su nivel.
Bien es sabido que estamos ante un cese del entrenamiento, que se caracteriza por una interrupción temporal o abandono sistemático del entrenamiento (Mujika, Padilla, 2000), estando obligados a comprender que nuestros equipos se hallan inmersos en un periodo transitorio caracterizado por: (1) No tener definida la duración, (2) Desadaptación al juego y contexto de entrenamiento e (3) Idea inminente en volver a la competir. Así ante estas desadaptaciones producidas por el “cese del entreno en especificidad”, hay que intentar minimizar el grado del descenso del rendimiento producido por el desentrenamiento del jugador. A fin de cuentas, nos interesa que cuando se retome la normalidad competitiva, los jugadores lleguen con un nivel óptimo de fitness, que se traducirá en un acortamiento de retorno al nivel previo al confinamiento, buscando una progresión en corto, medio y largo plazo, con el propósito de soportar mejor los incrementos de carga minimizando el riesgo de lesión (@LSuarez_Arrones).
Por ende, no solo en el fútbol, sino en la vida, el buen líder debe admitir primero y transmitir después al equipo (@rosaallegue), buscando la excelencia y tomando sabias decisiones. Es fundamental analizar desde el punto de vista crítico determinado por la literatura científica los conceptos de desentrenamiento, cese del entreno; así como a qué responde la fase del ‘entrenamiento reducido’ (lo que hacen los futbolistas durante el covid-19): reducción estándar y no progresiva de la cantidad de entreno, debido a la causa de entrenar en casa y muy lejos de ser la óptima en relación al contexto ideal (@inigomujika). Lo primero es pensar en el principio de reversibilidad, que nos recuerda que la ausencia de estimulación provoca la pérdida de las adaptaciones conseguidas. Esto nos debe poner en alerta que las variables del entrenamiento volumen, intensidad y frecuencia las hemos variado, llevándolas al concepto de entreno reducido.
¿Qué sucede a nivel fisiológico a modo global? Transcurridas 4 semanas de desetrenamiento, el V02máx disminuye, y esto va redundar que cuando ejecutemos una tarea propia o no de nuestro modelo de juego, la frecuencia cardíaca (de reposo, submáxima, máxima y de recuperación) y la concentración de lactato van aumentar, debido a que la concentración periférica plasmática de bicarbonato (HCO3) va disminuir y no va poder hacer frente a la adificación para mantener el equilibrio acido-base. Por ende, el PH sanguíneo también disminuirá. Como resultado final, va existir una mayor dependencia del metabolismo anaérobico (glucolítico) independiente del de O2, apareciendo fatiga prematura por la incapacidad de hacer frente a las concentraciones de lactato (Costill et al.,1985).
También, el componente de fuerza se verá afectado, debido al cese del entreno, el efecto sobre el componente de la fuerza (máxima y submáxima) así como la potencia disminuye (Neufer et al., 1987). Pero lo determinante es que, aunque podría mantenerse la fuerza inespecífica (máquinas), los jugadores de fútbol no son capaces a convertirla en potencia cuando tienen que aplicarla en relación al balón y a los binomios espacio–tiempo y compañeros-oponentes y balón. También la velocidad máxima y la capacidad de repetir esprines verán minimizado su rendimiento (Joo, 2016).
Cabe recordar que estamos en un periodo entrenamiento reducido, con el objetivo de mantenimiento y no de desarrollo, donde tenemos que tener mucha imaginación por disparidad de material que tenga el jugador en casa. Es recomendable realizar todo el entreno que puedan tolerar, con objetivos alcanzables, con una frecuencia de tres días obligatorio y dos opcionales (darle autonomía), frecuencia (entre el 60-90% del volumen que venías haciendo) e imitando la intensidad competitiva (al menos intentarlo), alternando con intensidad moderada, ya que a efectos psicofisiológicos del jugador se generará adherencia y disfrute, no suponiendo un freno para el día siguiente por exceso de carga, ya que si se le hace muy duro abandonarán (autonomía).
Más allá de lo condicional, se pueden reeditar conceptos técnico-tácticos, enviando cortes con los movimientos segmentarios que se venían haciendo en función del modelo juego, con la idea de refrescar ideas, pero a sabiendas que la ausencia del feedback momentáneo entrenador-jugador restará calidad a lo hora de interpretar los patrones del juego. Desde la parcela psicológica, se ha de buscar la descarga emocional, pero transmitiendo que no estamos de vacaciones, que no es época de desconexión y disfrute en excepción, teniendo que hacer tareas tipo de imagenería competitiva (visualizaciones) de donde estamos y donde no gustaría llegar. A modo de periodización nutricional, la noche de antes del entreno hacer una dieta baja de hidratos de carbono y ejecutar el entreno al día siguiente en ayuno, para maximizar la oxidación de grasas.
Una vez conocida la vuelta es cuando debemos pensar en el retraining (volver a entrenar en especificidad), atendiendo a el perfil del jugador y conociendo que necesitaremos mínimo el doble de tiempo que han estado parados los jugadores para recuperar lo perdido. Es una fase de ser eficientes y eficaces, donde se debería aplicar una mini-pretemporada basada en el entrenamiento concurrente (fuerza y resistencia), focalizada en el vector horizontal, ya que el vertical se ha debido trabajar en casa, adaptada al modelo de juego y respetando los espacios micro, meso y macro del jugador, acentuando el trabajo por líneas y el despliegue completo del modelo de juego, para maximizar de forma global todos los aspectos del rendimiento. Cabe recordar que venimos de una ausencia de aceleraciones, deceleraciones, choques, cargas, esprines en largas distancias y tenemos que minimizar el riesgo lesional en cada sesión, siendo la parte introductoria una opción para dedicar tiempo a las parte más vulnerables del jugador (@EntrenadorTato).
