Coincidiendo con el inicio del invierno, llega el tiempo de la poda en los cultivos leñosos como la vid. Se trata de la labor de recortar sarmientos en las cepas cuando la viña descansa, y su labor es determinante para la floración de la planta, el cambio de color (envero) de sus hojas y la fertilidad del fruto.
Hay varios sistemas para regular el potencial vegetativo de las cepas y cada uno influye en el rendimiento productivo de cada tipología de uva, explica Eugenio Roldán, director técnico de Viticultura del grupo bodeguero ‘Pago del Vicario’.
En pleno proceso de poda en el grupo industrial ciudarrealeño, con 130 hectáreas y nueve variedades -siete tintas y dos blancas-, Roldán habla de la época invernal como el momento óptimo para realizar el corte de pulgares en los brazos y la selección de yemas entre las parras de sus distintas parcelas, en las que buscan “cosas distintas”.
El tiempo óptimo es entre diciembre y febrero: si es más temprana podría ser objeto de heladas, y si es más tardía provocaría un “debilitamiento a la planta”, al haber iniciado la movilización de sus reservas. Igualmente, la poda más atrasada, cercana a la primavera, podría originar el “llorado”, es decir, un efecto típico de la viña, consistente en la supuración de un líquido (lloro) por la ‘heridas’ que abren los cortes en la planta.
En el conjunto del proyecto bodeguero de ‘El Vicario’, ubicado al pie del pantano el mismo nombre, estos trabajos se alargan en el calendario -de noviembre a marzo- por la extensión de las plantaciones y la escasa mano de obra, aunque los peones encargados de los mismos -Fernando, Miguel Ángel y Ramón- aprovechan cada día -tijeras en mano, pericia y conocimiento adquirido- sus habilidades para preservar las sustancias reservadas en la madera y garantizar, así, la brotación de uva.
Funciones
Las funciones de la poda son “diversas”, abunda Roldán, aunque, a nivel general, están dirigidas a mantener la estructura vegetativa y a regular la carga productiva de las cepas. Determinará, así, “el potencial de cosecha pretendido, en función de si las vides son de regadío o de secano”.
Lo ideal, según Roldán, es repartir la carga de forma geométrica a través de las yemas para evitar concentraciones, con el objetivo de que los racimos estén aireados y no formen pelotas. Es lo que se llama el ‘clareado’.
Modelos
Los modelos de poda varían según el sistema de plantación -vaso o espaldera-.
En el caso de emparradas, con una disposición en altura y longitudinal, los pulgares se sitúan a lo largo de la línea de cepas sobre los alambres. La técnica más practicada es el cordón royat, ahora minimizada por la guyot, consistente en dejar un pulgar y una vara.
Las plantaciones en vaso, por su parte, registran una poda en la cabeza, con una distribución de la vegetación en redondo, al jugar con el número de pulgares de forma radial “como si fuese una copa de un árbol”.
Distinta es la poda en las zonas del norte, de climatología más fresca y plantas de suelo más elevadas, con una corta de la madera que deja en las cepas forma de candelabro.
Es el caso de las fincas que ‘Pago del Vicario’ tiene en Cacabelos (León). Cuyos vinos están dentro de la DO ‘Bierzo’, o las Alpujarras de Almería.
En las plantaciones del norte están podando en vaso y en espaldera con las variedades de uva tinta Mencía, Godello blanco, y algunas cepas salteadas de Doña Blanca.
En los viñedos del sur han renovado el viñedo con la variedad pinot noir y se practica una poda de formación, con el fin de marcar la estructura que se mantendrá a lo largo de los años para ofrecer el mejor rendimiento productivo.
Respecto a la madera cortada, Roldan explica que la utilizan para cubierta vegetal en el suelo como materia orgánica, una práctica que el grupo realiza desde la puesta en marcha de las plantaciones.
El trabajo
En los últimos días, hay tres podadores en la explotación vitícola de ‘Pago del Vicario’. Encabeza el grupo Fernando, de 63 años y natural de Las Casas, que es el trabajador más veterano de la plantilla, según comenta.
Sin dejar de cortar las varas y seleccionar las yemas en una parcela de tempranillo, Fernando habla de las claves de la labor, sobre todo cuando las cepas arrastran varios años de sequía y están “muy delicadas y con mucha madera”.
Con guantes, gorro y abrigo de frío, explica que deja cuatro pulgares y tres yemas en las parras de la variedad tinta de la tierra (tempranillo), que es de las primeras en podar, frente a la de cabernet sauvignon, que podan la última.
Le acompañan Miguel Ángel, también de Las Casas y con más de 20 años en la empresa y Ramón, de Ciudad Real, que, igualmente, acumula una amplia trayectoria.
Afrontan la poda desde noviembre en jornadas de trabajo que son más duras a primera hora por las bajas temperaturas, incluidas las heladas que son propias del invierno y de la estación donde se realiza esta labor. “El campo es así, pasas frío en invierno y calor en verano”, comentan.